Encontró al gato moribundo y enfermo, así que lo llevó al veterinario. Puso anuncios en facebook y cerca de la calle dónde vivía, pero no reclamaron al gato. Lo nombró Rugal, porque era su personaje favorito del videojuego de su infancia.
Rugal era un hijo de puta. Ya que era callejero, Rugal lo arañaba si trataba de acariciarlo, pero, Julián no iba a darse por vencido en la tarea de domesticarlo. Eso sí, dormía en el sillón y dejaba vacío el plato de atún, además de que asaltaba su alacena. En cambio, Einstein, el pastor alemán que llegaba a su hogar a diario, lo acompañaba en su rutina de ir a correr. No sabía de dónde venía o quién era su dueño, y el nombre lo supo por la placa que colgaba del collar.
Rugal desaparecía la mayor parte del tiempo, por lo que Julián, en su día libre, decidió seguir a su gato. Solo caminó una cuadra, y Rugal se detuvo en el alféizar de la ventana del número 1019, la cual, estaba abierta. Una mano acarició la cabeza y el gato se lo permitió. Julián abrió la boca, incrédulo. Se acercó, quería una explicación.
—Rugal— Julián lo llamó, el gato se hizo el desentendido.
El dueño de la casa alzó la ceja. Julián cruzó los brazos. ¿Qué tenía el chico moreno que él no para agradarle a su propio gato?
—Hola, ¿necesitas algo?
El foráneo bebió de la taza. Al parecer, que Rugal estuviera en su ventana no era nuevo. Entonces, Einstein apareció en el cuadro. El perro comenzó a mover el rabo y a ladrar.
—¡Einstein! Así que aquí vives, uh— el perro alzó las patas delanteras, y de esa forma, Julián pudo acariciarlo.
Martín observó al intruso con la ceja levantada. Entonces, ojos azules lo miraron.
—¡Vos!— el sujeto le puso el dedo índice en el pecho. El rostro del chico no era amigable pero el toque fue suave— ¿Cómo le hacés para que Rugal no te arañe?
—Nada en específico— y era verdad. El gato llegaba por sí solo a su ventana, y a veces, lo alimentaba. Le gustaba su nombre y la placa. Le parecía original para un gato.
—Querés quedarte con él, ¿no es así?
—Eh, no, claro que no— Martín dijo. El intruso cruzó los brazos— Pero, dime, ¿mi perro se escapa para ir contigo?
—Einstein corre conmigo algunas mañanas.
—Bueno, ¿y de qué te quejas?— al parecer, tenían las mascotas equivocadas.
El chico rubio abrió la boca y la cerró. Martín supuso que no sabía cómo formar lo que quería decir. Eso le pareció lindo.
—No dejaré que te quedes a mi gato.
El rubio se fue, después de amenazarlo, aunque para Martín sonó más a una oportunidad de conocerse.
—Tu dueño es muy interesante, Rugal— Martín acarició la cabeza del gato, y este, respondió con un ronroneo.
Ninguno lo sabía, solo Martín lo esperaba, pero muy pronto, Rugal y Einstein no tendrían hogares separados.
//Ayoo cómo amo a estos huercos juntos <3//
Gracias por leer ^^.
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Historias cortas y otras no tan cortas
FanfictionDrabbles/oneshots de diferentes parejas.