;¡no me toques!;

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Cristian se cruzó de brazos y miró con sus ojos entrecerrados a Sean, que estaba sentado en la cama, como un niño pequeño esperando para ser regañado.

-¿Me vas a decir por qué le has dicho a mi madre que cocinaríamos nosotros? Yo odio cocinar. Imbécil.

Sean suspiró y se dejó caer de espaldas en la cama del castaño.

-Necesitaba arreglar las cosas contigo, Cristian. Necesitaba que todo volviera a la normalidad, ¿tú no?-se apoyó en los codos para mirarlo mejor.

Cristian suspiró cansado y se apoyó en el escritorio, que estaba lleno de papeles, bocetos y colores.

-Claro que quería que volviera todo a como estaba antes-Sean lo miró con una sonrisa pícara y Cristian se sonrojó un poco-. Necesitaba salir de mi habitación, tú me das igual.

Sean rio sonoramente y cogió un cojín que había sobre la cama y se lo tiró a Cristian, que le cayó en la cara, pero por suerte no le tiró las gafas, porque sino Sean hubiera firmado una sentencia de muerte.

-¡Pero serás imbécil!-y tras decir eso, se agachó para coger el cojín del suelo y Sean al ver las intenciones del castaño, se volvió a tirar a la cama y se rodeó las piernas con los brazos, escondiendo la cabeza

Cristian, al ver al rubio así, comenzó a reírse.

-¿Te crees un armadillo?-lo miró con burla, con el cojín en las manos.

Sean sacó la cabeza de entre las piernas para así mirar a Cristian a los ojos, pero eso fue un error, ya que Cristian aprovechó y le pegó en la cara con el cojín mientras que se reía malvadamente.

-¡Qué puto!

Sean cogió el cojín y tiró de él, provocando que Cristian en un descuido cayera con él también en la cama. Cristian rio con la cara pegada al colchón y elevó la cabeza para así mirar al rubio, que seguía a su lado riendo, con el cojín en las manos. Se quitó las gafas y las dejó en la mesita de noche, ya que estaban demasiado sucias y le daba pereza limpiarlas.

Sean se fijó en que la camiseta del pijama de Cristian estaba un poco levantada, enseñando parte del estómago, así que sin mucho disimulo, se abalanzó sobre él con el propósito de hacerle cosquillas. Pero antes de que pudiera ponerle las manos encima, Cristian ya se estaba riendo a carcajadas.

-No... Me toques.-dijo sin parar de reír.

Cristian era de esa clase de personas que cuando alguien tiene la intención de hacerles cosquillas, comienzan a reírse antes de que empieces, y eso a Sean le parecía muy gracioso y tierno.

Sean lo miró con una sonrisa ladeada y sin hacerle caso, volvió a acercar sus manos al estómago, haciendo que Cristian se alejara de él, aún riendo.

-¡No me toques!

Sean rio y acercó un solo dedo a la barriga de Cristian, que inmediatamente se dio la vuelta, dándole la espalda.

-¡No me toques!-repitió encogiéndose en el sitio.

Sean era una mala persona por intentar hacerle cosquillas. No podía soportarlas, y siempre acababa con dolor de barriga de tanto reír. Como Sean no se estuviera quieto le acabaría pegando una patada en la cara. Y no se iba a arrepentir.

-¡No te he tocado! ¡Ni que te fuera a doler!

Cristian giró un poco la cabeza para mirarlo a los ojos, aunque lo veía borroso al no llevar las gafas. Sentía las mejillas arder y tenía calor por todo el cuerpo, por no hablar que le dolía el estómago de tanto reír.

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