;extra de ti;

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-Y...¿Dónde estuviste toda la tarde ayer, Sean?-preguntó la mujer con una mueca en los labios.

Su hijo bufó y apoyó la cabeza en el respaldo de la silla, haciendo que la cabellera rubia cayera hacia atrás.

-Fui a fumar marihuana por ahí, y luego me fui a una carrera ilegal de caracoles.

No soportaba los interrogatorios de su madre, era la cosa que más odiaba en el mundo.

La mujer suspiró cansada y se levantó de la silla, para luego irse de la habitación. Sean suspiró agradecido de estar solo de nuevo y se dejó caer en la cama. Giró la cabeza y vio la caja de galletas vacía en la mesita de noche. Sonrió y puso ambas manos en la nuca. En realidad, la tarde anterior no había estado con nadie. Solo se dedicó a dar vueltas por la ciudad. Estuvo un rato en Hyde Park viendo a la gente cazando Pokémons, y simplemente le entró curiosidad y se pasó el resto de la tarde con el móvil en la mano, recorriendo las calles en busca de Pokémons . Y estaba tan metido en el juego, que el móvil se le quedó sin batería, y cuando quiso darse cuenta, ya era de noche, y su madre seguro que estaba preocupada. Por eso aquél estúpido interrogatorio. Pero su madre solo se comportaba como una madre cuando ella quería, como en esa ocasión. Pero cuando por ejemplo, le confesó que le gustaban los chicos, la reacción de la mujer no era propia de una madre que se preocupaba por su hijo.

Escuchó que alguien llamaba en la habitación. La puerta se abrió y apareció la cara de Cristian. Este llevaba ya el pijama puesto y tenía el pelo húmedo, señal de que se acababa de duchar.

-Solo vengo a decirte que el baño ahora está libre y que es domingo de pizza, así que...¿te gusta de algo específico o...?

Sean sonrió y se levantó de la cama, quedando a la misma altura que el chico de ojos verdes. Se acercó a él y Cristian se apoyó despreocupado en el marco de la puerta, cruzándose de brazos.

-Solo pregunto porque mi madre me lo ha pedido, no es que me importe lo que tú quieras.

El rubio rio ante lo que había dicho y puso su boca a la altura del oído de Cristian, que se estremeció al tenerlo tan cerca, pero no hizo ningún ademán de alejarse.

-Dile a tu madre que me gustaría que tuviera extra de ti.-le susurró.

Cristian hizo una mueca y lo empujó.

-Eres un imbécil.

Y se fue de la habitación cerrando la puerta de un portazo, haciendo que la sonrisa de Sean aumentara.

*
*
*

Cristian le pagó al repartidor y cerró la puerta con el pie, ya que en las manos llevaba las tres cajas de pizza que habían pedido para aquella noche. Normalmente solo hacía falta una, pero al haber más gente esa vez...

Llegó cargado al comedor, donde dejó las pizzas sobre la mesa, y sin poder resistirse, abrió una de las cajas, haciendo que su estómago rugiera cuando el olor llegó hasta él.

-Por  el amor de Dios...

Sean y su padre llegaron al comedor, seguidos del resto de padres y de Mark. Se sentaron, y tras abrir las cajas, comenzaron a comer.

Los adultos tal vez se esforzaron demasiado en que hubiera conversación durante toda la cena, aunque Cristian no participaba demasiado. Él no solía hablar mucho, y menos aún cuando había desconocidos. Además, Sean le lanzaba miradas perversas de vez en cuando, y nadie parecía darse cuenta de eso. ¿Cómo podían estar tan ciegos?

Cuando terminaron de cenar, recogieron la mesa y los padres se quedaron un rato hablando en la cocina, mientras que Sean y Mark fueron a su habitación compartida y Cristian a la suya.

Sean miró a su hermano, que ya estaba dormido en la cama de enfrente. Eran ya cerca de las doce de la noche, pero no había podido conciliar el sueño. Simplemente tenía demasiada energía como para dormir. ¿Cómo iba a dormir si Cristian estaba en la habitación de enfrente y además se había tomado un café? Sin contar que Sean era una persona nerviosa de por sí. Así que sin pensárselo mucho y de puntillas, salió de su habitación, y con cuidado, abrió la puerta de la habitación de Cristian, que por la rendija había podido ver que la luz la tenía encendida. No se sorprendió demasiado al verlo con el portátil encendido y los auriculares puestos. El chico al verlo, dejó el portátil de lado y lo miró con los ojos entrecerrados. ¿De verdad Sean no se cansaba de él? ¿No se cansaba de que lo tratara mal y de que le ignorara? Ese chico estaba mal.

-¿Qué haces aquí? Es tarde.

-Es tarde, pero tú sigues despierto.

Cristian no supo cómo contestarle, así que simplemente se quedó callado y esperó a que el rubio hablara. Sean al ver que había dejado al chico sin palabras, sonrió y se sentó en la cama a su lado. Jugó con la manta distraídamente y tras unos segundos, lo miró.

-¿Te vienes a jugar a Pokémon Go conmigo?

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