Roomates (Maria Hill)

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Prólogo: Tú roomate y mejor amiga Maria Hill vuelve muy herida de una misión y tienes que ayudarla con sus lesiones.

Advertencia: Menciones de sangre y muerte, además de menciones de smut.

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–Un día de estos vas a hacer que te maten Maria Hill y voy a tener que ser YO quien organice y pague por el funeral. Y créeme que los ataúdes no son nada de baratos. Cuando mi papá murió y compramos el ataúd quedamos endeudados. ¿Oíste? ¡Endeudados!–Le ibas diciendo mientras la ayudabas a llegar al baño para poder comenzar a ayudarla a limpiar sus heridas.

–Auch... Sí, lo sé... Repites esa historia cada vez que vuelvo así.–Respondió Maria entre risas al verte tan preocupada.

–Y aún no aprendes. Tú que crees, ¿Qué mi sueldo como camarera en un bar va a poder pagar tú funeral? Sé más considerada Hill... no quiero tener que buscar roomate otra vez.–Dijiste mientras comenzabas a preparar todo para limpiarla, lo último saliendo más como un susurro.

–¿Son sentimientos lo que percibo aquí, T/A? Quien lo diría... La mujer fría sin sentimientos se los tenía bien guardados...–Dijo Maria molestandote con una pequeña sonrisa, pero al ver que tenías los ojos llenos de lágrimas, se detuvo y verdadera preocupación comenzó a crecer dentro de ella.–Hey, solo era una broma... ¿Está todo bien? ¿Ocurrió algo en tú trabajo?

–Todo bien, Hill. Ahora quédate quieta para poder limpiar tús heridas antes de que se infecten.–Respondiste limpiando las lágrimas que se te escaparon sin mirarle a la cara mientras comenzabas a hacer tú trabajo.

Era innegable que había algo entre ustedes mucho más allá de la amistad y cariño que se tenían, ese cariño era mucho más grande, tú sí sabías lo que era, tú la amabas, más que a una amiga. Pero ella no, Maria parecía no darse cuenta de tús sentimientos hacia ella ni de esa conexión tan especial que tenían.

Pero desde que Maria comenzó a salir con un tipo llamado Paul, o algo así, tú comportamiento hacia ella cambió totalmente. Las noches de películas que tenían comenzaron a ser un simple recuerdo, sus clases de cocina para que ella pudiese subsistir cuando tú fueras a visitar a tú madre se redujeron a cero, y ya casi ni se veían, y no era por los horarios de trabajo de Maria, si no que cada vez veía como tenías más excusas para estar fuera de casa. La más recurrente era, "No quiero interponerme entre tú y Paul".

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–Okey, ya me cansé. ¿Qué es lo que sucede contigo?–Te preguntó Maria un día mientras estabas cocinando.

Ya llevaba una semana entera en el departamento porque Fury le ordenó quedarse para recuperarse mejor, y tú, cada vez que no ibas a trabajar, te quedabas con ella para poder cuidarla. Cuando no estaba Paul, obviamente.

–¿Qué quieres decir con eso?–Le preguntaste mientras apagabas la cocina.

–Me refiero a que estás muy extraña conmigo. Sé que te preocupas por mí cuando voy a misiones y llego así, pero me estás evitando. Y esto no es solo de ahora, es de mucho antes. Y ahora que lo pienso, todo comenzó cuando comencé a salir con Paul. Así que dime, ¿qué es lo que te está pasando?, porque, honestamente ya no tengo idea. Ya casi ni hablamos, no nos vemos y—Iba hablando Maria cuando le interrumpiste.

–¿Quieres saber lo que me pasa? ¿De verdad quieres saber?–Le preguntaste ya con un tono irritado.

–Sí. Así es. Por eso te pregunto. Quiero saber qué es lo que le está pasando a mi mejor amiga...–Respondió ya más calmada, y con un tono de sinceridad en su voz.

Al oír la palabra "amiga", una amarga y fría risa salió de tús labios antes de hablar.

–¿Ves? Ese es el problema. Que tú solo me ves como una "amiga". Paul, claro. Él es tú novio. Paul puede... puede abrazarte durante las noches, y besar tús labios cuando se le de la regalada gana.

Tiene-tiene la oportunidad de-de... de escucharte gemir su nombre y tocar tú cuerpo, y darte placer. Pero yo, no. No puedo hacer eso. No puedo... tenerte de la manera que él te tiene. No puedo besar tús labios, ni tomar duchas contigo, ni abrazarte cada noche hasta dormirnos.

No puedo tocar tú cuerpo mientras te escucho gemir mi nombre.
En lugar de eso, lo hago yo. Sola en mi habitación, gimiendo tú nombre, deseando que fueran tús dedos dentro de mí, mientras Paul y tú están en tú habitación.–Te desahogaste por completo, mientras ella solo te miraba hablar y hablar.

Su rostro cambiaba de confusión, a... a... cualquiera que fuese su expresión en esos momentos, pero no decía ni una sola palabra.

Luego de unos minutos en los que ninguna decía nada, mientras tú mordías tú labio nerviosamente y lágrimas caían por tús ojos, María trataba de asimilar todo lo que acababas de decirle.

Ya luego hablaste otra vez más calmada y con un tono de voz suave, casi como un susurro, pero lo suficientemente fuerte para que ella escuchara.

–No es que no tenga sentimientos, Maria. Obviamente sí los tengo. Es solo qué... es solo que si los demuestro, vas a saber realmente lo que siento por tí, y cuan frágil y débil soy por dentro.

Tú sabes mi historia, de donde vengo... por todo lo que he pasado. Tuve que construir murallas a mi alrededor para no salir herida otra vez, y tú eres la única la cual ha podido entrar. Una vez dentro, te alojaste en mi corazón y no quisiste salir más de allí. Y al verte con él... yo- solo... no sabes cuanto desearía ser él...–Le dijiste con lagrimas en los ojos, al fin levantando la cabeza para mirarla.

Después de unos segundos, caminaste hacia la puerta. Tomaste tús llaves y chaqueta, y saliste del departamento.

Maria se quedó allí, sola, parada en medio de la cocina, todavía asimilando todo lo que acababa de escuchar.

¿Cómo es que nunca se había dado cuenta? Siempre estando contigo se sentía feliz, completa, había algo en tí que la hacía sentirse bien. Era diferente cuando estaba con Paul. Se sentía forzada, por más que tratara, no podía divertirse con él de la manera que lo hacía contigo, y ahora veía el por qué. Ella también se había enamorado de tí, pero no se había dado cuenta hasta ahora.

¿De verdad era muy tarde? No lo sabía. No sabía que hacer. No sabía sí ir detrás tuyo, o dejarte ir. No sabía sí llamarte o no. No sabía sí le contestarías o rechazarías la llamada. Lo que sí sabía, es que te amaba, y esperaba que aún no fuese muy tarde para expresarte cuanto, y lo mucho que lo sentía por no haberse dado cuenta mucho antes.

Avengers OneShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora