;pollas;

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Dio un par de golpecitos con la goma mordisqueada del lápiz en la libreta y suspiró cansado. Miró hacia la ventana de su cuarto, cuyo cristal estaba mojado por pequeñas gotas de agua y la luz de la farola de la calle se colaba en la habitación. Beer dormía en la cama de su dueño y el despertador marcaban las diez de la noche. Ya había cenado, y estaba intentado terminar unos ejercicios de matemáticas, pero no se encontraba con demasiadas ganas de seguir, así que cerró la libreta de golpe y dejó el lápiz con la goma mordisqueada sobre el escritorio. Dio una vuelta en la silla giratoria y como antes, su gato seguía dormido sobre su cama. Al parecer, la cama de Cristian era más de Beer que de él.

Sonrió cuando vio su amado portátil sobre ella. Hacía bastante que no seguía con sus series, ya que no se lo había llevado a España en las vacaciones, y allí nadie le había prestado ninguno, por no hablar que se había pasado la mayor parte de los días son sus familiares y yendo a un sitio y a otro.

Se levantó de la silla y se dejó caer en la cama, despertando a Beer, que lo miró con sus ojos verdes entrecerrados. Apoyó la espalda contra la pared y encendió el portátil, Beer se tumbó a su lado y ronroneó cuando Cristian le empezó a hacer caricias, aunque él no le prestaba demasiada atención.



Por alguna razón, se despertó sobresaltado. No recordaba si había soñado algo, pero tampoco le importaba mucho. Se masajeó las sienes haciendo un gesto de dolor. Al quedarse dormido sin quitarse las gafas, se había hincado las patillas y le dolía la cabeza. Pensó que se podría haber despertado por algún ruido, pero todo parecía igual que antes. Beer estaba dormido a su lado, el despertador marcaban las una menos cuarto de la madrugada y la lámpara de su escritorio seguía encendida, todo como estaba antes de quedarse dormido.

Se iba a acomodar mejor entre las mantas, cuando algo chocó contra el cristal de su ventana. Frunció el ceño y se fijó en Beer, que también miraba hacia la ventana. Justo cuando se levantó de la cama, de nuevo algo chocó contra la ventana. Se acercó a ella y miró hacia abajo, encontrándose con el responsable de aquellos ruidos. Rodó los ojos y sonrió un poco. Abrió la ventana y se asomó, viendo la deslumbrante sonrisa de Sean.

-¿Se puede saber qué haces?-apoyó las manos en el borde. La gafas le resbalaban por la nariz y temió que se le cayeran, así que las volvió a colocar bien.

Afuera olía a humedad y hacía un frío horrible. Todo estaba cubierto de nieve que había caído a lo largo del día y el cielo estaba despejado, parecía que no iba a nevar más.

-Intentar ser romántico. Ya sabes, tirando rocas a tu ventana a media noche.-se llevó una mano al corazón. Le salía vaho de la boca y llevaba un gorro negro puesto. Vio la forma de una mochila en su espalda.

-Te has pasado un poco de media noche, Romeo. Y tú no eres romántico, eres descarado.

-Qué bien me conoces.-sonrió.

Sean no le dijo para qué estaba allí, pero igualmente dijo:

-Ya bajo. Espera.

Antes de cerrar la ventana, vio que Sean sonreía de nuevo. Miró hacia abajo y vio lo que llevaba puesto. Una camiseta vieja verde y abajo solo llevaba la ropa interior. Así que bufando un poco, se cambió de ropa y con mucho cuidado de no hacer ruido, salió de la casa. En la acera, bajo la luz de la farola, estaba Sean. Tenía puestos aquellos guantes sin dedos e inmediatamente supo que estaba jugando a Pokémon Go. Al oírlo cerrar la puerta, dejó de mirar la pantalla del móvil y sonrió al verlo de nuevo. Cristian bajó las escaleras hasta llegar a Sean y metió las manos en los bolsillos, jugueteando con las llaves entre los dedos. La acera estaba llena de nieve sucia, menos en el centro, por donde pasaba la gente. Cristian tuvo cuidado de no resbalarse.

-¿Qué pasa?

Sean se puso un poco más cerca del castaño y le dio un corto beso en los labios.

-¿Te vienes a cazar Pokémons conmigo?-dijo, y Cristian supo que eran exactamente las mismas palabras que una vez dijo.

Y algo en el tono de voz que usó, le hizo saber a Cristian que no iban a jugar precisamente a Pokémon Go.



-¿Y qué hacemos aquí?

Habían estado caminando por unos minutos hasta que habían llegado a un parque infantil que estaba cerca del barrio de Cristian. Había un par de árboles sin hojas cuyas ramas estaban llenas de nieve, al igual que los pocos columpios del lugar.

Durante todo el trayecto, habían estado hablando de todo un poco. Aunque Cristian seguía sin saber qué había en la mochila que llevaba Sean consigo.

Sean metió las manos en los bolsillos de su abrigo y lo miró de reojo. Por el frío, Cristian tenía las mejillas sonrojadas, y eso le pareció tierno. Luego pensó que él tendría que estar igual, y le siguió pareciendo tierno.

-Pues es un parque.-se encogió de hombros, sin sacar las manos de los bolsillos.

Cristian se giró a mirarlo.

-Sé lo que es. Te he preguntado que qué hacemos aquí.

Pero Sean no le estaba oyendo. Se había separado de él y se dirigía a un banco del parque, que estaba cubierto por una capa de nieve. Cristian se apoyó en una farola y entrecerró los ojos, observando lo que hacía el rubio. Sean se agachó un par de veces para poner más nieve sobre el banco, y cuando pasaron un par de minutos en los que Cristian lo miraba curioso (desde donde él estaba no veía bien qué hacía), Sean se puso de pie y se sacudió las rodillas mojadas y se giró para mirar a Cristian, que ya veía lo que era.

Una extraña figura blanca estaba sobre el banco. Frunció el ceño al verlo, aunque Sean parecía bastante orgulloso de su obra.

-¿Has hecho una polla de nieve?

El rubio al oír aquello, abrió ampliamente sus ojos azules mientras que empujaba al chico, aunque se reía a carcajada limpia.

-¡Es Pikachu! ¡Mente sucia!

Esta vez, el que rio fue Cristian, que no podía ver dónde estaba el pobre Pikachu en aquella escultura de nieve.

-No me jodas, eso es una polla.

Sean removió un poco la nieve con el pie y cogió dos piedras pequeñas. Se las colocó al Pikachu en lo que se suponía que era la cabeza y miró a Cristian con las manos en la cintura.

-¿Y ahora qué?

-Una polla con ojos.

En realidad, eso no parecía ningún Pikachu. Simplemente era una forma amorfa hacia arriba, un poco más ancha en la punta. Ni siquiera tenía cola. Supuso que Sean lo había intentado, pero que no había conseguido hacerlo.

Cristian se puso junto a Sean, le palmeó el hombro y miró con un poco de pena al supuesto Pikachu.

-Mira y aprende del mejor, Sean.-se agachó para poner más nieve sobre el banco.

-¿El mejor en hacer pollas?

-Acabas de admitir que es una polla.-le contestó el castaño sin mirarlo.

Sean dijo algo entre dientes y clavó el talón en la nieve. No pensó que Cristian le podría devolver el golpe.

-Mierda.



el título del capítulo es tan inspirador

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