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-Pf, yo apenas sé algo de español.-rodó los ojos azules levemente, bebiendo un sorbo de cerveza.

La última vez que había mirado la hora en el móvil, eran las dos menos cuarto de la noche, pero no se sentía nada cansado. Y Cristian tampoco. Habían estado la mayor parte del tiempo riendo sobre tonterías y Cristian le contaba cosas sobre España, y Sean escuchaba todo atentamente. Él había ido a Madrid, pero Cristian era del sur, y le gustaba cómo hablaba de su zona, de su familia y de sus costumbres. Lo que no entendía era cómo allí la gente podía almorzar a las tres de la tarde y cenar a las diez.

-No me creo que no sepas nada.-Cristian abrió otra lata de cerveza, dejando la que se había terminado a un lado de la mesa, junto a las otras.

-Ni puta idea. Solo sé contar hasta veinte, perro, gato y fóllame.

¿Habrá pillado la indirecta?

Pero parecía que no la había pillado, ya que lo único que hizo Cristian era reír sin parar. Miró a Sean con una ceja alzada, y este solo se encogió de hombros.

-Los vídeos porno españoles están bien.

-Me alegra saberlo.-rio.

Sean bebió de nuevo de la lata y se quedaron en silencio. Sospechaba que la chica del mostrador se había caído dormida en el suelo, ya que no estaba por ninguna parte, y el chico de las mesas, se había ido hacía rato. Miró a Cristian, que tenía las mejillas sonrojadas, una estúpida sonrisa en el rostro y le daba vueltas con un dedo a una lata vacía. Estaba completamente borracho. Habían empezado con dos latas de cerveza para cada uno, pero el chico de las mesas se enteró de que era el cumpleaños de Sean y les dio dos más a cada uno. Se notaba a kilómetros que era gay y que quería algo con él, pero no había tenido demasiada suerte.

Se pasó una mano por la frente y se dio cuenta de que él también estaba borracho. Aunque parecía que él estaba aguantando mejor el alcohol que Cristian, que estaba con la cabeza apoyada en el asiento, dejando al descubierto el cuello. Se le veía cansado y a la vez feliz.

Volvió a mirar a Sean, que ya se había terminado sus cervezas y ahora estaba con la mirada perdida.

-¿Tus padres no estarán preocupados por ti?

Sean lo miró y le enseñó una sonrisa. Aunque a Cristian le pareció una sonrisa amarga.

-A mi padre le da igual lo que haga o deje de hacer. Y mi madre me odia.-rio un poco, mirando sus dedos sobre la mesa.

Cristian no dijo nada, temía que al hacerlo empeorara la conversación.

Se quedaron un momento en silencio y Cristian comenzó a preocuparse de nuevo sobre que era demasiado tarde y que al día siguiente había clase, pero Sean se levantó de golpe de la mesa y lo miró desde arriba.

-Tengo que hacer algo. Tenemos que ir a casa de un amigo.

Cristian hizo una mueca de pereza y se dejó caer de nuevo en el respaldo del asiento.

-Paso. Pide un taxi, que me voy a casa.

-No seas tonto. Está al lado de aquí, y te aseguro que estará despierto. Además, es mi cumpleaños.-sonrió dulcemente.

Cristian rodó los ojos y se levantó a regañadientes del sillón.

-Ya no es tu cumpleaños, Sean.

Sean lo ignoró y lo cogió de la muñeca, sacándolo del McDonald's a rastras, mientras que Cristian se quejaba como un niño pequeño, diciendo que tenía sueño y que quería abrazar a un koala.

Sean llegó a la conclusión de que ese chico tenía una leve obsesión con los koalas cuando estaba borracho.

Al cabo de un rato de caminar, Cristian comenzó a comportarse de forma más "madura", es decir, que había dejado de lloriquear, y Sean divisó el bloque de pisos en el que vivía su amigo. Apuró el paso y agarró con más fuerza la muñeca de Cristian, que iba murmurando cosas que no lograba entender. 

Cuando por fin llegaron, Cristian se apoyó cansadamente en la pared y observó a Sean llamar al telefonillo de uno de los apartamentos.

-¿Seguro que tu amigo va a estar despierto? Son casi las tres de la mañana.-comentó mirando la hora en su móvil, que le quedaba poco para morir.

-Seguro que sí. Pet apenas duerme.

Conocía bien a Pet. Ese muchacho se pasaba las noches en vela plasmando sus pensamientos en un papel, mejorando técnicas de dibujo o simplemente pensando. Era poco probable que estuviera dormido justo ese día. Y si lo estaba, mala suerte.

-¿Pet? ¿Qué puto nombre es ese? ¿Mascota?-rio a carcajadas, pero en seguida paró, le dolía la cabeza.

Sean abrió la boca para responder, pero le abrieron la puerta, así que la empujó sonriente, entrando en el bloque de pisos. Sabía que Pet era raro que estuviera dormido.

-Se llama Peter. Lo llaman así porque es un puto sumiso.-explicó con brevedad, dándole al botón del ascensor para que las puertas se abrieran.

Cristian decidió no decir nada, porque él no estaba muy informado sobre los sumisos, amos y demás gays. Pero le hacía gracia el asunto. La verdad es que en ese momento todo le hacía gracia.

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos entraron. Sean apretó uno de los botones y Cristian cerró los ojos con fuerza cuando se movieron hacia arriba. Capaz de vomitar y todo.

Cuando el trasto paró de subir, salieron del ascensor y la puerta donde vivía Pet estaba encajada. Ambos entraron y Sean cerró la puerta con cuidado.

-¿Pet?

Un chico demasiado alto y de pelo negro bastante imponente apareció ante ellos. Tenía unos brazos enormes y llenos de tatuajes. ¿Y ese era tan sumiso como para llamarle Pet?

Cristian decidió que no se volvería a reír de él.

-¿Qué quieres, Sean?-preguntó cansado. Bajo sus ojos azules había unas enormes ojeras.

-Quiero un tatuaje.

Cristian abrió la boca sorprendido y miró mal a Sean, ignorando por completo a Pet.

-¿Y para eso me has traído aquí? ¿Por un tatuaje?-preguntó incrédulo.

Pet miró descaradamente a Cristian, haciéndolo incomodar. El castaño lo miró mal y Pet dejó de mirarle inmediatamente.

-Hoy es mi cumpleaños, Pet.-lo miró con sus ojos azules, suplicantes.

Cristian rodó los ojos y se cruzó de brazos. Sean podría ser un perfecto actor.

-Fue ayer.

-Lo que sea.

Pet no se hizo mucho de rogar. Con un gesto de cabeza, indicó que pasaran al interior de la casa. Era un apartamento bastante pequeño, y desde el salón se podía ver una habitación que solo era utilizada para hacer tatuajes.

-Tú puedes esperar aquí.-le dijo Pet.

Cristian asintió débilmente, sintiéndose enfermo de la cabeza. Sean le dedicó una última sonrisa antes de entrar tras Pet en la habitación y cerraron la puerta. Se dejó caer en el sofá, apoyando el codo en el brazo del sofá y la mejilla la dejó caer sobre el puño de la mano, cerrando sus ojos verdes. Y con el sonido de la aguja de fondo, se quedó dormido en el incómodo sofá de Pet.

bueno lol

subo de nuevo bc creo que no voy a estar disponible ya que la serie gay que dije que estaba viendo ocupa mucho tiempo de mi penosa vida

NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora