38. SONRISA [Lorenzo/Gabo]

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Me gusta escribir de Lorenzo siendo tímido y soft pot Gabo °^°

Lo había visto bastantes veces. El chico de cabello marrón y ojos preciosos, de baja estatura pero cuerpo de dios griego. Si le preguntarán, no sabría que le llamaba la atención de él, además de la clara atracción al físico del muchacho. Tal vez, como se movía arriba de la tabla sobre ruedas o los grafitis que pintaba en paredes ajenas. No, de eso sí estaba seguro. Le gustaban bastantes actitudes del chico aún sin conocerlo.

Al doblar, vio al chico sentado sobre su tabla, su ropa y rostro manchados de pintura. Lorenzo pasó de largo. Podría observar el mural al día siguiente. Su corazón latía a alta velocidad. Caminó lento y notó que el chico se había cortado el pelo. Ojalá pudiera tomarle una foto.

Lorenzo suspiró. Miró sobre su hombro. ¿Tendría alguna vez el valor de hablarle? Ya no quería solo verlo, quería tener algún tipo de contacto con él.

Sí no se arriesga, no se gana.

—Ey, me gusta lo que haces. He visto algunos por allí— Lorenzo regresó. No supo cómo fue que su hablar no sufrió accidentes.

—Ey— el chico lo volteó a ver, Lorenzo observó la sombra de las pestañas recaer en los pómulos y su estómago tembló ante la belleza del chico— Gracias. Me gusta que te guste.

La sonrisa le puso a temblar el alma. Y la voz, era un canto proveniente de otra galaxia.

—¿Querés sentarte? Todavía no termino. Me faltan algunos detalles. Pero, estoy tomando un descanso.

Lorenzo se sentó en el lado libre que quedó de la tabla. Esperaba que el pedazo de madera soportara el peso de ambos. Se presentaron a mitad de la conversación que Gabo creó a partir de lo que le gustaba pintar. Le compartió mate y vieron fotografías de otras obras de Gabo. Algunas, Lorenzo ya las había visto, y hasta vio el proceso. Así de cerca, Lorenzo tuvo el placer de saber el olor de Gabo, él olía a chocolate. Un delicioso aroma.

—Ya es tarde. Mi abuela se pregunta dónde estoy— Gabo le mostró el mensaje— Yo le enseñé a mandar mensajes. No le gusta llamar por móvil, nunca puede recordar mi número aunque esté guardado y termina llamando a otro lugar.

Lorenzo se rió, pese a que creyó que era maleducado. Por los relatos, Lorenzo supo que la abuela de Gabo, la señora Amelia, lo educó y había cuidado de Gabo desde muy pequeño. El sol ya se había ocultado, sin embargo, el cielo seguía claro.

—Mi papá de seguro también.

—No lo terminé. Mañana será.

Se levantaron al mismo tiempo, sino, uno de los dos hubiera caído. Gabo se puso la mochila. Cuando flexionó los brazos, Lorenzo se mordió los labios.

—¿Te veo mañana?

—Dalo por hecho.

Hasta ese día, jamás había esperado el futuro con ansías.

Basado un poquito en la imagen

Gracias por leer 'u'

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