Capítulo 66

1.3K 102 150
                                    

Se había enamorado de José Luis Navarrete.

Darse cuenta de esa gran verdad la golpeó como un autobús a toda velocidad. Para su sorpresa, esta revelación no le dio miedo, solo la dejó fascinada... Sus piernas apenas la sostenían así que se sentó con cuidado en el borde de la cama para admirarlo un poco más.

Si, había atracción.

Sí, había deseo.

Pero también había amor.

José Luis era todo lo que debía ser un hombre: honorable, sincero, protector... leal. Además, era tan guapo que nada más verlo, todas sus terminaciones nerviosas se ponían en alerta. Y ni hablar de la forma en que le hacía el amor, como si ella fuera una escultura de barro entre sus manos expertas.

¿Cómo había sido tan estúpida en pensar que no podría enamorarse de semejante persona?

Pero por más prendada de él que estuviera, José Luis no sabría el poder que tenía sobre ella. No sabría que la tenía de rodillas, derretida sin remedio.

No todavía.

Necesitaba confiar en que esto sí sería para siempre. Necesitaba entender sus sentimientos antes de tomar una decisión que cambiara su vida irremediablemente.

El corazón se le henchía de ilusión por más que tratara de aplastarla con toda su voluntad. Se acercó más a él para quitar un mechón de pelo de su rostro y José Luis se removió entre las sábanas, cubriéndose la cara. Podía pelear todo lo que quisiera con el sentimiento, pero ya estaba más que claro.

Estás definitiva y absolutamente jodida.

Respiró profundamente, resistiendo la tentación de acurrucarse contra él. Se levantó para ir a la cocina y hacer algo de desayuno, cuando él la tomó de su mano.

– ¿A dónde vas tan deprisa? – le preguntó, haciendo que volviera a sentarse en el colchón.

– Solo a la cocina, ¿por qué? – ladeó su cabeza y con la mano que tenía disponible, acarició su mejilla.

– Ay, mujer... Es muy temprano aún. – dijo, tomándola de la cintura con cariño, logrando que se recostara y se acercara a él.

– José Luis, no me tientes... – ¿qué dices si estás loca porque no te deje ir? – Mañana es lunes.

– Y hoy domingo, ¿qué pasa con eso? – sus manos comenzaron a trazar sus curvas a través de la camisa y sonrió con picardía.

– Debemos volver a la rutina... y yo debería irme a casa.

No sabía cómo era capaz de pensar mientras sentía sus caricias. El empresario le dio pequeños besos en el rostro, en la mandíbula y el cuello. Le hacía trampa con su roce.

La rubia se mojó los labios resecos con la lengua mientras él causaba estragos en su entrepierna sin siquiera tocarla ahí.

– No puedo decirte que te quedes... – le plantó un beso en la clavícula y ella contuvo un suspiro. – Pero si te quedas, te lo voy a agradecer.

– A ver...– ya que estaba en el borde del acantilado, ¿qué más daba tirarse de lleno a lo que le estaba ofreciendo? – Agradecer, ¿c-cómo?

– De muchas... – bajó las manos hacia sus nalgas, apretándolas con fuerza y haciéndola consciente de lo mucho que lo excitaba. – ... muchas maneras.

– José Lui-is... – intentó esconder los escalofríos que la recorrían, pero la voz temblorosa la delataba. – Tú... tú más que nadie debes saber que no hago nada por obligación. – Tragó saliva para aliviar su garganta seca del deseo. – Si no quiero, no lo hago.

La IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora