Capítulo 74

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– Te vas conmigo, y no voy a aceptar un no por respuesta. – le dijo, mientras tomaba otra vez el móvil y daba instrucciones a su jefe de seguridad.

Altagracia se soltó de su agarre, esperando que apartándose de él dejara de sentir todo lo que estaba experimentando. Lo que menos necesitaba en ese momento era volver a caer bajo su encanto.

Debería rechazarlo, pero estaba demasiado agotada de seguir buscando razones para negarse a su ayuda. Lo que le ofrecía José Luis era lo más sensato... aunque el cosquilleo que sentía bajo la piel donde él la había tocado decía lo contrario.

– Está bien. Pero dime cuál es tu plan. – aceptó a regañadientes.

– No tenemos tiempo, te digo en el camino. – dijo, tras caer en cuenta de que no le podía dar tiempo para que pensara. Sabía que, si lo hacía, se echaría atrás e intentaría resolver este problema por sí misma.

Antes de saber lo que estaba pasando, Altagracia se vio arrastrada por José Luis hasta la puerta. Él mantenía su mano en su espalda baja y Altagracia tuvo ganas de abofetearlo por causarle tanta añoranza con un simple roce.

– Verónica, estaremos fuera por unos días. – dijo el empresario. – Las cosas urgentes las manejas directamente con el Ingeniero García. Las demás las veremos al volver.

– De acuerdo, señor Navarrete. ¿Podría darme la fecha de regreso?

– Eso te lo voy a deber, mija. – dijo mientras, con un tono pícaro, pegaba a Altagracia a su cuerpo y la miraba de manera sensual. – Vamos a disfrutar de unas merecidas vacaciones en Europa así que no tenemos día para volver.

La asistente sonrió con complicidad. Acto seguido, José Luis la dirigió al ascensor para bajar al recibidor. La rubia esperó a que se cerraran las puertas antes de apartarse de él rápidamente.

– ¿Estás loco, Navarrete? – le preguntó, aireada. El pulso se le había acelerado, y no exactamente por enfado. – ¿Se te olvida que estamos separados?

– Tenemos que hacer creer que nos vamos de viaje al extranjero, Altagracia. – le respondió, severo. Necesitaba hacerle entender que tomaba muy en serio su seguridad. – Nadie puede saber dónde estaremos en realidad, así que harías bien en darme la mano por lo menos hasta que salgamos de la empresa.

La empresaria apenas contuvo un bufido. Le fastidiaba que José Luis tuviera razón... otra vez.

Lo tomó de la mano de mala gana y se cuadró de hombros, obligándose a relajar el rostro antes de salir del elevador. Para el mundo, debía parecer una mujer feliz de irse de viaje con su pareja. Aunque la perspectiva de pasar unos días a solas con José Luis fuera espantosa.

Espantosa... Claro, Altagracia, ni tú te lo crees.

El empresario la llevó hacia una camioneta donde ya se encontraba Genaro esperándolos, sacándola de sus pensamientos traicioneros. El guardaespaldas se puso en marcha y les informó que ya había desplegado a los agentes de seguridad a los diferentes puntos acordados. Altagracia sintió alivio momentáneo antes de volver a tensarse por la cercanía de José Luis.

– Iremos a tu departamento, pero solo tienes 10 minutos así que trata de empacar lo estrictamente esencial. – le dijo, tenso.

– Aún no me has dicho a dónde vamos.

– No necesitas saberlo. – le espetó él, concentrado en su celular.

La empresaria le lanzó una mirada asesina. Odiaba depender tanto de él, odiaba no tener el control de la situación.

La IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora