– Es la abogada personal del señor Navarrete, señora.
– Ah... – contuvo las ganas de preguntar el nombre. No le interesaba saberlo.
Ay, por favor. Te mueres por saberlo, ¿a quién quieres engañar?
Pero Altagracia ignoró a su conciencia. Se dijo que ya no le debería importar con quien José Luis pasara su tiempo. Al fin y al cabo, era libre de hacer lo que quisiera con quien quisiera... Aunque fuera su abogada y estuvieran en la empresa.
Un escalofrío la recorrió cuando recordó todo lo que José Luis le hizo experimentar en plena oficina con sus dedos, sus labios...
– ¿... señora?
La rubia se dio cuenta de que Verónica le había hecho una pregunta, pero no tenía la menor idea de cuál había sido. No estaba prestando atención. Aunque no le gustaba admitirlo, su desazón se debía a que estaba celosa. Se preguntaba qué hacían detrás de puertas cerradas.
Respiró profundo, intentando deshacerse de las ganas de hacer una estupidez y entrar al despacho del empresario sin avisar.
– ¿Perdona? – preguntó, fingiendo estar absorta en el contrato que tenía en manos.
– Quería saber si necesitaba que la ayudara con algo más.
Se cuadró de hombros e intentó enfocarse en otras cosas que no fueran José Luis... con la abogada... en una oficina... solos...
¡Altagracia!
Respiró nuevamente, esperando que el oxígeno le llegara al cerebro. Tenía cosas pendientes como... como empezar los trámites para devolverle la hacienda. Hablaba en serio cuando le había dicho que se la devolvería. No le interesaba tener nada de él.
¡JA!
– Si, necesito hablar con el abogado González antes de irme. Es urgente.
Altagracia agradeció que el licenciado se presentó casi de inmediato en su despacho. Todo su cuerpo estaba en tensión y solo pensaba en salir de ahí antes de encontrarse con José Luis. Podía sentir su presencia a través de los muros y no le gustaba nada que fuera tan susceptible a él. Le dio instrucciones al abogado para que empezara el papeleo del traspaso y así tenerlo listo a la mayor brevedad posible.
Su respiración era superficial y concentró todas sus fuerzas en ocultar lo deshecha que estaba. Al despedirse de Verónica y antes de salir de la constructora, tuvo la terrible idea de pasar por el despacho de José Luis. Pero después de horas de aguantar las lágrimas, de hacerse la fuerte frente al mundo, ya estaba agotada, así que se dirigió a su departamento. No tenía ningún plan concreto, solo salir de ahí y alejarse de él en cuanto pudiera.
Al llegar, se encontró con Magdalena en la cocina y su desesperación empeoró. Quería quedarse sola. No... Necesitaba quedarse sola. Nadie debía darse cuenta de que estaba sufriendo, y mucho menos por un hombre.
– ¿Ya tan rápido de vuelta? – le preguntó la cocinera, extrañada.
– No seas tan metiche... – dijo Altagracia entre dientes.
– Uy, estamos de malas, entendido. – bromeó mientras se secaba las manos con una toalla.
– Pues fíjate que sí. – le respondió secamente. – Te me vas, Magda.
– Pero señora... ¿Quiere que llame a la señora Regina? Digo, así no se queda sola. Sé que tal vez se siente un poco triste con la Mona lejos, pero...
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.