Capítulo 57

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José Luis escuchó con atención el plan que desarrolló Saúl. No quería admitirlo, pero era más que obvio que el vato sabía lo que estaba haciendo. Con todas las pruebas y testigos que tenía pensado presentar, dudaba mucho que cualquier jurado la condenara. Altagracia trataba de explicar todo con objetividad, pero el rastro de dolor en su mirada era innegable. José Luis la observaba, batallando con las ganas de abrazarla hasta que ya no quedara nada de ese pasado horrible.

El caso de Altagracia era bastante conocido. Luego de que aquel video de Rafael Cabral se hiciera viral, la prensa se había encargado de indagar y hacer muchas conjeturas sobre su pasado. Sin embargo, luego de la desaparición de su mamá, Mónica había aprovechado para aclarar las cosas. Altagracia había sido una víctima de cinco desalmados que le habían arrancado todo y ella se había limitado a hacerlos pagar. Si fuera por él, no tendría que pasar por todo este proceso desgarrador, pero ella le había dejado más que claro que era lo que quería.

– ... y, eso es todo. – colocó los papeles a un lado y se masajeó el puente de la nariz con los dedos. –Siéndote honesta, al principio no estaba muy segura de trabajar con él. Pero, luego de ver esto, entendí la insistencia de Mónica.

– Pues la verdad es que si tiene lo suyo el abogaducho ese...

– José Luis... – le advirtió. Al parecer nunca se cansaría de divertirse con sus celos.

– Te dije que lo intentaría y este soy yo intentándolo. – dijo, esbozando una media sonrisa. Le acarició una mejilla antes de seguir. – Está bien. Tú eres la que sabes cómo quieres hacer las cosas y yo te apoyaré en absolutamente todo lo que necesites.

– Gracias, José Luis. Gracias por todo. – le agarró las manos y se las llevó a los labios para plantar un beso en sus nudillos. Él ladeó su cabeza y, como si ella le leyera la mente, se dio cuenta de que estaba pensando en si podría hacerla caer de nuevo en menos de una hora.

José Luis casi la besa, pero sabía bien que si lo hacía, no podría parar ahí. Un beso no sería suficiente, estar con ella nunca sería suficiente. Siempre quería más y no le asustaba. Solo le quedaba esperar el día en que tampoco le asustara a ella.

Altagracia se estremeció ligeramente al sentir su mirada fija en ella. No sabía cómo, pero José Luis siempre la hacía olvidarse de lo que debería ser importante... Podría perderse en esos ojos negros hasta olvidar su nombre. Pero su móvil sonó, indicándole que había llegado un nuevo mensaje. Al ver la pantalla rápidamente, recordó que tenía que reunirse con Matamoros lo más rápido posible.

– Creo que es necesario que vaya a casa a cambiarme. – dijo, tratando de usar un tono de voz ligero. No quería causar ninguna sospecha en José Luis. – Tuve una reunión un poco... tosca.

– Ese jefe tuyo es una bestia. – sonrió, envolviendo un mechón de cabello rubio entre sus dedos.

– Una bestia, sí. Pero así me gusta. – le respondió, tomando la corbata entre sus dedos y halándolo hacia ella. Le plantó un beso largo y le mordió delicadamente el labio inferior antes de separarse un poco para admirar su rostro. – Debo irme.

– ¿Quieres que te acompañe? Podría decirle a Verónica que mueva mis reunio...

– No, no. – lo interrumpió con prisa. – Es que... Nos conozco. Si vas a mi casa, no hay manera de que paremos.

– Y ¿eso qué tiene de malo? – la tomó por la cintura, tratando de persuadirla con su roce.

– Nada, pero necesito descansar un poco... Esto de hacerlo en cualquier sitio me está pasando factura. – se frotó un poco el cuello. No era mentira, vivía marcada y adolorida por el salvajismo de José Luis.

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