:mírame:

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-Sean... Bebé... 

Sean se apoyó en sus codos y miró desde arriba a Cristian, que estaba tumbado a su lado boca abajo, con la cara enterrada entre las almohadas. Pegó los labios a su oreja y le dejó un rápido beso en el lóbulo.

-Dime.

El castaño giró la cabeza sin cambiar de posición y maldijo tener que llevar gafas, si no tuviera problemas de vista podría ver bien a Sean cuando quisiera, llevara o no las gafas. Le pasó una mano por el pelo rubio y Sean le cogió de la mano, haciendo que la dejara sobre su mejilla.

-Deja de tocarme el culo.-dijo al fin.

Sean rio y le dejó un rápido beso en el dorso de la mano a Cristian, que sonreía levemente, aunque lo decía en serio.

Soltó un suspiro y miró hacia la ventana. Ya no llovía y estaba empezando a oscurecer. Tendría que ir volviendo ya a casa, aunque sus ganas eran cero. Tenía como un mal presentimiento en todo el cuerpo, y conociendo a su familia todo era posible. Volvió a mirar a Cristian tumbado a su lado, con la mitad de la cara escondida en la almohada, las mantas cubriéndole hasta un poco más de la cintura y su mano acariciándole la mejilla. Pensó que nada malo podía pasar. Iría a casa andando y no cogería el metro, eso haría que se le despejara la cabeza y ya se le pasaría. De todas formas, él era bastante exagerado con todo, y eso incluía los presentimientos.

-Me voy ya, bonito.

-¿Es por que te he dicho que no me toques el culo?

-No. Aunque si me dejas tocarte el culo, mejor. Es algo que no me canso de hacer.

Cristian se sentó y lo miró con cara de "¿en serio?" y buscó la ropa interior, que estaba a punto de caerse de la cama. Sean le imitó y se estirazó en un quejido cuando estuvo de pie.

-Sí, en serio, Cristian.

El castaño se puso una camiseta y se colocó las gafas, que estaban encima de la mesita de noche. Se sentó al borde de la cama y observó desde su puesto a Sean haciendo drama porque se había puesto los pantalones del revés y se los tuvo que volver a quitar y poner bien.

-¿Sabes? Eres el único que me llama Cristian. Todo el mundo me llama Cris.

Sean lo miró con parte del flequillo tapándole los ojos azules y Cristian tuvo la tentación de levantarse y peinarle, pero la pereza era más fuerte y no se movió de la cama.

-Lo sé. Por eso te llamo así. Porque soy el único.

Cristian sonrió levemente y pensó que Sean era el único en muchas cosas. Como por ejemplo, había sido el único chico que le había gustado, el único chico del que se había enamorado y el único chico al que quería de aquella forma. El único que realmente le había tocado la fibra sensible y le había hecho tener ganas de pegarle por hacerle sentir todos esos sentimientos que tan poco le gustaba. Porque Cristian de verdad tuvo muchas ganas muchas veces de pegarle por hacerle sentir de aquella forma. En realidad, era la única persona de la que se había enamorado Cristian.

Encendió la luz de la mesita de noche y Sean se estaba terminando de atar los cordones de las zapatillas y cuando estuvo listo, le dedicó una sonrisa a su novio, que se la devolvió. Cristian le hizo una seña para que se acercara y Sean le hizo caso sin apenas pensárselo. El castaño apoyó la barbilla en el estómago de Sean y miró hacia arriba, encontrándose con sus ojos azules, que se veían más brillantes por la luz de la lámpara de la mesita. Lo abrazó por la cintura y sintió las manos de Sean en su nuca, jugueteando con los mechones de pelo. Sean se estaba pensando seriamente eso de irse ya, porque realmente no quería, pero tenía que ir ya a casa para simplemente dejar tranquilo ya a Cristian. Habían pasado todo el día juntos, y se estaba comenzando a sentir como un chicle pegajoso. Y encima un chicle de fresa. Esos eran los peores.

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