:no quiero:

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Soltó todo el aire de golpe y se preparó mentalmente unos diez segundos más. Iba a cenar con la familia de Cristian en su casa. Sí, genial. A él no le importaba mucho, pero a Cristian parecía que sí. Y bastante. Decía que su hermano estaría con mirada de asco toda la noche y que su novia haría preguntas incómodas y sin sentido, que era lo que hacía Noemí. Pero eso a Sean no le importaba mucho. Allí iban a estar Cristian y sus padres, con los que tenía confianza y eso. Y todo por idea de Noemí. Cristian le había pedido decenas de veces que no fuera, pero como Laura conocía a su hijo, llamó expresamente para decirle que fuera. Sean iba a ir de todas formas, pff.

Así que después de todo el lío, ahí estaba, frente la puerta de la casa de Cristian. Finalmente llamó a la puerta y no se esperaba que le abrieran tan rápido. Cristian le sonrió enseñando los dientes y Sean instantáneamente le imitó. Lo cogió de ambas mejillas y le besó, y sintió que Cristian reía un poco contra sus labios, y una de sus manos en su mandíbula, y eso le gustó mucho. Cuando se separaron, Cristian abrió los ojos con sorpresa y negó repetidamente con la cabeza.

-Cómo te atreves.

Sean ladeó la cabeza y a Cristian le recordó a un cachorrito confundido.

-¿Qué?

-Tu pelo.

Ah, eso. Como ya lo tenía demasiado largo (ni siquiera le llegaba a la mandíbula, pero el flequillo de verdad era exagerado), Pet le había literalmente obligado a que se recogiera un pequeño moño, quitando todo (o casi todo) rastro de pelo de su cara. Bueno, ni siquiera él mismo se lo había hecho, había sido Pet. Más bien era un negado para ese tipo de cosas.

Cristian se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos, observándolo con el ceño fruncido. De esa forma se le veían muchísimo mejor los ojos, parecía más adulto y se imaginó a Sean con una tabla de surf en las playas de Australia. Y bueno, la polla le palpitó un poco.

-¿No te gusta?

-Así no te puedo acariciar el pelo, así que no, no me gusta.

Le seguía palpitando la polla mientras que hablaba. En verdad no sabía si le gustaba o no le gustaba.

Sean sonrió tontamente y antes de poder decir nada, una muchacha de pelo castaño y sonrisa deslumbrante apareció y le plantó un beso en cada mejilla mientras hablaba.

-¡Tú debes de ser Sean! ¡Qué guapo!-le pegó un codazo en las costillas a Cristian y le guiñó un ojo, mientras que él solo rodó los ojos-. ¡Entra, entra!

Sean le sonrió medio cortado y se dio cuenta de que tenía un fuerte acento al hablar inglés, pero era un acento diferente al de Víctor, al de Laura y Sergio o hasta de Cristian, al cual se le iba un poco a veces cuando hablaba rápido.

Sean entró y Cristian cerró la puerta. Noemí se había ido a la cocina para avisar a todos que Sean ya estaba allí, y este notó movimiento a sus pies.

-Vaya, pero si es el bichito.-le dijo al gato, que ronroneaba contra sus piernas.

Y Cristian hizo una captura mental del momento; Sean encorvado mirando a Beer, con una camisa blanca puesta y el pelo recogido.

Pasaron al salón, donde ya estaban todos. Se saludaron, Sean le hizo caras tontas a la niña de Noemí y Víctor, hablaron sobre el tiempo, sobre lo que iban a ver en su visita a Londres y de lo que estaba estudiando Sean. No se sintió para nada incómodo, porque Noemí era simpática, Víctor se estaba comportando y bueno, Laura y Sergio eran Laura y Sergio. Y Cristian estuvo a su lado en todo momento, y notaba que sonreía a su lado cuando hablaba de lo que quería estudiar y de que tocaba la guitarra. Y había pasado una mano por su cintura, y de ahí no se movió hasta que se sentaron en la mesa para comer, y Sean sintió que se enamoró un poquito más de Cristian en aquel momento.

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