52. CELOS [Martín/Julián]

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*Martín, no sea tóxico...

Las capturas, recién guardadas, las tenía a la mano. Julián no tardaba en abrir la puerta. Gracias a la foto, supo que Julián se había cortado el pelo. Y el desgraciado se veía bien, más maduro. Claro, ya no eran los chicos de instituto, ya eran profesionales. 

En cinco años, Julián y él habían cambiado. Martín dejó su odio en contra de Gabo, y por fin, dejó las trampas, y se propuso demostrar lo buen jugador que era. La relación no nació cuando estuvo en el IAD, más bien, lo conoció después. Una comida se convirtió en cenas, y de pronto, ya conocía a los padres de Julián y él a los suyos. Hasta caminó al altar acompañado del brazo de su madre, vestido de negro. Habían comprado un hogar en Medellín. Martín militaba en un equipo del extranjero, y Julián en un equipo de la Categoría Primera A.

Podría no ser un poeta o un extravagante como Julián al decir sus sentimientos. Pero, lo amaba. Las ganas de besarlo ya no le dejaban pensar con claridad, fue por eso que las fotos le hicieron hervir la sangre. Los celos no eran propios de Martín, nunca había dudado del argentino, no estaba en su naturaleza, y el rubio, a cada oportunidad, le recordaba cuanto lo amaba y se lo gritaba a los cuatro vientos. Pero, Julián no había llegado. Cuatro horas de retraso. Martín había preparado una cena romántica, y casi tuvo que hacer un pacto con su alma para sacar ese lado. También, tenía todo preparado para no salir de la cama hasta la noche siguiente.

Las personas estaban tan cerca de Julián. De su Julián, de su esposo. No tenían porqué acercarse tanto o tocarlo con tanta confianza. 

La puerta se abrió, y un radiante Julián casi lo derrite con su sola sonrisa.

—Hola— Julián dejó el equipaje en el suelo— Te extrañé.

Martín hubiese caído, con esa voz y la dulzura que acompañó la oración.

—No se haga el bobo, Julián.

Para Julián, no era un secreto que exaltado, el acento se volvía denso, más marcado. A Julián le afectaba cuando Martín hacía eso, le excitaba de una manera inexplicable. 

—Póngase serio, Julián. Usted debía estar aquí a las tres. Son las diez y media. 

Julián rió. 

—Bueno, señor Mejía, déjeme explicarle. 

Julián imitó el acento, viviendo en Colombia, algo se le había pegado. La fiesta en el club no fue su idea, pero uno de sus amigos lo llevó allí, pues hubo un problema con los boletos de varios del equipo. No necesitaba preguntarle, porque había vídeos y fotos en su instagram, él mismo subió la multimedia. No tenía nada qué ocultar ni había hecho nada malo. 

—No quería, pero no fue mi culpa. Usted lo entiende, ¿no?

Martín gruñó. No le gustaba cuando Julián lo imitaba. Con la explicación procesada, Martín se disculpó, pero con su boca.

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