39. CIELO [Alfa/Ulises]

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En la intimidad, si Alfa era suave o un tanto rudo, no le importaba. 

A veces, si la lengua de Alfa lo recorría completo y el orgasmo podía sentirlo llegar a la mitad del recorrido, era así. A la lengua de Alfa se le sumaban sesiones intensas de besos, y los labios de ambos finalizaban más hinchados. Pero, a veces, apenas si se tocaban los labios, porque Alfa tenía su boca ocupada en otras zonas. 

Le fascinaba cuando Alfa se tomaba el tiempo de admirarlo, de tocar sus zonas sensibles y llevarlo de paseo al cielo. Pero también, cuando era rápido y se olvidaban del juego previo, de caricias, de palabras. Por supuesto que le fascinaba que de esa misma manera, Alfa lo tomara en cualquier superficie. Ya fuese la cocina, el baño, en el sillón (en la mesa no, habían roto cuatro en solo un trimestre y Ulises casi se rompe las costillas), o en la cama. Y si ya no podían con las ganas, el piso era igual de perfecto.

No le gustaba el no poder dejarle marcas como Alfa sí lo hacía. Mordidas entre sus muslos, en la clavícula y  el abdomen, a veces eran visibles, a veces solo eran visibles para ellos dos.

Embestidas lentas o con hambre, le hacían sentir lo mismo, placer puro. Solo era demandante en las posiciones, tenía que ver el rostro de Alfa, sentir sus expresiones mediante la vista, captar sus sonidos y ayudarlo a venirse (con la boca o la mano, o profundo en el cuerpo).

Despacio o con rudeza, no era lo importante, al final era Alfa con quién lo hacía.

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