Capítulo 83

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– ¿Altagracia?

La empresaria no pensó volver a ver a Trygve después de su encuentro fortuito en París, justo antes de que José Luis pusiera su vida patas arriba para siempre.

– Pensé que eras tú... ¿cómo estás? – le dijo el hombre de ojos azules, mientras se acercaba a ella para darle un abrazo.

La rubia se dejó envolver en sus brazos, pero sintió como un presentimiento trágico se alojó en la boca de su estómago. Por más tranquila que trataba de permanecer, su instinto le aseguraba que algo malo estaba a punto de pasar. Intentó que su voz sonara de lo más normal.

– Todo bien. – esbozó una sonrisa tensa.

– Qué bueno encontrarte por aquí. – dijo, separándose de ella para verla a la cara. – Cuando nos vimos en Francia tuve que salir corriendo a España por un tema de negocios. No tenía el móvil cargado así que fui a tu hotel para decirte, pero no estabas, así que te dejé un mensaje con la recepcionista...

– Yo... no recibí nada... – le respondió, tratando de deshacerse de la tensión que sentía. Nunca esperó una explicación por su desaparición repentina. Cuando todo pasó, solo tenía cabeza para pensar en la salud de Mónica.

Además, estaba preocupada porque su paradero había sido descubierto por quien había sido su enemigo por años.

– No te contacté cuando me enteré de que habías vuelto a México porque pensé que estarías molesta por el plantón. Eso y que he oído rumores de ti con cierto magnate de la construcción. – siguió hablando, dirigiendo la mirada hacia el despacho de José Luis.

Su tono era relajado, pero Altagracia sabía que lo había dicho esperando que ella negara la veracidad del chisme. Sin embargo, se mantuvo callada. Tal vez si no hablaba, desapareciera el ligero temblor que se había apoderado de su cuerpo. Se sentía ridícula con esa reacción tan poco propia de una conversación aparentemente normal...

– Aunque no es necesario que me confirmes nada, basta con ver en los eventos como se miran el uno al otro... – dijo, antes de fijarse en el anillo de esmeraldas en su dedo anular. – Mira nada más, al parecer no son rumores. Felicidades por su compromiso.

Con ese comentario, Altagracia pareció despertar de su letargo.

– Perdona, Trygve, ¿tenemos una cita de trabajo? – preguntó, ignorando sus felicitaciones. No conciliaba su presencia en la empresa. ¿Había ido a buscarla? O tal vez no tenía nada que ver con ella...

– ¿Eh? No, no te preocupes. Vengo a hablar con Navarrete. Tenía meses sin venir al país por todo el trabajo que tenía pendiente con JLN Enterprises. Tu futuro esposo no me ha soltado el guante una sola vez, pero trabajo es trabajo. Y, siendo honesto, la paga no está nada mal.

La empresaria asintió. La información seguía fluyendo, pero Altagracia se quedaba estática haciendo las conexiones con lo que había sucedido durante el último año.

– Su secretaria me comentó que no había llegado aún, pero lo esperaré.

El rubio finalmente pareció captar que Altagracia no tenía ganas de ponerse al día, porque se acercó a ella para darle un beso en la mejilla a modo de despedida.

– Bueno, nos vemos luego. Espero que esta vez no amenace con echarme por estar cerca de ti. – dijo, riendo.

Aunque a Altagracia no le pareció tan gracioso. Al encontrarse con José Luis en Francia, tuvo la sensación de que el empresario tuvo algo que ver con la desaparición de Trygve, pero ¿qué tan involucrado estaba?

Entró a su oficina y se sentó a revisar la montaña de papeles pendientes que tenía en su escritorio. Estar lejos por un par de semanas había sido una apuesta algo peligrosa para su control sobre los proyectos. Estuvo horas revisando documentos, asegurándose que nada estuviera fuera de su ojo clínico. Sin embargo, su mente volvía a repasar la conversación con el rubio.

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