***estos dos los tenía escritos hace mucho, pero no había tenido tiempo de subirlos. Y ahora con la mala noticia, no sé, sigo esperando que sea mentira.
Pocos días antes de que la alarma por el nuevo virus pusiera a Italia bajo amenaza, acompañó a Dante a visitar a su abuela. Ella les dio comida en recipientes de plástico. Dante no se preocupó por su abuelas, ya que habían hecho el super por ella. Lo que sí le preocupaba era que no podría visitarla.
—Hay que limpiar— Marco dijo en cuanto los créditos se mostraron en la pantalla que los padres de Dante les donaron cuando decidieron vivir juntos.
—Acabas de destrozar lo poco que quedaba del ambiente romántico— Dante se quejó.
Marco puso los ojos en blanco. Estaban sentados en un sillón cada uno, a dos metros de distancia. Cuando veían películas, usaban el sillón que compraron en una tienda vintage, pues Dante lo convenció, incluso si era feo o demasiado costoso.
—Me refiero a mañana. Siempre te quejas de que no tienes tiempo para limpiar o lavar la ropa, ahora tenemos mucho.
Dante se puso el cojín sobre la cara.
—Eres el peor novio del mundo.
Marco alzó la ceja, su expresión seria. Dante quiso acercarse, sentarse en el mismo sillón que él, pero Marco, lo detuvo con su pierna larga.
—Distancia, Dante. Tómalo en serio, o esto va a alargarse.
Marco se levantó, llevándose consigo el vaso en el que bebió leche.
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—Ni siquiera tenemos productos de limpieza— Dante cruzó los brazos. Marco luchó en contra del deseo de acariciar la melena salvaje con la que Dante despertaba cada mañana.
—¿Crees que este hogar se mantiene limpio por arte de magia? ¿En serio?
No necesitó respuesta viendo la cara de Dante llena de confusión.
—Tu, te encargas de la ropa y del baño. El patio y la sala también— Marco le entregó el balde con productos de limpieza, una escoba y un trapeador.
—De verdad, ¿quieres hacerme sufrir?
—Si, un poco— Marco sonrió de lado— La aspiradora está en la pequeña bodega que tú crees está vacía.
—¿Tenemos aspiradora?
Marco puso los ojos en blanco. Si Marco no fuese responsable, vivirían en un basurero.
Luego de escuchar la ópera a volumen alto, y el canto un poco afinado de su novio, esperó que Dante le hiciera caso y limpiara.
Dejó de escuchar el canto de Dante, pero creyó que solo se había cansado. Entre la limpieza y hacer la comida, ni siquiera oía la música.
—¿Dante? Ven a comer— no tuvo que gritar, había avanzado hasta llegar al arco que separaba el pequeño comedor de la sala.
Al no obtener respuesta, pensó que Dante estaría echado en el sillón con el celular en mano. Dante si estaba en el sillón, dormido, su ropa sucia y el cabello tiezo, de seguro por el polvo.
—Dante, despierta. Ven a comer— Marco retiró la mano del cabello esponjoso.
—¿Qué?
Odiaba tener que guardarse las ganas de tocar a Dante. Era necesario.
—Ven a comer.
Notó las manos lastimadas por los productos de limpieza. Llevó las manos cerca de su vista, explorando la piel rojiza.
—Usaste demasiado cloro. Te pondré crema.
—Está bien, me arde poquito.
Marco, después de aplicarle crema, le besó la frente, y aunque Dante quiso seguir, apreció el gesto. Y a la par, comprendía.
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Cómo cualquier persona, el surgimiento de esa situación, de no poder salir de casa, lo ponía al límite. Dante siendo una persona extrovertida (Marco no se llamaría así mismo introvertido), estaba volviéndose loco. Aunque, en realidad le gustaba pasar los días con Marco. Por lo general, Dante pasaba seis horas al día en el escenario, estaba a un año de graduarse y las clases de habían reducido a tres por semana. En cambio, Marco ya se había graduado y ya trabajaba.
—No tenemos más comida.
Dante dije, comiendo cucharadas del último plato de cereal. Estaban durmiendo tarde, muy pronto ya no tendrían series ni películas que ver. Marco había hecho una lista de todo lo que necesitaban. El confinamiento había causado estragos en Dante. Marco había asistido a todas las presentaciones del italiano, fue así como se conocieron, pero a falta de qué hacer, Dante se había adueñado de la sala, haciéndola escenario para cientos de personajes. Incluso, Dante había cruzado lo imposible para tuvieran tiempo en la cama. Marco estaba a punto de quebrarse. Los días pasaban y la situación empeoraba.
Marco puso el cubre bocas a un lado del plato, partió la lista a la mitad y se la dio a Dante.
—Iremos juntos, pero entraremos como desconocidos. Tú compras la mitad, y yo la otra.
Los ojos de Dante se iluminaron cuál árbol de navidad. Marco no imaginó que podría ser una mala idea. Pues al momento de formarse en la caja, el carrito de Dante parecía dulcería.
—A veces no logro comprender cómo es que te amo tanto. Arschloch.
Marco lo ignoró cuando Dante quiso darle un beso.
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Dante no estaba lejos de volverse loco. A pesar de que hablaba con sus amigos y convivía con Marco, él necesitaba salir. La ansiedad le provocaría la muerte, de eso no tenía duda. Y para el remate, no podía ni acercarse a Marco, no podía besarlo ni darle besos de vaca.
Se veían de lejos, acostados en el sillón. Dante siempre iba a impresionarse de lo hermosos que eran los ojos azules de Marco. Como contrastaban a la perfección con su piel tostada. Luego, Marco abandonó su lugar en el sillón. Apenas si cabían los dos en el otro sillón. Dante abrazó a Marco en cuanto este se echó a su lado. El contacto fue como beber agua en el desierto.
Había sido el peor año en la vida de ambos. La incertidumbre y la ansiedad que causaba lo que se estaba viviendo en todo el mundo.
—Si te vuelves zombie no me comas— Dante dijo, entre serio y vacilante.
Marco le hizo cosquillas cuando se rió.
—Tienes prohibido seguir viendo películas de zombis.
Marco pudo sentir la incertidumbre emanar de Dante. Agarró la mano delgada y besó los nudillos.
—Al menos, estamos en esto juntos.
++gracias por leer.
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Historias cortas y otras no tan cortas
FanficDrabbles/oneshots de diferentes parejas.