189. ESTÍMULO [Lorenzo/Gabo]

140 11 3
                                    

*Qué onda? Yo aquí de vuelta aprovechando la inspiración. Gracias a Lando Norris porque siento que se parece un poquito a Sebas

 Gracias a Lando Norris porque siento que se parece un poquito a Sebas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ah, como lo amo <3
Esta historia se deriva del cap. 115, espero les guste.

Francisco mordió el interior de su mejilla. Lorenzo estaba en el auto, enfurruñado y con el labio partido. Se había detenido en la tienda cerca de casa. El kit de primeros auxilios que tenían, se había agotado. Lorenzo peleaba como si ese acto fuese tan natural como respirar. ¿Él estaría mejor en un deporte como el boxeo? Francisco pensó que no. Para Francisco, no era un deporte y nunca le permitiría a Lorenzo ser parte de tal actividad. Alcohol, vendas, gasas y cinta especial, además de banditas infantiles, pues no había de las neutras. Lorenzo iba a hacer un drama sobre las bandas, pero no tenía tiempo de ir a otro lugar. Francisco llevó tres de cada uno. Al final de mes, necesitaría venir y comprar otra vez.

—¿Por qué odias a Gabo? ¿Qué te hizo?— Francisco preguntó cuando ya iban de regreso a casa.

Lorenzo alzó los hombros. No odiaba a Gabo, y tampoco le había hecho algo. Bueno, en verdad sí. Gabo tenía ese algo que Lorenzo quería poseer completamente. 

—Llegará un momento en el que no podré defenderte y puede que seas expulsado.

Lorenzo se tensó. Lo sabía, y aún así, no podía evitar molestar a Gabo. Era una fuerza que no podía controlar. El estímulo que obtenía de ver tantas facetas de Gabo era electrificante. No se escuchaba sano, pero Lorenzo no tenía una manera de explicarlo sin quedar como un idiota, a pesar de que lo era.

—Prometiste que ya no lo volverías a hacer— Francisco le recordó la promesa que volvió a romper.

Lorenzo quiso morder su labio, pero el corte le hizo sisear y fruncir el ceño. Gabo pegaba duro. La sonrisa que apareció en su rostro molestó a su papá. Nadie más lo había notado, pero pensar en Gabo siempre lo hacía sonreír.

—¿Qué es tan divertido?— Francisco estacionó el auto.

Diego salió de la casa, vistiendo un delantal. Al estar a pocos centímetros, sus papás se abrazaron y se besaron como si no se vieran cada día.

—¿Otra vez peleaste, Lorenzo?— Diego preguntó, examinando su rostro.

Lorenzo rodó los ojos. Con una mirada, Francisco y Diego se comunicaban lo necesario.

—¿Fue Gabo?— Diego alzó su ceja y cruzó los brazos —Dios mío, ¿cómo puedes soportarlo?

Entraron a la casa, Lorenzo dejó sus tenis en la entrada. La conversación de la pelea no iba a desaparecer, no por ese día. Lorenzo volvería a prometer que ya no lo haría, aunque está vez lo llevaría a cabo, porque el cansancio en el rostro de Francisco era evidente y él no quería ser el causante. Francisco le ordenó que se sentara en una de las sillas. Empapó un pedazo de algodón con alcohol y lo pasó por la ceja y el labio de su hijo. Lorenzo se había vuelto inmune al ardor, y no tuvo reacción alguna. Al terminar, Francisco colocó una bandita sobre su ceja y en sus nudillos magullados. El gruñido de Lorenzo se hizo presente.

—¿Por qué estas banditas?— Lorenzo unió sus cejas, claramente disgustado, pero le permitió colocarles las banditas.

—Eran las únicas. Ahora, ve a cambiarte. Vamos a comer.

Lorenzo subió las escaleras. Debía de buscar una manera de controlarse con Gabo, antes de que Francisco terminara calvo por el estrés.

‹𝟹‹𝟹‹𝟹‹𝟹‹𝟹

La idea que Diego le presentó, lo mantuvo pensativo los próximos días. Isabel lo estaba presionando, y aunque no le gustaba admitirlo, Lorenzo había tenido tantas oportunidades porque era su hijo. Golpeó el escritorio con sus dedos. Los había visto en la cancha, si Lorenzo ponía de su parte, ambos podían lograr hazañas maravillosas. Sin embargo, Lorenzo era testarudo, así que Francisco necesitaba empujarlo.

Cuando armó su plan, cubriendo todos los puntos posibles, y con el visto bueno de Isabel, Francisco citó a sus dos estudiantes después del entrenamiento.

—Adelante, chicos.

Gabo y Lorenzo observaron el muñeco de juguete. Aparentemente, era una niña. Lorenzo dirigió su mirada de Francisco a Gabo y de Gabo al muñeco. Estaba por descubrir de qué se trataba todo, cuando Francisco habló.

—He intentado por todos los medios que su relación mejore. No pretendo que sean amigos, solo buenos compañeros de equipo. Así que, esta es su última oportunidad. 

Lorenzo y Gabo se miraron. 

—Francisco, le prometo que ya no habrá más peleas. Lo prometo— Lorenzo dijo, y estaba estaba dispuesto a cumplirlo. En la escuela, Lorenzo le hablaba así porque su relación era diferente.

Francisco suspiró. Confiaba en Lorenzo, por supuesto que lo hacía, pero la fábula de Pedro y el lobo le serviría para comprender porque había tomado esta decisión, y esa era una conversación que tendrían en casa.

—Ustedes serán padres por dos semanas. Espero que eso los ayude a conocerse. Felicidades, nuevos padres. Pueden tomar tiempo fuera de las clases para que se organicen— Francisco le tendió una pañalera a Gabo, él la tomó, no había tenido la oportunidad de oponerse, su cerebro todavía no registraba lo que estaba ocurriendo —Deben ponerle un nombre. 

Lorenzo tomó a la muñeca con su brazo, y se espantó cuando la muñeca comenzó a llorar.

—Piensen que es un bebé real, porque está diseñada para actuar como uno— Francisco les advirtió.

Lorenzo llevó a la muñeca a su pecho, con toda la suavidad que pudo sin sentirse extraño. Gabo observó esa acción y no se suponía que debía pensar que ese gesto fue tierno. 

—Pueden retirarse, chicos. Los estaré monitoreando.

Lorenzo salió con la muñeca entre sus brazos, y Gabo se colgó la pañalera.

—¿Qué se supone que debemos hacer?

*Gracias por leer ^°^ 🫂

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora