***En el canal de TV que suelo ver a diario pasan el anuncio de una serie de un tipo llamado Monzón (ni idea del bato) pero me dio esta idea.
Con cuidado, pasó el algodón empapado en alcohol sobre el labio de Diego.
—¿Ahora por qué te peleaste?
Diego no contestó. Él le sonrió torcido. Sus ojos grises estaban llenos de entusiasmo, eran suficiente respuesta. Diego respondía a una pelea a la primera provocación. Hablaban en susurros, los padres de Francisco dormían y tanto Francisco como Diego, no querían despertarlos.
—Pudieron hacerte más daño.
—¿Dudas de mí? Voy a ser el mejor boxeador que la historia ha conocido— Diego puso sus manos en las caderas de su curador.
—Tranquilo, Muhammad Ali. Ya estoy por terminar, quédate quieto.
Diego lo miró embelesado, acarició el cabello largo con los dedos sucios. Maldita sea, cómo lo quería. Cómo amaba los ojos de Francisco que lo conocían palmo a palmo. Atacó los labios y no le importó si el contacto sabía a alcohol.
—Detente. No podemos. Mis papás duermen.
—Es solo un beso— Diego ya le había quitado la banda del pelo. El cabello de oro caía sobre los ojos azules.
—Si te permito que sigas, nos dejaremos llevar y no será solo un beso.
—Está bien— Diego acarició las mejillas con sus dedos, el toque suave le dolió y así lo expresó su rostro. Se suponía que Francisco no debía de ver sus manos.
—¿Cuántos fueron?— Francisco agarró sus manos y las inspeccionó. Solo había sido un golpe leve en su labio, pero todo el peso de la pelea cayó en sus puños.
—Dos.
—¿Dos? Me estás mintiendo— Francisco alzó el rostro.
—No importa.
—Si importa. No me gusta que pelees y menos vos solo. Pudieron haber traído un arma.
—Todavía así, no hubiera sido problema.
Luego de haberle limpiado las manos, se las vendó. Ya era un experto haciéndolo, pues no era la primera vez que sucedía. Tiró los empaques de las vendas, junto a los algodones y el papel que usó para limpiar la suciedad de las heridas.
—Ya te dije. Este es mi plan. Seré un boxeador famoso y cuando gane mi propio dinero, podré vivir contigo sin que mi papá se oponga.
—Si es que tu papá no te mata antes.
—Te lo juro que no será así.
Era gracioso la manera en que todo había pasado. Francisco odiaba al altivo Diego Guevara. Lo odiaba tanto que no se percató de los acercamientos que ocurrían con cada pelea de insultos. El primer contacto físico entre ellos había sido después de insultarse. Diego estaba cansado de tener tan cerca al rubio sin hacer ningún movimiento que esclareciera que estaba harto de los insultos.
—Por favor, cree en mí.
Diego entrelazó su mano vendada con la de Francisco. Francisco le besó los nudillos magullados. Creía en él.
Gracias por leer ^^

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Historias cortas y otras no tan cortas
FanfictionDrabbles/oneshots de diferentes parejas.