;mascota;

965 101 25
                                    

Era ya viernes por la tarde, y Sean y Cristian habían quedado con el resto de sus amigos en una parada de autobús. El plan era llegar en autobús más o menos cerca del cementerio y luego caminar hasta llegar.

Cristian se dejó caer en la pared que había al lado de la parada y apoyó el pie en esta. Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y observó a Sean, que estaba en frente de él con el móvil en las manos, jugando seguramente a Pokémon Go. El viento hacía que el pelo lo tuviera revuelto y la luz de la farola que había justo encima de él hacía que pareciera más rubio.

-Aquí no hay un solo bicho que merezca la pena.-se quejó guardando el móvil en el bolsillo trasero del pantalón.

Se apoyó al lado de Cristian y lo miró de reojo. Tenía las mejillas sonrojadas por el frío y tenía puesta una chaqueta vaquera que le quedaba condenadamente bien. Sintió ganas de ponerse frente a él y besarle, pero evidentemente se contuvo y simplemente se quedó en el sitio.

-¿Cuándo vendrán estos estúpidos?-rompió el silencio Cristian mirando la hora en la pantalla de su móvil.

Sean rio un poco y sacó el móvil.

-Podemos hacer una foto para SnapChat.-sugirió.

-¿Qué? No. Salgo mal en las fotos.

Sean lo miró con los ojos entrecerrados.

-¿Quieres que te pegue?

¿Cómo se atrevía a decir tal cosa? Cristian le parecía demasiado guapo. Con sus gafas ladeadas, sus arruguitas a ambos lados de los ojos verdes y su pelo castaño. Y por no hablar de su culo.

El castaño rodó los ojos y con un movimiento de cabeza accedió a hacerse la foto. Sean sonrió ampliamente y se metió en la aplicación.

-¡Podemos usar el filtro de los perritos!-exclamó.

Cristian rio ante el tono infantil que usó el ojiazul y se puso más cerca de él para que la cámara le reconociera también la cara a él. Las orejas y el hocico del dálmata le apareció en la pantalla y no pudo pensar que ese filtro era el mejor.

Sean abrió la boca y en la pantalla apareció la lengua del perro, Cristian sonrió y justo en ese momento echó la foto. Sean sonrió al verla y la guardó en la galería, para luego escribir en ella "cristian, mi nueva mascota" y la subió a su historia.

El castaño lo miró indignado por haber puesto aquello y abrió la boca dispuesto a decirle un par de cosas, pero vio de lejos que sus amigos y los de Sean llegaban. Elliot llevaba una mochila colgada de los hombros, y Cristian supuso que era ahí donde llevaba la ouija.

Llegaron hasta ellos y se saludaron entre ellos.

-¿Cómo vamos a entrar?-preguntó Louis refiriéndose al cementerio.

-Saltaremos el muro.-se encogió de hombros Elliot.

El autobús por fin llegó y todos subieron a la par. Algunos consiguieron asiento y otros se tuvieron que quedar de pie. Cristian fue uno de los que se quedaron de pie y desde ahí podía ver que la mayoría de las personas que iban, eran adolescentes disfrazados o adultos que habían salido de trabajar.

Después de cerca de media hora, llegaron a su parada. Bajaron y entre tonterías y risas, llegaron al cementerio. Se fueron a la puerta principal, y desde ahí se podían ver las lápidas blancas y las flores en el suelo.

Louis se cruzó de brazos para mantener un poco más el calor y se apoyó en una pierna.

-¿No nos verá alguien?

-Hay que entrar por detrás, por aquí es fácil que nos vean.

Todos hicieron caso a lo que dijo Elliot y hablando entre ellos, fueron a la parte trasera del cementerio.

NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora