175. ORGULLO + LÁPIZ [Martín/Julián]

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Era admiración en un inicio. Era así cuando Julián tenía doce años y su papá había llegado con un joven que no parecía ser un profesor de universidad y menos con todos esos tatuajes. Julián se encontraba sentado en la mesa, haciendo su tarea. Lo recordaba a la perfección porque ese día aprendió a resolver ecuaciones. El joven no dijo nada cuando se sentó en la silla del frente, la que su madre solía ocupar. Con una voz firme, Martín dijo: No lo estás haciendo bien. Julián había unido sus cejas. Era un tema nuevo, por lo que tenía permitido cometer errores. Julián cruzó los brazos, un poco enojado por la sorpresiva intromisión. Julián entonces preguntó: ¿Cómo se hace? La verdad era que le serviría la ayuda, ya que no había entendido la explicación de la profesora. A pesar del lenguaje matemático, en unos minutos, Julián entendió lo que debía de entender. El joven lo explicó tan fácil, que antes de la cena, su tarea estaba terminada y revisada. 

Su padre presentó al joven como Martín Mejia, el nuevo profesor de Historia. Lo había invitado a cenar porque era nuevo en el país y quería que se sintiera como en casa. Su padre no había traído a compañeros de trabajo antes, y eso había sorprendido a Julián y a su madre. ¿Qué tenía de diferente Martín que sus otros compañeros de trabajo no tenían?

Julián había escuchado el acento diferente. Le pareció extraño pero se acostumbró en cuestión de segundos. Le interesó la manera en la que Martín hablaba. 

Luego de ese día, Martín se volvió un regular en la casa Vidal. Para Julián, Martín era como un amigo. Un amigo que parecía tener cientos de libros almacenados en su cerebro. Ya no dudaba de su lugar como profesor en la universidad. Le encantaba hablar con Martín. Las conversaciones eran largas y Julián terminaba con nueva información. Y claro, Martín solía ayudarlo con la tarea, así que sus calificaciones habían mejorado bastante y sus padres le agradecían a Martín la buena influencia que tenía en él.

Cuándo se volvió atracción y después, su primer amor (un amor imposible), Julián no podía decirlo con exactitud, pero tal vez inició cuando comenzó a notar el perfume de Martín, sus facciones, sus tatuajes. Julián incluso sentía atracción por las venas que se resaltaban cuando Martín agarraba el lápiz. Cualquier pequeño detalle, era como gasolina para el fuego que crecía en su interior. Ante sus ojos, Martín era perfecto, no le importaba la diferencia de edad. Y por lo que sabía, Martín no tenía pareja, lo que le daba esperanza.

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Aún sin leer el título o el contenido de las hojas, Martín ya sabía de qué se trataba. Era una confesión.

Valentino podría tener razón en que era un introvertido cuánto en temas de socialización. Martín se caracterizaba por ser demasiado honesto. Martín hablaba lo que pensaba. No veía cuál era el problema. Pero, aunque Valentino pensara que no era inteligente cuando se trataba de sentimientos, Martín no era estúpido. Más bien, decidía ignorarlo. No le interesaba tener una relación romántica, y si una romántica no le interesaba, una sexual tampoco. Martín estaba enfocado en su educación. Quería convertirse en un catedrático. Pero, Martín era consciente de los sentimientos que el hijo del profesor que lo había acogido con los brazos abiertos tenía por él. No había sido difícil. Julián siempre lo había escuchado con toda su atención. Pero, no se había percatado por esa acción por la que a Martín le agradaba el muchacho. En las reuniones, incluyendo los cumpleaños de Julián, él no se separaba de él. Al principio, Martín suponía que siendo él el más cercano en edad a Julián en una reunión de adultos, era obvio que el muchacho buscara su compañía, pero Julián no despegaba de su lado incluso en sus cumpleaños, dónde sus amigos estaban allí, al igual que familiares. Eso no era el comportamiento normal de un adolescente.

Y después, vinieron las miradas que duraban más de lo que deberían. Los toques, los acercamientos, las palabras de Julián que Martín ignoraba. Entonces, en el cumpleaños número quince, Julián le entregó esas páginas que contenían una historia corta. "El amigo de papá", Martín leyó. Por supuesto que se sentía más que halagado. Julián había descrito sus sentimientos a conciencia. Al día siguiente, Martín se negó por primera vez a asistir a la casa Vidal. No podía mirar al profesor Vidal a los ojos. Sentía que había traicionado su confianza. Aunque, lo que Julián sentía podría ser solo algo sin fundamentos. Estaba en la etapa de crecimiento, muy pronto llevaría a alguien de su edad a casa, y Martín solo sería una historia que podría contar como una anécdota graciosa. Y eso no debería causar absolutamente nada en él, pero lo hacía.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora