José Luis Navarrete
– Me encantas, Altagracia. – dijo, mientras se colocaba entre sus piernas y le bajaba con una lentitud perversa las bragas. Posó los labios en el interior de uno de sus muslos, antes de mirarla intensamente. – Dime lo que quieres, y eso haré.
Sus ojos verdes brillaban con intensidad en la tenue luz de la habitación. Podía ver su errática respiración en el subir y bajar de sus senos. Esos senos a los que podría dedicarles horas y horas de atención si eso fuera lo único que pudiera hacer por ella.
Pasó la mirada por su cuerpo, como habían hecho sus labios y lengua antes, hasta caer en su delicado monte de venus. Estaba tan cerca de hacerla suya, de demostrarle todo el deseo que tenía en su interior. Sentía un ardor intenso que no tenía nada que ver con fiebre. Le temblaban las manos mientras se dedicaba a acariciar lentamente sus muslos y caderas.
José Luis duró tanto tiempo tratando de ignorar las ganas de poseerla, la mantuvo a distancia lo más que pudo. Quería que, cuando al fin pasara algo entre ellos, fuera perfecto. Esto no era lo que había planeado, pero cuando el destino se la traía en bandeja de plata, ¿quién era él para rechazarla? Un simple hombre de carne y hueso.
Pero ya no aguantaba más. Ahora que estaban juntos, que estaban solos... Ya no había nada que los interrumpiera. Quería adorarla, adorar ese cuerpo de infarto que lo traía mal desde la primera vez que posó los ojos sobre ella. Que lo traía mal cada vez que la veía.
¿Y qué mejor manera de adorarla que cumplir todas sus fantasías?
– José Luis...
– Te doy lo que quieras si me dices por favor...
– Bésame... Por favor.
– Hmmm, pero ¿dónde? Hay tantos espacios por besar... ¿Aquí? – dijo, plantando un beso casto en su rodilla. Al ver que ella negaba con la cabeza, dio un beso en el interior de uno de sus muslos, excitándose aún más al lamer la piel tersa y suave. – ¿Aquí?
Altagracia negó de nuevo y José Luis pensó que no podría seguir mucho más con este jueguito.
– ¿Caliente? – siguió, esta vez acercándose al centro de su feminidad. Estaba a escasos milímetros de tocarla, solo quería que ella se lo dijera con palabras y no solo con la mirada.
– Sí, ahí, José Luis... Me estás volviendo loca.
Y él no necesitó más. Con un dedo acarició su apertura para exponer el centro de placer a su lengua. Dio un primer lengüetazo lento, deliberado... Su sabor era dulce, mejor de lo que había imaginado. Altagracia soltó un jadeo corto, y contuvo la respiración. José Luis sonrió antes de seguir dándole placer con su lengua.
Ella se retorcía bajo su contacto, gimoteando y estrujando las sábanas. Pero él la sentía aun muy contenida. Quería que se entregara por completo, así que agregó un dedo a la diversión. Rozó su sexo antes de entrarlo lentamente. Y sacarlo. Y entrarlo. Y sacarlo...
Los sollozos ansiosos que salían de la garganta de Altagracia eran música para sus oídos. Pero todavía no era suficiente. Aumentó la velocidad de los roces con su lengua, sintiendo un placer inmenso al oírla casi llorar de gozo.
Altagracia comenzó a pasar las manos por su pelo, halándolo y tratando de apartar su cabeza.
– Jo-José Luis... Por favor, para. Por favor, y-ya no puedo más. Por favor.
José Luis se detuvo y la miró sin moverse de entre sus piernas. Tenía las mejillas encendidas y los labios abiertos. Era la imagen de viva del anhelo. Ya era hora.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.