:don't cry my little baby:

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-¿No tienes suficiente con arruinar tu vida que tienes que arruinar la de él también?

Margo no gritó cuando soltó aquellas palabras. Ni siquiera parecía alterada. Solo se les quedó mirando a ambos chicos con los ojos azules bien abiertos, sin importarle el plato roto a sus pies, sin importarle que el estruendo había llamado la atención de los padres de Cristian, Carl y Mark y ahora también estaban en la cocina, sin importarle los sentimientos de su hijo. Porque cuando lo dijo fue como si escupiera veneno.

Sean sintió que la mano de Cristian buscaba la suya para entrelazar los dedos, pero la apartó bruscamente. Quizá demasiado bruscamente. A lo largo de su vida lo habían llamado muchas cosas. Maricón y todos los derivados habidos y por haber, puta, comepollas... Su madre nunca lo había llamado ninguna de esas cosas, pero lo que le dijo aquella noche, le dolió más que ninguna otra cosa. ¿Tan horrible era ser como era él? ¿Tanto mal le estaba haciendo a Cristian al estar juntos?

Carl pensaba que su hijo mayor iba a responderle a su madre con una carcajada sarcástica, o con alguna burla. Con ironía tal vez. O hasta incluso esperó que se pusiera a gritar. Pero no pasó nada de eso. En la cocina reinó un gran silencio. Cristian paseó los ojos por todo el lugar. Sus padres estaban un poco apartados de la escena, Carl miraba mal a su mujer y Mark le lanzó una mirada de pena a Sean. Sean solo estaba como estático. Parecía que ni parpadeaba. Cristian tuvo ganas de abrazarle y servir como una capa protectora, porque solo quería protegerle de aquella horrible mujer.

-Mujer, ¿tú te acabas de oír?-rompió el silencio Sergio, que no se creía nada de lo que estaba pasando.

Sean abrió la boca para decir algo, pero no dijo nada. Simplemente esquivó a todas las personas que había en la cocina y unos segundos después, un portazo que provenía de la entrada retumbó en toda la casa. Cristian fulminó con la mirada a Margo y tuvo la necesidad de cogerle por la coleta y rebolearla. Por ejemplo. Necesitaba un cigarrillo si no quería perder la poca tranquilidad que le quedaba.

Margo se llevó una mano a la frente y pareció que al fin se había dado cuenta de lo que le había dicho a su hijo. Y se arrepintió. Pero, ¿de qué servía arrepentirse cuando había llegado a ese punto?

-Cristian...

-Usted, posiblemente sea la peor persona que he llegado a conocer. ¿Cómo es capaz de decirle eso a su propio hijo? Sean es una persona maravillosa. Y de verdad le quiero, y él de verdad me quiere. No me puedo creer que no vea lo genial que es su hijo solo porque es una maldita bruja de mente cerrada que no es capaz de aceptar que a su hijo le gustan los hombres. No se merece tener a Sean como hijo.

Cristian no se quedó a escuchar a si Margo le decía algo, simplemente salió de allí a paso rápido y ya en la calle respiró con tranquilidad. Se había llegado a agobiar allí dentro y tenía ganas de llorar. Y Sean no estaba en la calle.

cris: bebé

cris: dónde estás?

cris: por favor

cris: contesta

cris: sean

Se removió nervioso en el sitio y del bolsillo interior de la chaqueta sacó un cigarrillo y el mechero. Lo encendió y tras pegarle la primera calada se sintió un tanto más tranquilo, aunque no demasiado. ¿Dónde estaría Sean? Comenzó a andar para salir de aquel maldito barrio mientras que fumaba. Volvió a sacar su móvil y no se sorprendió al ver que Sean ni siquiera había leído los mensajes. Decidió llamarle, pero nada. Se comenzó a morder las uñas de una mano y cada vez se sentía más nervioso. Solo quería encontrar a Sean y abrazarle, besarle y decirle que su madre no tenía razón, que era una persona maravillosa y que no le estaba arruinando la vida como ella decía. Que le quería.

Tiró la colilla a un charco y una pequeña bombilla se encendió sobre su cabeza. Tenía un presentimiento sobre dónde podría estar Sean.

*

*

*

Apretaba el móvil con fuerza para que no se le cayera, que alumbraba el suelo con la linterna. Si le daba miedo entrar con Sean al lado, entrar solo estaba siendo peor de lo que había pensado. Intentó no hacerle demasiado caso a los ruidos que escuchaba mientras subía las escaleras sin terminar del todo. Aunque sabía que aquellos ruidos solo eran producidos por bolsas o viejos plásticos que estaban en el edificio. O eso quería creer.

Cuando al fin llegó a la última planta, se veía bastante bien ya que era luna llena y estaba despejado, y además llegaba un poco de luz de las farolas de la calle. Se relajó instantáneamente cuando vio la rubia cabellera de Sean. Estaba sentado con la espalda apoyada en una de las columnas del centro y abrazaba sus rodillas. Tenía la mirada perdida y no miró a Cristian hasta que este se sentó frente a él. Al castaño se le partió el corazón cuando vio a su novio con las mejillas mojadas por las lágrimas. Los ojos los tenía vidriosos y parecía tan afectado, tan triste, tan deprimido... Y Cristian entendió que Sean solo era un chico triste que sonreía demasiado.

-No llores mi pequeño bebé. No llores.

Sean se acurrucó contra el cuerpo de su novio y escondió la cara en su pecho, comenzando a llorar de nuevo. Cristian le dejó varios besos en el pelo, le acariciaba la espalda y le entraron ganas de llorar de nuevo. Pero no iba a llorar. Como sabía que si abría la boca empezaría a soltar lágrimas, comenzó a tararear suavemente la primera canción que se le vino a la mente. Era una canción de Arctic Monkeys que trataba sobre una pareja, y uno de ellos sabía que el otro se iba a marchar, así que quería parar el mundo para bajarse con ella.

Pues Cristian quería parar el mundo en aquel momento.

Cuando parecía que Sean había dejado de llorar y ya estaba más tranquilo, cambiaron de posiciones y ahora el que tenía la espalda apoyada en la columna era Cristian. Sean pasaba los brazos por la cintura de su novio y tenía la mejilla contra su pecho, escuchando los latidos de su corazón, sintiendo la mano de Cristian acariciarle la espalda de arriba abajo. Aunque eran principios de abril y en los últimos días una borrasca había azotado el país, ellos no tenían frío, ya que no corría aire y estaban abrazados. Todo hubiera sido más bonito si la razón por la que estaban allí hubiera sido otra.

-Sabes Cristian... A veces pienso en cómo sería el mundo si yo no existiera. Y no sería tan horrible, habría menos problemas.

Se ganó un pellizco por parte de su novio que le hizo dar un pequeño salto en su sitio.

-¡Que duele!-se quejó mirando a los ojos a Cristian.

-Sean, no vuelvas a decir eso. Es más, ni lo pienses. El mundo se perdería muchas cosas sin ti. Como tu sonrisa, tu risa, tus ojos azules, tu comentarios fuera de lugar, tus sesenta y nueve lunares en la espalda... Y Dios, hay tantas personas que te quieren. Tus amigos te quieren. Yo te quiero. Si tú no existieras me hubiera perdido a la mejor persona del mundo.

Cristian sentía las mejillas calientes tras pronunciar su pequeño discurso y vio el destello de una pequeña sonrisa de Sean. Una sonrisa que fue suficiente por el momento. Las manos frías de Sean le acariciaron las mejillas y finalmente se besaron. El beso les supo a lágrimas, cigarrillos y tristeza. Cuando sus labios se separaron, Sean le colocó bien las gafas a Cristian con un dedo, y este le cogió de la muñeca para verle los nudillos, que estaban ensangrentados.

-Por el amor de Dios, Sean.

-Un pobre árbol se puso en mi camino. Y me ganó. Claro que me ganó.-rio con tristeza, sacudiendo la cabeza.

Como estaba oscuro, Cristian no le podía ver bien las heridas. Le cogió también la mano izquierda, que también estaba dañada pero en menor medida. Acarició con cariño las letras en sus dedos. Y pensó que aquel tatuaje le iba tan perfecto a su novio. Porque Sean era libre, y él lo dejaría libre algún día.

-Anda, vamos a casa. Te curaré las heridas.

Cristian quería curarle las manos. Y de paso tal vez un poco el corazón.

Sean solo quería dormir. Y de paso sentir que Cristian dormía con él y no se alejaba.





lloran2

sufrien2

matan12

he puesto el título en inglés bc más cute







lloran2 x2

NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora