El pasillo del hospital se le hizo infinito mientras corría detrás de la camilla donde llevaban a José Luis. Le susurraba que estaba a su lado, que no lo iba a soltar, esperando que eso lo hiciera pelear por su vida. Con la mirada empañada y casi sin fuerzas, se mantuvo con él hasta que llegaron a la puerta del quirófano y no le permitieron seguir. Una enfermera le dijo que la buscarían en cuanto tuvieran información.
Justo cuando pensaba que las piernas no la sostendrían, Matamoros la abrazó y la ayudó a sentarse en una silla que estaba cerca. Las articulaciones le ardían, le dolía todo el cuerpo y sentía que el pulso se le iba a desbocar.
Aun así, solo podía pensar en que nunca le dijo que lo amaba.
Ni siquiera recordaba por qué había peleado tanto con el sentimiento. ¿Por qué había sido tan terca? ¿Por qué le había sido tan difícil aceptar lo que su corazón ya sabía?
Por tu maldito orgullo, Altagracia. Orgullo y miedo.
Miedo a sentir, miedo a hacerse vulnerable ante un hombre que a todas luces estaba hecho a su medida.
Miedo a ser feliz.
No había sido una relación perfecta, pero había crecido junto a él. Siempre encontraba una manera de volver a sus brazos porque era su lugar seguro. Ahora se daba cuenta de que nada de lo que antes la detuvo realmente importaba. Ahora cuando no sabía si volvería a verlo a los ojos, abrazarlo, besarlo y decirle todo lo que tenía guardado en su corazón.
Qué ilusa había sido al pensar que tenían todo el tiempo del mundo.
Llorar no ayudaría a que José Luis estuviera bien, pero sus sollozos se hacían cada vez más fuertes. Sus latidos seguían acelerados, retumbando en sus oídos. El dolor que sentía la fue debilitando hasta que perdió el conocimiento.
[...]
– Creo que está despertando... – escuchó una voz lejana.
Abrió los ojos y se encontró con el rostro preocupado de Matamoros. Sentía como si la cabeza le fuera a explotar. Cuando intentó moverse, se dio cuenta de que estaba en una camilla.
Una sensación de déjà vu la inundó. Hace apenas unos meses se encontraba en la misma situación: desorientada y cansada en una cama de hospital. Sintió ganas de volver a dormir, pero de pronto recordó lo que había pasado en las últimas horas.
– Matamoros, ¿por qué estoy aquí?
– Estuvo secuestrada y... – empezó a explicar, pues no sabía qué tanto recordaba ella.
– Si, si. Eso lo sé. Pero ¿qué hago en esta cama, con estas cosas conectadas? – insistió, sentándose con dificultad y mirando el suero con desdén. – ¿Cómo está José Luis?
– Los médicos la querían mantener monitoreada. – siguió hablando el hombre, como si no hubiera escuchado su pregunta. – Se me desplomó en las manos y tuve miedo de que le hubieran hecho un daño irreparable.
– Tengo días sin comer, tal vez fue eso. Pero... José Luis, por favor dime que no... – no pudo completar la oración, le daba miedo cómo su amigo rechazaba su mirada.
– No, no. – dijo, finalmente viéndola a los ojos. – Aún no sabemos nada. Sigue en el quirófano, pero, usted, ¿está bien?
– Yo no importo, Matamoros. ¿No entiendes? José Luis está así por mi culpa, porque me negué a aceptar su ayuda, porque... – un quejido la interrumpió. – ¿Qué voy a hacer si se me muere, eh? ¿Qué voy a hacer sin él?
Su guardaespaldas la abrazó y la arrulló contra su pecho, acariciándole el pelo.
– Todo estará bien. Él saldrá de esta, es un hombre fuerte.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.