El regreso (Stephen Strange)

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Prólogo: Parte 2 de "La guerra y el deber".

Advertencia: Descripción de cicatrices.

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Iba a ser difícil, muy difícil. Estar incomunicados, sin saber sí volverías o no, sería la parte más dura de todas, pero confiaba en ti y en tús habilidades a la hora pelear. Solo esperaba poder volver a verte una vez más, y tener la tranquilidad de que estarías bien y a salvo otra vez en sus brazos.

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Ya había pasado un año entero desde la última vez que Stephen te vio o supo algo de ti. Pero en todo ese tiempo, se mantuvo fiel a su esposa, esperándote hasta que regresaras de la guerra, esperanzado de que sería con vida, y no que alguno de tus hermanos llegaría a darle la triste noticia de tu muerte.

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Un día mientras él no estaba en el Sanctum, llegaste y te encontraste con Wong en la entrada del lugar.

–¡T/N!–Exclamó al verte, acercándose para abrazarte fuertemente.–No sabes que tan preocupados estábamos.

–Lo lamento...–Dijiste soltando una pequeña risita.–La guerra duró más de lo que alguna vez imaginamos, pero ganamos.

Wong te dio una pequeña sonrisa, dándote otro abrazo, sin mostrar la impresión ante el cómo te veías ahora, no queriendo incomodarte.

–Stephen debe estar por llegar. Su habitación sigue siendo la misma, ¿Así que por qué no vas y te pones cómoda? Al fin y al cabo, estás de vuelta en casa.

–Gracias Wong.–Le agradeciste con una sonrisa, caminado hacia su cuarto, cojeando levemente aún adolorida por todas las heridas que te hiciste durante la batalla, y las secuelas de estas.

(.....)

–Buen día Wong.–Le saludó Stephen entrando en la biblioteca.

–Que bueno que llegas, Stephen. Hay alguien esperándote en tu habitación.–Le dijo levantando la vista de su libro, y ofreciéndole una pequeña sonrisa. Algo muy inusual.

Al escucharlo, sintió como su corazón comenzó a latir más fuerte, y prácticamente corrió hasta llegar a su cuarto, olvidándose completamente de que podía abrir portales debido a la emoción, y te vio recostada en la cama viendo al techo.

Al oírlo, te levantaste lentamente, quedando a unos pocos metros del asombrado hechicero, quien aún no podía creer que estabas de vuelta.

Tu apariencia había cambiado muchísimo. Una gran cicatriz adornaba tu ojo derecho, desde la frente, atravesaba tu labio, y bajaba hasta el cuello. Tu pupila ya no era (color de tu ojo), si no que en cambio, estaba entre media blanca y un ligero color celeste, debido a una herida de guerra, la cual asumía era la cicatriz que tenías.

Tus brazos también tenían múltiples cicatrices, algunas aún con vendas, y otras que se notaban que eran de hace ya un buen tiempo.

–Stephen yo—Comenzaste a hablar, cuando este te interrumpió, acercándose a ti y envolviéndote en sus brazos, dejando tu cabeza bajo la de él, llorando silenciosamente, acariciando tú cabeza y apretándote con fuerza.

Tú tampoco pudiste aguantar las lágrimas por más tiempo, y le abrazaste de vuelta, dejándote envolver por sus grandes brazos. Respirando su esencia, aún sin poder creer que ya estaban juntos nuevamente.

Ambos se quedaron por largos minutos en esa posición, aún sin poder asimilar por completo de que estaban juntos una vez más, hasta que Stephen se separó un poco, y tomó tú rostro en ambas de sus manos, examinándolo detalladamente, aún lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas.

–Ya no soy tan bonita como antes, ¿Verdad?–Le dijiste con una pequeña triste sonrisa, agachando levemente la cabeza.

Stephen volvió a levantarla, dejando un largo beso en la cicatriz, para luego verte con una gran sonrisa.–Sigues igual de bella y hermosa que siempre, querida...–Susurró.–No sabes cuanto te extrañé.–Dijo juntando su frente con la tuya.

–No hubo día en el cual no pensara en ti. Tú eras lo que me motivaba a seguir. Hubieron muchas ocasiones en las que me quise rendir, pero el deseo de volver a ti y de estar en tus brazos fue lo que me mantuvo a flote.–Le dijiste con lagrimas corriendo por tu rostro.

–Yo también pensé todos los días en ti, querida. Estar contigo nuevamente era lo que me motivaba a levantarme cada mañana de la cama. No sabes cuantas veces soñé con que... tú...

–Lo sé. Pero aquí estoy, y te prometo que no voy a volver a irme nunca más.–Le aseguraste viéndole a los ojos con una gran sonrisa.

–¿Qué?

–He decidido quedarme aquí contigo, permanentemente. Ya estoy harta de las guerras y de tener que ir y volver de Asgard. Aquí está mi hogar, contigo. Tú eres mi hogar Stephen.

Una gran sonrisa se formó en el rostro del hechicero, y sin pensarlo dos veces, estrelló sus labios con los tuyos, envolviéndolos en un apasionado beso.
Un beso que ambos necesitaban, lleno de amor y adoración hacia el otro.

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