*ya llegó diciembre y yo no cumplí ningún propósito :'v Esto está inspirado por esto:
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jueves, 24 de diciembre de 2020
Tengo todo listo. No te preocupes si no podés venir a ayudarme. Te espero.
11:47 AM
Lorenzo leyó el mensaje tres veces. La primera vez, cuando lo recibió, la segunda para asegurarse de lo que decía y la tercera, para percatarse de que alguien se había equivocado de número. No había otra explicación.
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jueves, 24 de diciembre de 2020
¿Quién es?
11:50 AM
El número no estaba guardado en sus contactos, y además, como su papá estaba en otro viaje de negocios, no regresaría para pasar las fiestas decembrinas, no tenía un itinerario específico para esa noche. Tampoco podrían ser Ezequiel o Valentino, ellos pasarían las fiestas fuera.
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jueves, 24 de diciembre de 2020
¿Cómo que mi nieto favorito no sabe quién soy?
11:53 AM
Lorenzo unió las cejas. ¿Su abuela? Ella tenía ochenta y Lorenzo no creía que tuviera la noción de cómo usar un teléfono inteligente, pero, podría estar equivocado. No la había visto en los últimos años. O, tal vez era una broma de Ezequiel. Para salir de dudas, Lorenzo presionó la opción de videollamada. Una mujer de edad avanzada apareció en la pantalla.
—Usted no es mi abuela— Lorenzo alzó las cejas.
La mujer se rió. Detrás de ella era visible una mesa con comida y postres, el estómago de Lorenzo rugió y se le hizo agua la boca.
—Y vos no sos mi nieto— la mujer se movió, llevó un plato de pan a la mesa.
Lorenzo se quedó en silencio. No sabía qué decir.
—Es Navidad, ¿por qué parece que estás en una cárcel?
Lorenzo hizo una mueca.
—Es difícil explicar. Todo eso se ve delicioso. ¿Es usted chef profesional?
—No, me halagado. No me digas que estás solito.
Lorenzo asintió. No quería mentirle a la mujer.
—Podés venir si querés, puedo darte la dirección. Mi nieto y yo la pasamos juntos, no creo que le importe si te nos unís. Claro, si es que no tenés que pasarla con tu familia. La familia es importante.
Lorenzo sopesó la invitación. Planeaba salir y comprar comida ya hecha, aprovechar la ausencia de su papá y asaltar su reserva de alcohol. Emborracharse hasta perder conciencia porque la pasaría solo.
—¿Podría pasarme su dirección? Me encantaría ir.
Lorenzo escribió la dirección. No estaba lejos de donde vivía, pero tendría que apresurarse. Su espíritu se alegró. Tendría compañía.
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La señora Amelia, le agradeció el gesto de llevar una botella de vino y el ramo de flores. El olor de las delicias que aguardaban dentro, le despertó el hambre.
—Adelante. Mi nieto, el verdadero, llegará pronto. Ponete cómodo. Pero, antes, decime tu nombre.
—Gracias, Amelia. Me llamo Lorenzo.
Amelia le besó las mejillas, con ese cariño que solo una abuela podía mostrar. La compañía de Amelia era grata. A pesar de que no eran familiares, eran desconocidos en toda regla, ella lo hizo sentir de su familia, como si de verdad fuese su nieto. Qué bueno que ella había presionado mal un solo número.
Un chico de su edad, entró, cargado de bolsas con dulces. Traía un gorrito que lo hacía ver infantil.
—Abuela, ya llegué. Felipe vendrá pronto.
—Gabo, que bueno que llegas.
Lorenzo caminó detrás de Amelia.
—¿Quién sos vos?— el nieto lo miró, observándolo.
—Es nuestro invitado, Lorenzo. Cuando te cuente la historia de cómo nos conocimos, te reirás— Amelia los llevó a la sala.
Durante la historia de Amelia, Gabo se quedó quieto. Lorenzo no lo conocía, pero estaba seguro de que Gabo no confiaba en él. En su lugar, Lorenzo sentiría lo mismo. Si tuviese una abuela cómo Amelia, tampoco la compartiría.
—Traeré bebidas.
Amelia se fue a la cocina. El ambiente entre ambos era sofocante. Las cejas de Gabo lo estaban juzgando. Lorenzo fijó su vista en el hermoso árbol de Navidad. Él tenía uno pequeño, que había sido un regalo de Valentino. Su papá creía que no era necesario adornar sí solo duraría un mes. Era extraño, pero aunque era su primera vez estando allí, se sentía en casa, sentía que pertenecía, pero las cejas de Gabo le recordaban que era un simple extraño.
Gabo se levantó, sin decir palabra.
Pudo escuchar la charla entre abuela y nieto.
—Podría ser un ladrón o algo peor. Debés de tener cuidado.
—Lorenzo no es así.
¿Un ladrón? Lorenzo cruzó los brazos. Con indignación, murmuró para sí mismo. No era ningún ladrón ni algo peor. Y aunque le costara admitirlo, Gabo tenía razón, no era sensato invitar a alguien desconocido. Y lo mismo se aplicaba para él, aceptar invitaciones tampoco lo era. Pero, Amelia no podría ser mala. Lorenzo se levantó y decidió intervenir.
—Puedo comprender cuando no soy bienvenido— miró a Gabo— Gracias por invitarme, fue un placer conocerla Amelia.
Lorenzo salió de la casa. ¿Por qué creyó que esa Navidad sería diferente? Al menos, había una pizzería cerca. No, pizza no sonaba apetitoso.
—¡Lorenzo! ¡Lorenzo!
Se detuvo. El que gritaba su nombre era Gabo.
—Perdón por la manera en la que te traté,— Gabo se tocó el pecho. Su respiración ruidosa— pero, por favor vuelve, no quiero romperle el corazón a mi abuela. Solo, estaba preocupado por ella.
—¿De que le robara?— Lorenzo puso los brazos sobre la cadera. El cambio de Gabo le impactó, pero debía aceptar que él estaba en el derecho de dudar.
Gabo se cubrió los ojos con la mano, obviamente avergonzado.
—Ya, solo vení, regresa conmigo. Por favor. Nadie debe de pasar este día solo. No me hagas sentir peor.
Oh, Amelia lo había hecho sentir mal.
—Hasta que me pidas perdón de corazón— Lorenzo se hizo el difícil.
—Perdón. De verdad.
—Eso no sonó honesto.
Lorenzo sonrió. Desde ese momento, no solo el haber conocido a Amelia sería especial. Porque, el siguiente año estaría allí, y el siguiente y el siguiente, y no solo en Navidad. Y Gabo y él se reirían de la manera tan absurda en la que se conocieron. Pero, se conocieron y era suficiente.