– ¿Qué emoción con qué, Moni?
Altagracia había llegado hastiada de la visita con el ingeniero. La aburría que aún tuviera que soportar que hombres menos experimentados que ella en la industria quisieran explicarle cómo se hacían las cosas. Se había apresurado para llegar a la oficina para cumplir con su promesa de un almuerzo tardío con José Luis. Necesitaba contarle que tendrían que buscar un nuevo ingeniero encargado para llevar ese proyecto.
Y necesitabas volver a verlo, no te hagas.
Lo peor de todo es que no le entraba el pánico habitual al tener ese tipo de pensamientos.
Entró al despacho del empresario sin siquiera tocar y se sorprendió al ver a su hija con una sonrisa de oreja a oreja. Se había olvidado de que Mónica iría ese día a la constructora para confirmar los detalles de su viaje. Últimamente estaba más distraída de la cuenta.
Viendo sus caras de sobresalto, le daba la sensación de que estaban hablando de ella y, conociendo a ese par, no estaba segura de si eso era bueno o malo.
Mónica se debatió entre decirle la verdad o inventarse una excusa. La indecisión se apoderó de ella, mientras se levantaba del sillón y miraba al empresario, igual de aturdido que ella. Conocía a su mamá, y sabía lo difícil que era convencerla de algo cuando sentía que no estaban siendo sinceros, así que decidió ser honesta.
– Ehm, verás... Pues... – dudó un poco más.
– ¿Qué cosa, chiquita? – la rubia ya se estaba empezando a preocupar.
– José Luis me estaba contando de la hacienda y... se me ocurrió que podríamos ir el fin de semana antes de mi viaje. Un escape familiar, pues.
– Ahhh, ¿era eso? – dijo, paseando la mirada entre ambos. Por un momento llegó a pensar que le harían una intervención o algo por el estilo. Si por José Luis fuera, ya estuvieran viviendo juntos y su hija seguro lo apoyaría.
– Si, amor... Es que Mónica me dijo que nunca había ido y creo que puede ser una oportunidad para que disfruten en familia. – intervino José Luis.
– Disfrutemos. – lo corrigió la pequeña Sandoval, haciendo una seña con las manos que abarcaba al empresario. – Digo yo, ¿no?
La rubia aún sospechaba que no era lo único que habían conversado, pero tenía que admitir que sonaba como un plan estupendo. La hacienda era privada y lo suficientemente grande para que estuvieran todos cómodos.
No podía decirles que no. Tampoco quería. José Luis hasta ahora se había llevado bastante bien con su familia y esta sería la oportunidad perfecta para que se compenetraran más.
– De acuerdo, me encanta la idea. – dijo, sonriendo abiertamente. Le daba mucho anhelo ver a Mónica así de emocionada. – Aunque tenemos pendiente completar el plan de viaje. ¿No has comido aún, chiquita?
– No, estaba pensando en comer algo cerca de la Fundación. Y eso del viaje... – dudó, mirando al piso. ¿Cómo le decía que quería andar sin restricciones de tiempo, sin nada más que su pasaporte y una mochila?
Por suerte, José Luis se fijó en su vacilación e intervino para darles más privacidad.
– ¿Qué tal si le pido a Vero que nos pida algo y así almorzamos aquí?
– Me parece genial. Es mucho más eficiente. – se apresuró a decir Mónica. Tal vez el empresario pudiera ayudarla a convencer a su mamá de soltarle un poco las riendas.
– Tienen razón. Además, tengo tanta hambre que podría comerme un caballo. – dijo la rubia, dejando el bolso sobre uno de las mesas de la oficina.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.