;un puto gato;

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Arrugó la nariz al sentir algo peludo restregándose contra su mejilla. La luz que entraba por la ventana le daba directamente en la cara, la cabeza le daba vueltas y sentía los ojos pesados, pero eso no lo detuvo en abrirlos cuando la cosa peluda siguió contra su cara. Frente a él había un gato completamente negro, que lo miraba con sus grandes ojos verdes. No era muy grande, y lo miraba fijamente, para luego soltar un maullido lastimero.

-¿Qué cojones...?

Hizo que el gato se bajara de la cama y se pasó una mano por el pelo. Miró al techo de su habitación e intentó recordar qué había pasado la noche anterior. Lo único que recordaba era que fueron a la casa de un amigo de Sean para que el rubio se hiciera un tatuaje y que se quedó dormido en el sofá. Pero no recordaba nada más. Ni cómo había llegado a casa, ni cómo había acabado sin ropa en la cama (menos la ropa interior, algo que agradeció).

Entrecerró los ojos por la luz que seguía dándole en la cara y giró la cabeza para coger las gafas de la mesita de noche. Se las puso y miró hacia el despertador. Al ver la hora, se levantó rápidamente de la cama y se fue directamente al armario para coger el uniforme, vistiéndose lo más rápido posible bajo la atenta mirada del gato, que estaba sentado sobre las mantas revueltas de la cama. Se había perdido la primera hora de clases, y como no se diera prisa, iba a llegar tarde a la segunda.

Se colgó la mochila en un solo hombro y justo cuando iba a salir de su habitación, el gato maulló de nuevo, como recordándole que él seguía ahí.

-Maldita sea, ¿y ahora qué hago yo contigo?

Sin pensárselo mucho, bajó a la cocina y puso un poco de leche en un cuenco, el periódico de su padre y los cereales integrales de su madre. Volvió a subir cargado con lo que había cogido y se dirigió al cuarto de baño, donde puso las cosas sobre el suelo. Extendió los papeles del periódico y sobre él echó el cereal de su madre, y dejó el cuenco de leche al lado. Volvió a su cuarto y cogió con cuidado al gato, que no tenía ganas de contacto humano y se dedicó a mordisquearle el dedo pulgar de la mano mientras que lo sacaba de su habitación y lo dejaba sobre el suelo del baño. Por no hablar del arañazo que le propinó en la palma de la mano.

-Mira, puedes usar los cereales como caja de arena o como comida. Lo que quieras. Y no hagas nada malo.

Al instante, se sintió tremendamente estúpido al hablarle a un animal. El gato estaba demasiado entretenido lamiéndose las patas. Y esa fue la última visión que tuvo de él antes de cerrar la puerta del baño y correr hacia la parada de autobuses.

Cuando al fin llegó, la segunda clase había terminado. La mañana no podría haber empezado peor. El estúpido gato, no recordaba nada después de haberse quedado dormido en la casa de Pet, se había quedado dormido y encima había perdido el autobús y eso provocó que también se perdiera la segunda clase.

Entró en el centro y como era de esperar, los pasillos estaban llenos de alumnos que iban de una clase a otra. Fue hacia su taquilla con pasos adormilados y la abrió para sacar los libros de la siguiente clase. Estaba muy cansado, y aunque no se había mirado en ningún espejo, sabía que tenía ojeras.

Justo cuando iba a cerrar la puerta de su taquilla, esta se cerró dando un gran estruendo, llamando la atención de los alumnos que iban por el pasillo. Cristian no se sorprendió demasiado cuando vio a Elliot cabreado.

-Por poco me pillas la mano, estúpido.-murmuró de mal humor.

-Me importa una jodida mierda tu mano. ¿Dónde coño has estado?-entrecerró los ojos, y así solo parecían una pequeña rendija verde con motas grises.- Te has perdido dos clases, Cristian. Tú nunca te pierdes clases. Sean ha aparecido como tú, medio muerto. Y llevaba los dedos de la mano izquierda vendados. ¿Dónde has estado?

Elliot observó a su mejor amigo. Estaba pálido y se notaba que apenas había dormido. Tenía unas ojeras horribles y el polo del instituto estaba arrugado. Detuvo su mirada intimidante cuando se dio cuenta que la mano de Cristian estaba sangrando. Suavizó los ojos y con cuidado cogió la mano herida de su amigo, que parecía que se acababa de dar cuenta de que estaba sangrando.

-Vamos al baño.

Lo agarró del codo y lo arrastró hacia los baños, mientras que Cristian se quejaba de que iba a llegar tarde a la siguiente clase, pero Elliot no lo escuchaba. Lo empujó dentro de los baños e hizo que pusiera la mano bajo el agua del grifo, que estaba demasiado fría.

-¿Qué te ha pasado?-preguntó mirando el agua transparente que se volvía rosa.

-Ha sido un puto gato que ha aparecido en mi casa.-le contestó Cristian, frotando la sangre seca.

-¿Un puto gato?-alzó una ceja.

-Un puto gato, sí. Le he dejado un periódico con cereales de fibra en el baño. Para que lo use para lo que quiera.-Elliot rio y Cristian lo miró con una pequeña sonrisa-. Y tengo que hablar con Sean. Me tiene que explicar algunas cosas...-murmuró secándose la mano en el polo del instituto, que ya ninguna herida sangraba.

-Sabía que habías estado con Sean.

Cristian ignoró la mala mirada que le regaló el pelinegro y se dirigió hacia la puerta de los baños. Elliot lo siguió.

-¿Sabes? -habló después de unos segundos-. Tienes suerte de que fuera yo el que le cogiera el teléfono a tu madre. Quería hablar con mi madre, ¿sabes? Y ya sabes lo mal que se llevan. Preguntaba por ti, y le tuve que decir que mi madre estaba en el hospital visitando a un familiar y que tú te habías quedado dormido. Me debes una.

Cristian miró a Elliot, que tenía las manos en los bolsillos del pantalón. El pasillo estaba casi vacío y si no se daba prisa, llegaría tarde a su clase.

-Gracias, Elliot.



-Bien, niñato. ¿Cómo te has hecho el tatuaje?

-Pues fui a una tienda de tatuajes y el tipo cogió una aguja y...

-No me refería a eso.-lo interrumpió Logan.

-No me digas.-rodó sus ojos azules.

Sean se apoyó en la pared del baño y miró a sus tres amigos, que estaban frente a él con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados. Se miró el tatuaje a través de la venda de plástico que le había puesto Pet y sonrió orgulloso.

-Está guay, eh.

Alec rodó sus ojos castaños y dejó colgar sus brazos a ambos lados del cuerpo.

-¿Qué hiciste anoche a parte de eso, Sean?

Sean dejó de apoyarse en la fría pared del baño, y se miró en el espejo. Tenía el pelo rubio hacia atrás, como siempre, aunque ya lo tenía un poco largo y a veces se le pegaba a la frente. Y pensó que le vendría bien un corte de pelo, por no hablar que debería tomar algo para dormir. La noche anterior solo había dormido una hora, como mucho. Cuando Pet terminó del tatuaje, eran cerca de las cuatro de la mañana, cuando soltó a Cristian en su casa, eran las cuatro y media, y cuando llegó a la suya, eran las cinco. Y el dolor de la mano había impedido que durmiera mucho. Pero no se arrepentía de nada de lo que había pasado aquella noche, si pudiera, lo reviviría una y otra vez.

Dejó de mirarse a sí mismo en el reflejo del espejo y miró a sus amigos, que también estaban reflejados en el cristal. Miraban a su rubio amigo con impaciencia y Logan parecía que iba a pegar un grito para que Sean hablara.

-Besé a Cristian. Y por el amor de Dios, no me arrepiento de nada.

*le tiran tomates por haber cortado el capítulo justo ahí*





zoy malvadah





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