:bien y mal:

242 22 1
                                    


Se quedó mirando el techo de la habitación fijamente. Era un techo típico de cualquier piso antiguo de España, lleno de gotelé y feo. Pero Cristian sabía que si no miraba el techo, la otra opción era mirar a Sean, que estaba medio dormido a su lado. Decidió encenderse un cigarrillo simplemente por hacer algo. Cogió el paquete de tabaco de la mesita de noche y el mechero e inmediatamente la habitación empezó a oler a humo. Sean se acercó más a él, apoyando la cabeza en su pecho. Hacía un calor húmedo ahí dentro, sentía el pelo de la coronilla pegado a la piel, y tener a Sean tan cariñoso no ayudaba en nada. Se alejó de él para luego sentarse apoyando la espalda en la pared, mirando desde arriba a Sean, que ahora estaba totalmente despierto y lo miraba un poco dolido.

-¿Qué te pasa?

-Hace calor.

Le dio otra calada al cigarrillo. Obviamente eso no era lo único que le pasaba. Lo que realmente le ocurría es que no terminaba de entender qué hacía Sean allí, en su cama, en Málaga. No era una imagen que se hubiera imaginado muchas veces, la verdad. No porque no quisiera, sino simplemente porque siempre había sido difícil imaginar una escena así. Tanto él como todo el mundo desde casi el principio habían sabido que la relación iba a ser complicada, pero Cristian nunca había pensado que lo llegaría a ser tanto. Tanto, que era ya finales de agosto y estaba todavía metido en una cama con Sean. Se sintió ridículo, patético. Se sentía así porque no había sido capaz de romper algo que nunca había tenido mucho futuro. Algo que solo iba a provocar dolor y tristeza. Algo que debería haber terminado hace unos meses. 

Se rio por lo tonto que se sentía, y eso hizo que Sean frunciera el ceño y se sentara a su lado para poder estar a la misma altura. Le quitó el cigarrillo. Cristian no hizo nada por recuperarlo.

-¿Y ahora de qué te ríes?

-De que somos tontos, Sean, de eso.

-No te entiendo. 

Y era verdad, no le entendía, como tantas veces había pasado a lo largo de su relación.

-¿El qué no entiendes, Sean? Estamos aquí, tirados en una cama después de haber follado, sin querer hablar de lo que tenemos que hacer. Nunca hemos querido hablar de lo que tenemos que hacer. 

-¿Y qué quieres que hagamos?

Sabía lo que Cristian quería hacer, pero quería saber si él era más valiente que él. Si de verdad tenía el valor que a él le había faltado incluso en aquel momento, cuando ya nada tenía sentido y todo se estaba desmoronando.

-Quiero que rompamos.

Y ahí fue cuando la realidad le golpeó de verdad. Sabía lo que Cristian iba a decir, sabía que ese momento iba a llegar, y aún así, le sorprendió cuando la tristeza y el enfado le llenó por dentro. 

Miró fijamente a Cristian, quien estaba mirando distraídamente las cenizas que caían del cigarrillo que tenía en la mano. Sean no soportó que ni siquiera le mirara a los ojos cuando le dijo eso. No soportaba que ni siquiera en ese momento, no fuera totalmente capaz de afrontar la situación. Tiró el cigarrillo al suelo, se levantó de la cama de un salto y se puso los calzoncillos que estaban tirados en el suelo. También, muy profundamente, le dolía mucho que Cristian hubiera roto con él tan pronto, pensaba que iba a dejarle el último día que él estuviese en Málaga. Pensaba que iba a poder pasar un par de días con él, en la playa, preparándose mentalmente para la ruptura y así poder llorar con tranquilidad en el avión. No se lo esperaba tan de golpe. Sean llevaba meses preparándose mentalmente para cuando ocurriera, y cuando pasó, lo único que quería es que hubiera pasado un par de días más tarde. En su interior, él sabía que siempre iba a querer que pasara unos días más tarde.

-¿A dónde vas?

-Yo qué sé. Lejos.  A pensar.-murmuró mientras se ponía la camiseta.

Cristian se levantó con rapidez de la cama y le sujetó con calma por las muñecas. El rubio le miró a los ojos y vio las lágrimas que amenazaban con caer de los ojos de Cristian. Sin decir una palabra, Cristian se acercó más a él y escondió la cabeza en el pecho de Sean, abrazándole, haciéndose pequeño como un niño. Comenzó a llorar cuando Sean le devolvió el abrazo. Ahí fue cuando toda la rabia de Sean se desvaneció y fue sustituída por toda la tristeza que llevaba acumulándose durante tanto tiempo. 

-¿Qué hemos hecho, Sean?

-Querernos.

Cristian negó con la cabeza aún pegada al pecho de Sean.

-Nos hemos querido mal.

Sean le cogió de la barbilla para que así le mirara a los ojos. 

-¿Y qué? Eso no quita que también nos hayamos querido bien. Y yo siempre te voy a querer, Cristian.

Y era verdad.


NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora