57. CUIDADO [Martín/Julián]

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Las palabras del veterinario fueron claras. Julián aguantó las ganas de llorar. El hecho de saber que algún día pasaría, no lo hacía menos desgarrador. Águila había estado allí desde que tenía diez años. Eran amigos.

Julián asintió. Sentía la tristeza atravesada en su garganta, por lo que no pudo emitir respuesta. No quería que Águila siguiera sufriendo.

—Es mejor que estés allí, que seas lo último que vea. Que sepa que no va a morir sola.

Julián se cubrió el rostro. Se levantó y siguió a Martín. Águila alzó su cabeza cuando lo vio entrar. Su energía ya no era la misma, ya ni siquiera iba a despertarlo por la mañana. No habría más de Águila en su vida diaria.

Cuando Martín preparó la jeringa, Julián no pudo contener el llanto. La mano del veterinario apretó la suya. El cuerpo de Águila quedó inerte mientras que Julián lloraba sin encontrar consuelo más allá de la promesa de que su amiga dejaría de sufrir.

∆∆∆

Martín revisó al perro. La familia que lo llevó lo había encontrado cerca de su casa, pero no podían quedarse con él. Desde que lo vio, Martín no dejó de pensar en Julián. Su papá, antes de retirarse de la veterinaria, le habló de sus clientes. Su papá conocía muy bien a Julián, prácticamente desde que este era un niño. Tuvo que llevarlo a casa, pues él no se quería apartar de su perro.

No creyó conveniente el ir a su casa. Bajo qué asunto. ¿Preocupación de un extraño? Él había vivido la muerte de una mascota, de un miembro más de la familia, y por eso quería ofrecerle su apoyo a Julián. No sabía si esa era la razón o había algo más.

Martín metió bajo el chorro de agua al pastor alemán. Tenía una herida en su pata que iba a infectarse, pero Martín actuó rápido. La pequeña niña que venía con la familia le puso Flor, aunque era macho, Martín siguió nombrándolo así. Iba a esperar hasta que Flor recuperara su salud. No tenía collar, por lo que de seguro no tenía dueño, debió haber escapado de un criadero, pues además de la pata lastimada y de la suciedad, estaba en buen estado. Tampoco era agresivo. No era un cachorro pero, era joven. Martín calculó que tendría cuatro años. Con cuidado, acarició detrás de las orejas.

Lo metió a una de las jaulas. Esa noche tendría que quedarse allí, tenía dos pacientes recién salidos de cirugía y debía cuidarlos.

∆∆∆

No había alguien en casa. Martín se dio la media vuelta, dispuesto a regresar a su labor. El perro se levantó del concreto. 

—Uh, hola. ¿Necesitas algo?

Julián se bajó del auto. Él se veía recién salido de la ducha, por lo que Martín supuso que venía del gimnasio. Martín se acomodó los lentes. En cuanto Julián vio al perro, se hincó para hacerle mimos.

—¿Es tuyo?

Martín notó la tristeza debajo de la pregunta.

—No. De hecho, es tuyo. Si lo quieres, claro— ante la falta de palabras, Martín continuó— Pensé que te ayudaría.

No trajo a Flor para que ocupara el lugar de Águila, lo trajo porque ambos necesitaban del otro.

—Me gusta su nombre.

Tiempo después, Julián, sentado junto a Martín viendo una película con Flor echado sobre sus pies, comprendería que la muerte era tan natural como la vida y que Águila le había dejado un nuevo comienzo.

Gracias por leer.

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