Capítulo 32

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Altagracia Sandoval

Estaba viviendo una total pesadilla. No solo tenía que lidiar con la enfermedad de Mónica y no poder hacer nada por ser incompatible. Ahora tenía a la prensa acosándola. No podía más. Todo era un problema tras otro. Definitivamente tenía que estar pagando errores de alguna vida anterior... No podía ser que el destino le tuviera deparado tanto sufrimiento.

Pero tal vez sí. Tal vez el destino le estuviera cobrando todas y cada una de las desgracias que le había hecho a las personas a su alrededor. A Lázaro, a Yesenia, a Regina... a su propia hija, Mónica. Tal vez si lo merecía. Pero quería empezar con una hoja en blanco. Quería arreglar todo el mal que había causado.

Eso pensó mientras se encontraba en el vehículo, tras salir corriendo del hospital. Luego de que la prensa supiera que estaba viva – y libre – sintió ganas de desaparecer de la faz de la tierra. De volver a París y que nadie la reconociera. Porque ahora todo se le estaba yendo de las manos.

No podía más.

José Luis supuestamente había hablado con Vidal para resolver su tema legal, pero no sabía en qué pie estaba parada ahora mismo, sobre todo después de la manera en que la dejó en la cafetería. No tenía ninguna información ni del Ministerio. Mucho menos sabía cómo había llegado a los medios la noticia de su retorno. No pretendía que José Lu... Navarrete solucionara sus problemas, pero se sentía tan indefensa... 

Cómo le encabronaba depender de alguien.

Había corrido a través del enjambre de periodistas junto a Matamoros, evitando preguntas, hasta que finalmente pudo respirar tranquila en el vehículo. Lo más tranquila que se podía estar cuando medio país te apoyaba y la otra mitad te llamaba asesina por defenderte de un asqueroso violador.

Rogó que no la siguieran a casa, pero era mucho pedir. Ahí estaban, en la entrada del edificio de Regina, como una banda de sanguijuelas esperando a su próxima víctima. Fue en ese momento que decidió que la mejor opción era tener su propio departamento. Todo con tal de no causarles problemas a Regina e Isabella. Suficiente tenía ya con los errores anteriores. Errores que no quería seguir cometiendo. Ellas tenían sus vidas alejadas de ella y no debían pagar por sus pecados. Mudarse sería una solución, aunque no fuera permanente.

Así que se fue a un hotel cualquiera, usando su pelo rubio y su nombre falso, esperando que nadie la reconociera. Y gracias a Dios, así fue. Esa noche no pudo pegar un ojo. Daba vueltas en la cama, pensando en cómo saldría de tremendo lío. Aun podía contar con el dinero de las cuentas fantasmas en Suiza, pero chantajear al sistema judicial de México era más que dinero, era una cuestión de conexiones. Y ya ella no contaba ahora mismo con ninguna.

Se levantó confundida, sin saber dónde estaba. Luego de recordar todo lo ocurrido el día anterior, un dolor de cabeza inmenso se apoderó de ella. Tendría que ir al hospital y afrontar a todos los medios que querían una respuesta de ella. Y Altagracia francamente no sabía qué decirles. Estaba preparándose, pensando en diferentes opciones cuando escuchó que tocaban a su puerta. Era Matamoros.

– Doña, tiene que ver esto. – dijo, mientras encendía el televisor de la habitación.

Puso el canal de noticias donde estaba Vidal en una aparente rueda de prensa.

– Como les he dicho anteriormente, solo estoy aquí para dar los pormenores del caso Cabral. El Ministerio de Policía de la Ciudad de México tiene pleno conocimiento del paradero de la señora Altagracia Sandoval, quien era buscada tras haber sido acusada del homicidio del señor Rafael Cabral. Este caso está bajo investigación y, para los fines, se ha determinado que la señora Sandoval estuviera libre bajo fianza hasta el desarrollo del caso en los juzgados. Repito, la señora Sandoval no es una prófuga de la justicia. Únicamente habíamos preferido no revelar a la prensa esta información para evitar el circo que hemos visto hasta ahora. Buscamos una resolución apegada a las leyes de este país, pero ese resultado lo veremos tras un juicio.

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