;pizzas de orgasmos;

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Eran las ocho cuando Sean y Cristian salieron de la casa de Claire. Habían pasado la tarde hablando sobre cualquier cosa, y Sean casi la llamaba por su nombre verdadero. Casi.

El cielo nocturno estaba despejado, las luces de la calle encendidas y Cristian abrazó con más fuerza a Beer, que intentaba meter la cabeza bajo el brazo de su dueño, para resguardarse del frío de aquella noche. Por su parte, Sean solo llevaba la camisa del instituto, y no se había molestado en abrochar los botones, como si no tuviera frío. Como si se creyera más guay porque era capaz de ir por ahí así vestido con aquellas temperaturas. Aunque Cristian sabía que solo se quería hacer el valiente, pero en realidad solo era un imbécil al que se le había olvidado coger una chaqueta.

Llegaron a la puerta de la casa de Cristian y este se giró a mirar a Sean, que tenía las manos en los bolsillos del pantalón y le salía vaho por la boca.

-¿No te vas a casa?

-¿Me estás echando?

Cristian rodó los ojos.

-Sabes que no es eso. ¿Tu madre sabe que estás aquí?

Sean solo se encogió de hombros, fijando sus ojos azules en la farola que había en la acera. Se quedaron un momento en silencio, se escuchaba a lo lejos a alguien hablar y Beer soltó un maullido enfadado, haciendo que Cristian lo mirara por encima del cristal de sus gafas.

-¿Te quedas?

-Por favor.

El castaño suspiró y sacó las llaves de un bolsillo de su mochila, abrió la puerta y Sean entró tras él. Le tendió el gato al rubio para así poder quitarse el chaquetón y agudizó el oído al oír a sus padres hablar y reír con alguien más. Cristian reconoció en seguida la voz y cogió del borde de la camisa a Sean, haciendo que lo siguiera aún con Beer en brazos. Llegaron al salón y sentados en el sofá estaban sus padres, con el portátil encendido sobre la mesa. Su madre dejó de mirar la pantalla y fijó sus ojos verdes en los dos chicos que estaban de pie frente a ellos.

-Cris, estamos hablando con Víctor. Vente. ¿Y qué hace Sean con un gato?

Lo único que entendió Sean fue su nombre y gato, y eso le hizo sentirse inútil.

Sergio le dio la vuelta al portátil y en la pantalla estaba un chico de unos veinticinco años, muy parecido a Cristian, pero sin gafas. Y supo que era su hermano, el que se había quedado en una universidad de España. El chico le saludó con la mano a su hermano y Cristian le sonrió ampliamente, dispuesto a decirle algo a Víctor, pero un maullido de Beer hizo que recordara lo que tenía que decir.

-Ahora voy... ¿Nos podemos quedar al gato?-le cogió el animal a Sean, que no se enteraba de una mierda-. Nos lo hemos encontrado en la calle solito, y nos ha dado pena y...

-Sí, lo que sea. Será mi buena acción del año.-rio su padre.

Laura simplemente se encogió de hombros.

-Mañana lo llevas al veterinario para las vacunas y eso. ¡Un nuevo miembro en la familia!

Parecía que Beer sabía que estaban hablando de él, ya que daba la sensación de que estaba bastante entretenido escuchándolo todo, con los ojos entrecerrados.

Laura se levantó del sofá y dejó a su marido hablando con Víctor, mientras que esta hablaba con los dos chicos sobre Beer, sobre que si Sean se podía quedar a dormir (ya que al día siguiente era sábado) y sobre que si querían pizza para cenar.

-Debería llamar a tu madre, Sean.

-Oh. No hace falta, ya le mando un mensaje.-sonrió.

Y Cristian supo que estaba mintiendo, pero de eso su madre no pareció darse cuenta. Simplemente le devolvió la sonrisa.

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