Capítulo 61

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José Luis estaba que reventaba de rabia. Altagracia debía saber que iba en serio cuando le dijo que estaría para ella en todo momento. Y que buscara el contacto del abogaducho lo hacía sentir... No tenía nombre para el cúmulo de emociones que estaba experimentando. La parte racional de su cerebro le decía que eso no significaba nada, que solo estaba buscando apoyo. La parte emocional, sin embargo...

De pronto, Saúl apartó la mano de su agarre y José Luis volvió a respirar. Sabía que tal vez era el estrés del momento, pero no podía evitar que los celos lo invadieran. Se dijo que solo debía concentrarse en el juicio y en cómo podía estar para Altagracia y su familia.

El interrogatorio exhaustivo a Mónica continuó, y, por más que el fiscal intentó, no pudo dejar a la empresaria mal parada. Altagracia tenía todos los nervios de punta al ver como su hija la defendía con cada palabra. Luego de que el Ministerio hubiera terminado con sus preguntas, fue el turno de Saúl, quien sacó lo mejor de su arsenal para demostrar lo buena madre que era luego de retomar su relación con Mónica. Los ojos castaños brillaban de amor al hablar de cómo volver a tenerla en su vida era un sueño cumplido.

El abogado se fijaba en el jurado cada cierto tiempo para tratar de percibir el impacto que tenían estas revelaciones. Al verlos visiblemente afectados por las palabras de Mónica, le hizo un gesto casi imperceptible a Altagracia, dejándole saber que todo estaba saliendo a la perfección.

Sin embargo, aun cuando eso suponía una pequeña victoria para ella, la rubia sintió cómo sus energías poco a poco se iban desgastando. El día se le había hecho eterno y, aunque trataba de ser positiva, solo tenía ganas de que esto se acabara pronto.

La audiencia finalmente terminó y las Sandoval no perdieron tiempo en abrazarse.

– Hoy nos fue bastante bien. Ya veremos en los próximos días qué más tiene el Ministerio preparado. – dijo Saúl, dejando claro que ese era solo el inicio de la batalla.

– Al menos ya Mónica no tiene que volver a testificar, ¿cierto? – preguntó Regina.

– Por el momento, no. Ya el fiscal se dio cuenta de que no tiene manera de sacarle provecho.

– Estoy muy orgullosa de ti, mi chiquita. – dijo Altagracia, dándole un beso en el pelo a su hija, sin soltarla de su lado.

Todavía quedaba juicio para rato, pero estaba más tranquila sabiendo que dejarían a Mónica en paz. Ubicó con la mirada a José Luis, quien estaba apartado de los demás y revisaba su móvil.

– Vayan con Matamoros, yo las alcanzo ahora. – le dijo a su familia, antes de girarse hacia el abogado. – Muchas gracias, Saúl. Estuviste muy bien hoy.

– Solo estoy haciendo mi trabajo... Nos vemos mañana. – le respondió con una sonrisa tensa, antes de escabullirse hacia la salida.

Altagracia no alcanzó a decirle nada más. Se había puesto raro y monosílabo con ella desde que Mónica tomó el estrado. Perono sentía el más mínimo deseo de preguntarle qué le pasaba. A lo mejor fue el hecho de que la fiscalía los había tomado de sorpresa...

– Altagracia... – la voz de José Luis la apartó de sus pensamientos. – ¿Cómo estás?

– Tan bien como podría estar bajo las circunstancias... Quiero que todo esto se acabe.

– Saldrás de esta más pronto de lo que crees... – le aseguró lacónicamente. Había esperado a recomponerse antes de acercarse a ella. La escena con Aguirre todavía lo tenía incómodo.

– Eso espero... ¿Nos vamos? Estar aquí me estresa.

– Hmm... – José Luis dudó. Miró alrededor mientras sopesaba sus opciones, tratando de no dejarse cautivar por la mujer por la que era capaz de cometer locuras. – Estaba... estaba pensando que tal vez debiera ir a la oficina. Quiero ponerme al día con Verónica.

La IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora