Lo primero que sintió al despertar, fue que la habitación estaba demasiado iluminada. Lo segundo que notó, fue que Cristian estaba dormido a su lado. Y lo tercero que notó fue que Beer estaba dormido sobre su cabeza. Con una mano tonta y aún dormido, consiguió que Beer saliera de su pelo y se bajara de la cama. Abrió los ojos azules lentamente y los paseó vagamente por la habitación. Por la ventana se veía que era un día sábado soleado y luminoso. Demasiado luminoso para alguien que se acababa de despertar. El portátil estaba sobre la mesita de noche, junto a las gafas de Cristian, que dormía a su lado dándole la espalda. Tenía el pelo castaño revuelto y estaba tapado con la colcha hasta la mitad de la espalda. Sean se recostó mejor contra la almohada y puso una mano bajo su nuca. Lo único que se oía era el piar de un pájaro en la calle y la respiración profunda de Cristian. Y Sean pensó que podría vivir con algo así todas las mañanas.
Estaba tan metido en su mundo, que tardó un par de minutos en darse cuenta de que Cristian estaba despierto y que lo miraba con sus ojos verdes. La mejilla la tenía apoyada en la palma de la mano y un mechón de pelo le caía sobre la frente. Sean pensó que estaba jodido.
-¿Sabes que tu gato ha usado de almohada mi pelo?-rompió el silencio el rubio.
Aunque Cristian veía medio mal por no llevar las gafas, podía distinguir que el pelo de Sean estaba fatal.
-Eso explica por qué parece que unos pájaros lo han usado como nido.
Sean lo miró burlón y no pudo evitar estirazarse. Él solo estaba tapado hasta la cintura, y Cristian pudo notar los músculos en tensión bajo la fina camiseta que le había prestado para dormir. Tragó saliva y se sentó en la cama, para luego ponerse las gafas. Sean lo miraba desde abajo, y no sonreía. Y algo que odiaba Cristian era que lo observaran, aunque él lo hacía mucho.
-Deja de mirarme.
Beer decidió subirse a la cama. Se puso frente a su dueño y lo miró con sus grandes ojos verdes. Maulló y Sean le acarició la cabeza, cosa que el gato agradeció. Cristian no pudo evitar fijarse en el tatuaje que había en cada dedo de la mano izquierda de Sean.
-Hay que llevarlo al veterinario.-le recordó Sean al castaño, que se acababa de levantar de la cama.
-Pf.
Sean se levantó también. El único que parecía tener más ganas de quedarse en la cama era Beer.
-Te acompaño. No quiero volver todavía a casa.-dijo pasándose una mano por el pelo.
Cristian se giró a mirarlo y pensó que aquella camiseta le quedaba mejor a Sean que a él, y eso le sentó medio mal.
-¿Tu madre no estará preocupada?
Sean no le contestó, simplemente hizo un leve encogimiento de hombros. Estaba entretenido mirando los papeles que había en el escritorio de Cristian. Cogió uno de ellos y lo ojeó un poco.
-¿Tocas el piano?
-Lo hacía. Cuando vivía en España tenía un teclado, pero lo dejé en casa de mi abuela. Hace dos años que no lo toco. Voy a tirar las partituras, me ocupan espacio.
Sean abrió la boca para hablar, pero la puerta de la habitación se abrió y Laura los miró con una pequeña sonrisa. Tenía el pelo recogido en una coleta e iba vestida con un chándal negro y rosa.
-Chicos, hay café hecho. Yo voy a salir a correr con una amiga y Sergio no está. Y... Cris, controla al gato.
Ambos chicos se giraron a ver a Beer, que se estaba lamiendo sus partes íntimas sobre la cama. Sintió las miradas de las tres personas y dejó de lamerse para mirarlos a todos y soltar un maullido enfadado.
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No
Ficção AdolescenteDonde Cristian le contesta "no" a todo lo que le dice Sean. Donde Sean no se da por vencido aunque todo lo que le responde Cristian es "no". Cristian es de ese tipo de chicos que cuanta menos gente le hable, mejor. Sean le hablaba a todo el mundo...