– El malnacido de las fotos... La atacaron, señora. La encontré tirada en el salón y... dejaron otra foto.
Todo rastro de color se desvaneció de su rostro. Altagracia se había convencido de que todo era parte de una farsa, que solo querían molestarla, pero llegar a esto...
– ¿Pero... ella...? – no quería decir las palabras. No quería ni pensar en que pudiera estar...
– Está estable. Por lo que pude ver, solo la sedaron y la amarraron. – dijo Matamoros, mientras se dejaba llevar por Altagracia a uno de los sillones del despacho. La empresaria sostenía las manos agitadas de su amigo entre las suyas. – Disculpe, todavía estoy un poco nervioso por la impresión. Por un momento pensé que la perdería.
– Ay, no, no digas eso ni de broma. – le respondió la rubia, aunque ella misma se había imaginado lo peor.
No tenía ninguna herida visible, la revisé. Casi me muero al verla así... lo bueno es que ya está de camino al hospital en una ambulancia. Los médicos quieren descartar cualquier lesión interna. Yo solo vine a advertirle. Es mucho peor de lo que pensábamos. – dijo, angustiado mientras lanzaba una mirada en dirección a José Luis.
A Altagracia se le arrugó el corazón al pensar que, dentro de toda su desesperación, haya ido a darle la alerta para protegerla.
En ese momento, el empresario se acercó a ellos y le pasó un vaso con agua fresca al guardaespaldas. Altagracia elevó su rostro hacia él y asintió, en un gesto de gratitud. En sus ojos pudo ver que tenía muchas dudas acerca de lo que hablaba Matamoros, pero fue lo suficientemente consciente para no hablar en ese instante.
– ¿Entonces está fuera de peligro? – dijo la rubia, ignorando la forma no tan discreta en la que su amigo le instaba a hablar con José Luis. No quería que el empresario supiera de su situación. No con las cosas como estaban. – Mejor voy contigo.
Se levantó rápidamente y se disponía a buscar su bolso, cuando Matamoros la frenó de pronto.
– No. No voy a permitir que a usted también le hagan daño.
– Pero quiero visitarla... – le dijo, tratando de apaciguarlo y que no soltara la lengua frente a José Luis.
– Pero nada. Vine porque no es seguro hablar por teléfono, sospecho que su departamento puede estar comprometido después del ataque. Me aseguré de que nadie me siguiera, pero usted debe irse lejos. Es necesario que se cuide de estos desalmados. Si se atrevieron a tocar a Magda... – el guardaespaldas sacudió la cabeza con pesar. – Es hora de que hable con el señor Navarrete.
Su voz sonaba tensa. Altagracia miró a José Luis, quien no era capaz de desenmarañar lo que estaba pasando. No entendía nada y su ansiedad era cada vez más agobiante.
– Matamoros, yo... – la rubia se acercó a él en un último intento de persuadirlo para que la llevara al hospital. Estaba demasiado nerviosa y no era capaz de controlar el estremecimiento en sus manos. – Me siento responsable, todo esto es culpa mía... Tú me insistías que era serio y yo... Necesito verla.
– Y yo necesito que usted esté protegida. Le prohíbo que vaya al hospital. – le respondió en un tono autoritario. Altagracia nunca lo había visto así de afectado y eso la inquietó. – Ya no podemos ignorar esta amenaza por más tiempo. – sus ojos color café se suavizaron antes de tomarla por los hombros y hablarle con aprecio. – No se preocupe, ella es fuerte y yo la mantendré informada de todo. Váyase lejos, hágalo por mí. Por Magda.
Altagracia estuvo a punto de protestar de nuevo, pero el miedo que vio en su rostro la hizo recapacitar.
– Está bien. – respiró con dificultad, intentando mantener la calma. No podía desmoronarse, no ahora. – Me cuidas a Magda.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.