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—¿Y ahora qué?— Gabo dijo.
Zoé no podía esperarlos, por lo que tomaron un taxi a la casa de Lorenzo, el lugar más cercano. Lorenzo se quedó quieto, con la mirada perdida. No había encendido el auto, pero la llave ya estaba en el switch. Gabo no sabía qué hacer o decir si Lorenzo no rompía el silencio en los próximos segundos. Antes de que Gabo dijera cualquier cosa, Lorenzo lo jaló de la camisa, atrayéndolo a su dirección. La protesta estaba a punto de ser emitida cuando Lorenzo ya tenía sus labios sobre los suyos con la mano en su nuca. No era un sueño ni una alucinación, tampoco una acción dirigida por el alcohol. Se congeló y sus ojos se abrieron debido a la sorpresa. Gabo aprovechó el momento. ¿Los labios de Lorenzo luchando contra los suyos? Un millón de veces sí. Su piel que estaba en contacto con la expuesta de Lorenzo, estaba en llamas. Se separaron, pero Lorenzo unió sus frentes. Gabo cerró los ojos. Las respiraciones chocaban entre sí.
—¿Y ahora qué? Seguimos siendo nosotros. Nada tiene que cambiar.
Gabo asintió. Iba a cambiar, y lo sabían, pero todo aquello con lo que no pudieran lidiar, lo echarían bajo la cama, como un típico ser humano lo haría.
××ו••×××
El camino a casa de sus padres no fue incómodo, incluso si momento antes la lengua de Lorenzo había estado en su cavidad bucal, sin embargo, Gabo tenía la manía de morder su labio cuando estaba ansioso, y Lorenzo le dirigía miradas de vez en cuando.
Durante los pocos minutos que duró el trayecto, Gabo tuvo una realización. Algo así como un rayo de luz alumbrando la verdad que él quería que permaneciera en la oscuridad. Un año le parecía una eternidad, pero cuando menos lo pensara, tendrían que firmar un divorcio y continuar como si nada hubiese pasado. Gabriel y Lorenzo. Moreti y Guevara. Los mejores amigos. El dúo dinamita. Gabo no quería pensar en lo qué podría suceder si esa química era afectada por el matrimonio falso. No por el momento. No cuando su corazón latía al doble de velocidad ante el solo pensamiento de estar unido legalmente a Lorenzo. Seguía siendo un golpe duro para la educación que sus padres le habían dado, para los valores y el respeto por sí mismo, pero si cerraba los ojos, lograría engañar a su cerebro, pensar que era real por unos meses y el tiempo no sería tan duro. No sería una tortura, pero al final, terminaría siendo eso.
—Oye, Lorenzo— Gabo habló. No posó su vista en Lorenzo, sino en el paisaje que se volvía borroso debido a la velocidad.
—¿Qué pasa?
—Te odio.
No lo veía, pero sabía que Lorenzo estaba sonriendo.
—Yo te odio más.
×××°°°×××
Las luces estaban encendidas. Lorenzo estacionó el auto en la entrada principal. En cuanto vio la fachada de su antiguo hogar, sintió melancolía. Las memorias lo golpearon como una inmensa ola, pero Gabo sonrió, acostumbrado al efecto. Se habían detenido a comprar una botella de vino, y como siempre, Lorenzo gastó lo innecesario ("Debo de impresionar a mi nueva familia"). Lorenzo se adelantó a tocar el timbre mientras Gabo aseguró la botella bajo su hombro. Su madre abrió la puerta. Gabo se reservó la intención de abrazarla y decirle la verdad. Pero, antes de que Gabo siquiera extendiera su brazo, ella abrazó a Lorenzo y le dió la bienvenida. Ella estaba herida por su pequeño desliz. Gabo le entregó la botella de vino, tratando de pedirle perdón con la mirada, pero ella no iba a ceder así de fácil.
—No tenían que traer nada. Pasen, pasen. La cena está casi lista.
Zoé ya estaba en casa. Su hermana levantó su mano y observó el anillo que parecía de fantasía, de esos que salían en una máquina de juguetes para niños. Y quizá era un producto de la misma fábrica, ahora que Gabo lo pensaba.
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Historias cortas y otras no tan cortas
FanfictionDrabbles/oneshots de diferentes parejas.