;feliz cumpleaños, imbécil"

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-¿Pero me tenéis que dar el regalo justo ahora? ¿En serio? ¿No podéis esperar a que salgamos del instituto?

Alec y Logan se miraron entre ellos, mientras que Louis se mordía las uñas con nerviosismo, aunque él también estaba sonriendo. Pero todos tenían algo en común: era una sonrisa un tanto macabra que a Sean no le daba buen rollo.

Sean apoyó las manos en el lavabo del cuarto de baños para chicos, mirando con los ojos entrecerrados a sus amigos. Alec sacó una bolsa de su mochila, donde se podía ver que dentro había una caja. Le tendió la bolsa y Louis empezó a reírse. Logan le dio un pisotón, aunque él también estaba a punto de reír. Sean miró a sus amigos con un gesto de preocupación y posó sus ojos azules sobre la bolsa que le tendía Alec, que de vez en cuando la meneaba en el aire, invitándole a que la cogiera.

-Me dais miedo.

Pero aún así, cogió la bolsa y sacó la caja. Se rio al ver lo que había dentro y sintió que un flash lo cegaba por un momento. Era Logan, que había sacado su móvil, mientras que Alec y Louis se reían.

-¡Feliz cumpleaños, amor!

*

*

*

-Hola, bonito.

Se esperaba un "no me llames bonito, imbécil" un simple "imbécil" o una mala mirada, pero en vez de eso, Cristian se giró a mirarlo. Y le sonreía. Y no era una sonrisa amarga o sarcástica.

Este está enfermo.

-Hola, Sean.

Ahora le diré al profesor que Cristian no se encuentra bien y que necesita irse a casa. Esto no es NORMAL.

Sean frunció el ceño.

-¿Te pasa algo?

-No, ¿por?

El rubio se encogió de hombros. ¿Para qué cuestionar eso? Cristian parecía estar de buen humor y eso a él le gustaba. Le encantaba.

Cristian estaba sacando el libro de matemáticas de la mochila, y eso le hizo recordar algo que había en su mochila y que corría gran peligro si alguien lo llegaba a ver.

Carraspeó la garganta, llamando la atención de Cristian, que como siempre, le caían las gafas en la punta de la nariz. Sean, con un dedo se las volvió a poner en su lugar y le sonrió.

-¿Me haces un favor?

-Aún me tienes que dar mis apuntes de física y química.

Sean rodó los ojos y cogió su mochila para devolverle los apuntes a Cristian, que al ver una bolsa dentro de la mochila, entrecerró los ojos verdes.

-¿Qué llevas ahí?

-De eso te quería hablar. Necesito que me guardes esto en tu taquilla, por favor.

-¿Qué es?

El profesor llegó a la clase y todo el mundo se quedó en silencio. Sean le lanzó una mirada de súplica a Cristian, que rodó los ojos y suspiró un poco.

-Está bien.-susurró.

Cuando la clase de matemáticas terminó, Elliot vio que Cristian y Sean se iban juntos a alguna parte del instituto, y eso era extraño, porque sabía que la siguiente clase no les tocaba juntos. Iban hablando entre ellos y como a él le tocaba una clase de aquel pasillo por el que iban ellos dos, decidió seguirlos un poco.

Llegaron hasta las taquillas y vio que Sean metía una bolsa en la taquilla de Cristian, que no le hizo preguntas. Él no era muy curioso, de todas formas. Cristian cerró la puerta de la taquilla y Sean pronunció un leve "gracias" y luego cada uno se fue por su cuenta.

Qué raritos son estos dos.

*
*
*

-No me puedo creer que hayas guardado un consolador en mi taquilla. ¡Un consolador, imbécil!-dijo entre dientes.

Sean recordó al feliz y radiante Cristian de la clase de matemáticas. Ahora el que tenía delante no se parecía demasiado a aquel antiguo Cristian. Este estaba mucho más cabreado, le agarraba con los puños la tela del polo del instituto y sus caras estaban demasiado cerca.

Si no estuviera tan cabreado, intentaría besarle.

-Oye, tú no insististe en saber qué había en la bolsa.-se intentó defender.

Cristian le soltó la ropa y se pasó una mano por el pelo castaño. Sean se sintió aliviado de que Cristian lo soltara, no soportaba estar tan cerca de su cara y no besarle.

-¿Y qué haces con un consolador en el instituto?-preguntó en un tono bajo, para que solo Sean lo escuchara.

El rubio se pasó una mano por la nuca y acabó despeinándose todo el pelo.

-Pues hoy es mi cumpleaños, y mis estúpidos amigos me han comprado esto. Genial, eh.

Cristian no pudo evitar reír al oír aquello, pensando que Logan, Alec y Louis estaban fatal de la cabeza, pero luego se le pasó y miró serio a Sean, cruzándose de brazos.

-Son más estúpidos...

-Yo no te he comprado nada. ¡Ni sabía que hoy era tu cumpleaños!-exclamó Cristian dramáticamente, apoyándose en uno de los casilleros cerrados.

-No pasa nada.-se encogió de hombros Sean-. No me tienes que comprar nada, sé que los chicos me harán una fiesta este fin de semana en algún lugar, como el año pasado. Y que despertaré medio moribundo en algún lugar, como el año pasado.

-Pero yo te quiero comprar algo.-insistió Cristian-. Hoy vamos a algún centro comercial y te compro algo.

Y eso no sonó como una pregunta, sonó como una orden, más bien. Pero eso a Sean no le importó demasiado, Cristian quería comprarle algo por su cumpleaños, por lo que le hacía sentir feliz, y además, pasaría la tarde con él, lo que era aún mejor.

Cristian se giró dispuesto a irse a su siguiente clase, pero antes de dar un paso, giró sobre sus talones y miró a Sean una última vez.

-Y feliz cumpleaños, imbécil.

Y dejó a Sean apoyado en los casilleros, con los alumnos yendo de un lado a otro por aquel pasillo. Sean se quedó mirando cómo se iba, con las manos en los bolsillos del pantalón y la mochila colgada a los hombros. Eso le recordó que debía meter la bolsa con la caja dentro de la mochila. Si alguien llegaba a ver el consolador, serían muchas preguntas que no tenía ganas de responder.

*
*
*

Cuando Sean llamó a la puerta de la casa de Cristian, Runaways de All time low estaba sonando en el portátil del castaño. Cristian lo apagó y antes de salir, cogió una chaqueta que había en el perchero y al abrir la puerta, se encontró con la deslumbrante sonrisa de Sean. Siempre deslumbrante.

Caminaron hasta una parada de autobús que los dejaría directamente en el centro comercial y mientras, hablaban y reían sobre cualquier cosa. El día estaba nublado, como la mayoría de los días, y unos minutos antes de que llegaran al centro comercial había comenzado a llover, pero eso Sean y Cristian no lo habían notado, estaban demasiado enfrascados en su conversación sobre el viaje de Sean a Madrid que hizo con sus padres cuando tenía quince años.

Entraron y no se sorprendieron demasiado al ver que no había mucha gente aquel día. Eran las ocho de la tarde y además un día de entre semana.

Cristian metió las manos en los bolsillos de aquella chaqueta que le gustaba tanto a Sean y miró de reojo al rubio.

-¿Tienes algo en mente?

Pero Sean no escuchó la pregunta que le hizo el chico a su lado, estaba mirando hacia la entrada de un parque de recreativos, de donde salían luces rosas y azul oscuro, y se oían los ruiditos que hacían las máquinas de juegos.

-Entremos ahí.

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