;confesiones;

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Carmen perra te odio



Cristian rio contra los labios de Sean y con torpeza, sacó las llaves de su casa de uno de los bolsillos traseros del pantalón. Se dio la vuelta para abrir la puerta y Sean aprovechó para cogerlo por la cintura y abrazarlo, sintiendo su piel caliente contra la suya, aunque si seguían mucho tiempo ahí afuera iba a dejar de estar caliente en poco tiempo. Cuando por fin Cristian giró la llave, abrió la puerta con una pequeña patada y los dos entraron con rapidez, intentando ocultarse del frío de la madrugada. Sean cerró la puerta y puso ambas manos en los riñones de Cristian cuando este comenzó a besarle el cuello, acariciándole la espalda desnuda. ¿De verdad lo iban a hacer? Si aquello llegaba a más, sentía que podía morir de felicidad. Bueno, quizá Sean era un poco exagerado con el tema y estaba un poco demasiado borracho.

-Vamos arriba.

Al no tener las luces encendidas, apenas se veía algo, solo se distinguían un par de muebles por la luz que entraba por las ventanas que provenían de las farolas de la calle, y la pintura fosforita en sus pieles, un poco borrosa por tanta caricia. Sean besó en los labios a Cristian y sintió cómo lo apretaba contra la madera fría de la puerta. Aunque eso no le sorprendió, lo que de verdad le sorprendió fue cuando una de las manos de Cristian se coló dentro de su pantalón y comenzó a acariciarlo por encima del bóxer, haciendo que soltara un gemido.

-Oh Dios, Cristian.

A pesar de la oscuridad, Sean vio que Cristian iba a decir algo, pero no dio tiempo a nada cuando la luz del salón se encendió y Sean desde su posición pudo ver a la madre de Cristian con un bate en una mano y a Beer en la otra, dispuesta o a lanzarles al gato a la cara o a pegarles un golpe con el bate.

-Ay por el amor de Dios.-murmuró dejando caer el bate y a dejando a Beer en el suelo, que corrió de nuevo hacia la segunda planta.

Su hijo sacó rápidamente la mano de los pantalones del rubio y se giró a enfrentar a su madre, sintiendo las mejillas completamente calientes. Su madre los miraba con los ojos castaños bien abiertos y con un antifaz rosa chicle en la frente.

-Mamá...

-Cristian, no me tienes que explicar nada porque me llevo oliendo esto un tiempo, ¡pero eso no os da derecho a despertarme! ¡Pensaba que eran ladrones! ¡Que vayáis de elfos del bosque del sexo no os da derecho! ¡Y encima sin Sergio en casa!

Y sonaba realmente enfadada. Más por haberla despertado que por haberse encontrado a su hijo con una mano dentro del pantalón de Sean, que por cierto se estaba conteniendo para no soltar una gran carcajada. Sí, Sean era de esa clase de personas que tienden a reírse en los momentos serios, aunque él en realidad se reía por casi todo. Cristian le metió un pisotón a Sean y este hizo un leve "hey" y puso los labios como una línea recta.

-Anda, ducharos y a dormir. Son las cuatro y media. Irresponsables. Yo me voy a dormir, y no quiero nada de ruidos extraños.-les advirtió, recogiendo el bate del suelo y subiendo las escaleras.

Cristian apoyó la frente en la puerta y se sintió tan estúpido por no haber recordado que su madre estaba en casa. Oyó a Sean reír a su lado, aunque intuía que reía por no llorar. Lo miró de reojo y se dio cuenta de que el bulto en su entrepierna ya había disminuido, el suyo igual. De todas formas, no iban a tener sexo con su madre en la habitación de al lado.

Se pasó una mano por la nuca y miró a Sean, que jugueteaba con el condón extra grande.

-¿Y ahora qué?

-Vayamos a ver el amanecer, mi elfo del bosque del sexo.

Sean el poético.



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