188. POBRE + MANZANA [Lorenzo/Gabo]

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* Qué hongo friendos? Hay que aprovechar que tengo inspiración a pesar de este pinshe calorón 🫠🥵 continuación del anterior...

Espero le guste c:

—Gabo, ¿puedes ayudarme a llevar los platos?— Francisco le preguntó. Gabo asintió.

La mesa era grande, y claro, la familia tenía varios integrantes. Gabo tenía demasiadas preguntas, pero no quería preguntarle a Zoé. Aún no sabía cómo dejarle en claro que no estaba interesado de esa manera. Gabo llevó la pila de platos a la mesa. 

—Oh, no puedo creer que papá te haya puesto a ayudar. Se supone que sos un invitado— Zoé le quitó los platos y rodó los ojos.

—Está bien— Gabo alzó los hombros. No le molestaba ayudar, al contrario.

Gabo ocupó la silla a un lado de Zoé y de Dani. Quiso sentarse a un lado de Lorenzo, pero él estaba charlando amenamente con Valentino, y Diego, el otro padre de su amiga, estaba junto a él. Gabo no podía dejar de mirarlo, su vista se dirigía a la figura del hermano de Zoé. Se sentía culpable, pero a la vez, esperanzado. El reencuentro con el chico debía de ser una señal, ¿no? 

Nunca había estado en una reunión familiar, así que estaba nervioso, pero la charla usual lo relajó. Todos los platillos puestos en la mesa lo hacían parecer un bufet. Si Dedé estuviera allí, él estaría en el cielo, repitiendo el plato, dejando sin comida a la enorme familia. 

—Mis hermanos solo bromean— Zoé le dijo al oído ante los comentarios pasivos agresivos de los chicos. Gabo asintió, sonriendo.

Gabo regresó su mirada al escuchar la risa de Lorenzo. Las arrugas alrededor de sus ojos cada vez que sonreía abiertamente, hipnotizaron a Gabo. Tal vez, Zoé le estaba hablando pero él estaba enfocado en la hilera perfecta de perlas blancas. La nariz también se le arrugaba, y podría ser solo así para Gabo, pero la risa era melodiosa. La manzana de adán se movía de un lado a otro, y sus ojos seguían ese movimiento. La cuestión que lo atormentaba era por qué sentía esta atracción tan poderosa por un desconocido. Aunque, moría por conocerlo, saber sus gustos y lo que no le gustaba, sus debilidades y fortalezas. Y, quizás, conformar una relación como la del entrenador y el señor Diego. Algo estable y que aún daba frutos.

—¿Gabo? Tierra llamando a Gabo.

—Ah, ¿qué me decías?

—¿Te gustó la comida?— Zoé trató de saber a dónde estaba dirigida su atención.

Gabo movió la cabeza, a modo de afirmación. Su cerebro aún no dejaba de pensar en cómo le diría a Zoé que sus intenciones no eran las mismas. Temía perderla como amiga, pero no quería engañarla más. Luego de terminar la comida, cada quien levantó su plato y lo llevó a la cocina. Gabo se quedó sorprendido por la organización de todos los chicos. No supo por qué, pero se sintió parte de la familia.

[*********]

El balón golpeó la red por segunda ocasión. Julián y Alfa lo rodearon en un abrazo, festejando con él. Por fin, habían logrado empatar.

—Eres bueno— Lorenzo se acercó a él y le puso la mano sobre el hombro. El nerviosismo que había logrado controlar, volvió con fuerza —¿Te sientes bien? Tu rostro está rojo. Creo que deberíamos descansar, podría ser un golpe de calor.

No era un golpe de calor, más bien, estaba sonrojado por la cercanía, pero esa información no debía saberla. Valentino le ofreció una botella de agua. Con una sonrisa, Gabo le agradeció.

Lorenzo estaba en el equipo contrario. Y eso era bueno, porque si estaban en el mismo equipo, al momento de celebrar, Lorenzo se abalanzaría contra él como lo hacía con sus hermanos, y su corazón no podría soportarlo. Decidieron tomar un descanso para hidratarse. Francisco y Diego estaban en el patio con ellos, sentados sobre una mecedora. El señor Diego leía en la tablet, con los lentes puestos y Francisco tenía recargada su cabeza sobre el pecho del hombre, revisando algunos documentos. Era extraño estar en un momento tan íntimo del entrenador, pero al mismo tiempo, pensó que él quería algo así en el futuro. El fútbol era lo más importante después de su abuela, sin embargo, Gabo había pensado que también quería una pareja con quien compartir sus éxitos y sus fracasos, alguien con quien crecer. Él, por supuesto, no sabía la historia que había detrás de los dos hombres.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora