:lista:

413 51 16
                                    

Los rayos del sol en la cara. Calor. Algo rasposo y húmedo pasando una y otra vez con insistencia sobre su mejilla. El sonido horrible de su móvil cuando alguien le llamaba. Demasiadas cosas le estaban pasando ya a la vez para ser tan temprano. Con una pereza horrible apartó a Beer de su cara, ignoró el maullido del gato y a tientas buscó el móvil sobre la mesita de noche. Se tumbó boca arriba cuando lo tuvo en la mano y entrecerró los ojos al ver el nombre en la pantalla.

Bebé ❤

Eran las doce menos cuarto, así que Sean debería estar trabajando, no llamándole.

Suspiró cansado y cogió la llamada en el último momento.

-¿Qué pasa? Me has despertado.

Sean ignoró como todo un campeón el tono borde con el que le habló su novio.

-Creo que los planetas se han alineado o algo.

Cristian entrecerró los ojos de nuevo y se sentó con la espalda apoyada en la pared. Beer se subió en su regazo y comenzó a acariciarle el lomo y la cabeza con la mano libre.

-¿A qué te refieres?

-Alexis va a cerrar la tienda durante cinco días porque va a coger vacaciones para llevar a Pet a no sé dónde. O sea, que cuando los dos vayamos a la casa de mis padres, yo no tendré que ir a trabajar. Ya estoy haciendo las maletas.

-¿Las maletas? ¿Pero no nos íbamos a ir dentro de dos días?

-Eso te lo dije hace dos días.

Ah. Eso tiene sentido.

-Joder, mierda. ¿Ya has quedado con tu padre y todo?

No lo vio, pero sintió el entrecejo de Sean frunciéndose.

-Cristian, ¿qué te pasa?

-Sean, me acabo de despertar.

-Estás espesito.

-Ya.-se pasó una mano por el pelo y rodó los ojos-. ¿A qué hora iremos a tu casa?

Sean se colocó el móvil entre la oreja y el hombro y metió una camiseta en una mochila de deporte. Antes de cerrarla, abrió el cajón de la mesita de noche y cogió un mínimo de diez condones. Siete fueron para la mochila, dos para cada bolsillo trasero de los pantalones y otro lo quería meter en la funda del móvil.

-Mmmm, a las dos o por ahí. Podemos comer en algún lado antes de ir.

Beer comenzó a mordisquear la pulsera de hilo de su dueño, así que Cristian lo apartó de un manotazo y abrió el cajón de la mesita de noche, sacando un cigarrillo, el mechero y un cenicero que le había regalado Elliot hacía poco tiempo. Era blanco con dibujos de la señorita Edna Krabappel fumando y riendo esparcidos por todos lados. No era algo que él se habría comprado, pero le servía y le hacía gracia.

-Por mí vale.

Sean escuchó cómo su novio se encendía un cigarrillo y le daba una calada.

-¿Estás tumbado en tu cama, en calzoncillos y fumando?

Sean puso el móvil en altavoz, cogió un papel pequeño y un lápiz, que se lo llevó a la boca mientras que esperaba a que su novio le contestara.

Cristian paseó sus ojos cansados por todo su cuerpo y despegó el cigarrillo de los labios.

-Llevo los calzoncillos y los calcetines.

Por la mente de Sean pasó la imagen de su novio tirado en la cama, fumándose un cigarrillo (algo que siempre le había parecido extremadamente sexy, por malo que fuera), con el pelo despeinado en todas las direcciones y sin gafas puestas. Y en calzoncillos.

NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora