106. CARTA + METAMORFOSIS [Julián/Martín]

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*no me gusta leer historias donde  el personaje principal muere, suelo evitar leerlas y escribirlas, peero, la idea n me dejaba, así que, aquí está.

Cuando conoció a Martín, supo que tendrían historia. Pudo haber sido su intuición, su enamoramiento rápido o lo que fuese, pero estaba seguro de que pasaría. De una forma u otra. Lo sentía adentro como una verdad absoluta, como un problema matemático con una solución única, de aquellos en los que Martín era un experto en descifrar.

Así sucedió.

Julián bebió de su café azucarado, mientras Martín leía las noticias en el periódico (Ya nadie compra el periódico, solo vos) y bebía café negro. Julián lo había notado extraño. Más cansado de lo habitual. Sabía que el trabajo de un profesor no era libre de estrés, al contrario, Martín solía ser estricto no solo con sus estudiantes, sino, con su propio desempeño como profesor. Sin embargo, era diferente al cansancio que Martín solía presentar. Se veía más delgado, y ya no tenía ese físico que lo caracterizaba. Martín gustaba de ejercitarse, y claro, a Julián también le gustaba, además de que era un requisito para su trabajo como entrenador en una escuela. Pero, últimamente, Martín no salía a correr con él o no iban juntos al gimnasio. Julián comprendida. Martín debía preparar exámenes y tareas. La excusa que Martín le daba era el cansancio. Pero, el cansancio antes no había sido problema, porque así podían disfrutar de la compañía del otro y Martín le confesó que le agradaba verlo ejercitarse, que le gustaba estar cerca sin estarlo realmente.

—¡Martín! Te está volviendo a sangrar la nariz. Han sido ya bastantes veces. Debés ir al doctor. Estoy preocupado— Julián se levantó por una toalla de papel y se la colocó en la nariz.

Martín recargó la cabeza, y se dejó cuidar.

—Debe de ser alguna deficiencia de vitaminas. Compraré algunas y problema resuelto.

Pero, el problema estaba lejos de ser solucionado. El problema había comenzado tiempo atrás, cuando los signos estaban allí y los dos fueron ciegos para verlos. Se confió en el conocimiento de Martín.

Y Julián siempre se iba a recriminar ese error. Nunca se perdonaría el no insistirle a Martín que visitara al médico cuando el primer sangrado apareció y el cansancio reflejado en el cuerpo del colombiano se volvió evidente. El arrepentimiento había sembrado sus semillas tan dentro de él como para arrancarlo de raíz.

Entonces, un día, Martín se desvaneció. Cayó al suelo porque Julián no fue lo suficientemente rápido como para alcanzarlo. Y sentados frente al doctor, las lágrimas de Julián bajaban como ríos desbordados mientras Martín se mantuvo intacto y fuerte. Pero él ya no era fuerte. Martín le apretó la mano y era una forma de decir: Estaremos bien. Sin embargo, todo empeoró a partir de allí.

Cuando vio por primera vez a Martín, su corazón lo supo, supo que tendrían historia. No supo que la historia sería corta. Qué aquella noche cuando Julián le hizo la promesa de amarlo para siempre, no iba a poder cumplirla. Martín tuvo razón cuando le dijo que usar ese adverbio de tiempo no era el indicado.

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Todavía estaba grabado en su cabeza los últimos momentos de Martín. Estuvo cada día junto a él, porque muy pronto él se iría, y aunque se le llenaban los ojos de llanto cuando pensaba en una vida sin Martín, y el corazón se le partía en pedazos, pasaría, estaba pasando frente a sus ojos.

Cada día, Martín se volvía débil. La enfermedad había ganado terreno y le estaba arrebatando a su Martín. La muy hija de puta. La quimioterapia solo les estaba dando esperanza que no les pertenecía. Solo estaba alargando la vida de un cuerpo que ya estaba cansado de luchar.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora