59. PROMESA + LISTO [Diego/Francisco]

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***Err, vendría a ser una continuación de Vendas.

Un día, así como así, Francisco desapareció. Era de telenovela, porque no dejó ni un indicio sobre un adiós. Solo se fue. Su carrera apenas estaba tomando impulso cuando Francisco dejó de limpiarle las heridas.

Habían tenido peleas sobre las peleas. Y era absurdo. Entendía que a Francisco no le complacía verlo ensangrentado y el rostro hinchado y de colores púrpuras, en su lugar, a Diego tampoco le gustaría ver a Francisco herido, pero era necesario para poder irse de casa y comenzar de nuevo. 

El abandono de Francisco fue suficiente gasolina para llegar a la cima. 

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La relación que mantuvo con Paula fue corta, pero suficiente para procrear a su único hijo, Lorenzo Guevara. Le pesaba no haber estado allí cuando nació o los primeros dos años de su vida. 

La última pelea, la cual ganó, quedó casi irreconocible. Sus heridas tardarían en sanar mucho más que la vez pasada. Eso le hizo reconsiderar su carrera. Si moría, no tendría la oportunidad de conocer a Lorenzo. Lo había conocido por medio de fotografías de baja calidad. Paula ni siquiera le mencionó que estaba embarazada cuando se reunieron para firmar el divorcio. Después de unos meses, recibió la carta, que traía adjunto un par de fotografías. Lorenzo Guevara nació el 1 de mayo del 2001. Si moría, se arrepentiría de no haber cargado en sus brazos a su hijo. Lo que no previó fue que Paula lo obligaría a llevarse a su hijo. 

La primera semana fue dura y Diego apenas si tenía tiempo de entrenar, de presentarse al gimnasio limpio y de conseguir a una niñera. Lorenzo lloraba, implorando por su madre. Diego compró juguetes de todo tipo, ropa, leche y vasos entrenadores. Lorenzo ya iba solo al baño, y caminaba sin caerse de culo cada cuantos pasos. De todas formas, Diego no sabía cómo cuidar a un niño así de pequeño. Hacía de todo para que el niño lo viera como un padre. 

Pero entonces, comenzó a conocer a su hijo. Le gustaba bañarse y jugar con la pelota. Diego le compró una red diseñada para su edad, y Lorenzo podía pasar horas en la sala o en el patio jugando sin parar. Le gustaba beber leche antes de dormir y escucharlo hablar. Veía poco la televisión porque, al parecer, los libros que Diego compró para él, eran más interesantes. Sin ninguna duda, Lorenzo era muy inteligente. Por las mañanas, él se bajaba de su cama e iba y se subía a la de su papá, arrastrando su manta y un peluche que decía los números y los colores cuando se le apretaba una parte del cuerpo. Cuando Lorenzo lo llamó papá por primera vez, comenzó a ver la vida de otra manera.

Ese día en el que Lorenzo lo vio después de una pelea, no quiso acercarse a él, y allí supo, que el boxeo ya había terminado para él. Su prioridad era su hijo y siempre lo sería.

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—¿Estás seguro de que quieres ser futbolista? Tengo contactos que pueden iniciarte en el boxeo y...

—Sí, papá. Ya te lo dije por enésima vez.

Su hijo le recordaba a Francisco, apasionado por el fútbol. Qué extraño que nunca escuchó hablar de Francisco Velázquez en el mundo del fútbol. Aunque, después de que Francisco lo abandonó, no volvió a escuchar sobre él. Francisco no le permitió cumplir su promesa. Diego sirvió el café filtrado en la taza. Lorenzo llevaba el fútbol en la sangre, y solo le quedaba apoyarlo. O trataba.

—Perdón por no asistir a las pruebas.

Lorenzo le sonrió.

—Está bien, papá. Francisco dijo que fui de los mejores. 

Diego se tensó ante la mención del nombre de la única persona que lo había hecho sentir amor además de su hijo. 

—Pero, ¿si estarás en la ceremonia de bienvenida?

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora