126. ACCIDENTE [Gabo/Lorenzo]

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* no sé porqué tengo la manía de relacionar a Lorenzo con el fuego
jah (^~^;)ゞ, o hacerlo paranormal jah

Quemó su habitación. A los cinco años. Sin ninguna clase de ayuda. Solo con sus manos. El Lorenzo pequeño estaba molesto, y su manera de exteriorizarlo, fue un berrinche. El fuego emanaba de sus manos naturalmente. El enojo se convirtió en miedo. Se estaba quemando. 

El recuerdo se presentaba como una pesadilla. Cuando la madera cayó sobre su dorso, los gritos inundaron la habitación, opacando el sonido proveniente de las flamas. Tenía una cicatriz que odiaba, porque le recordaba una maldición que muchos verían como don, y por eso la escondía. Nunca aprendió a controlar el fuego que sus manos eran capaces de crear. Ya tenía dieciséis, y cada vez que se enojaba, sus puños eran envueltos en llamas. Y enojarse era algo que hacía muchas veces al día. El accidente de su habitación no fue el único. Por accidente, su pez murió en sus manos, no podía acariciar perros, o tomarle la mano a alguien más, ni siquiera a su mamá. Los muebles en su habitación tenían marcas negras, su cama tenía agujeros y su ropa tampoco estaba a salvo, sin embargo, Diego ya no le compraba más, y así la usaba.

Había tratado de ir a sesiones para reducir sus problemas de ira, pero, no funcionaron.

—Puta madre— Lorenzo apretó el bolígrafo en su puño, y al instante, solo quedó el plástico chamuscado. Sacó otro de la caja. La industria de plumas se estaba forrando gracias a su estúpida maldición.

Nadie lo escuchó, pues por seguridad, Lorenzo se sentaba en la esquina, alejado de sus compañeros. Al estar en el entrenamiento, no tenía problema, allí, nunca había sucedido un accidente. La cancha era su lugar seguro. Aunque, lamentablemente, cuando se trataba de un partido, Lorenzo no corría con la misma suerte.

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Encantado de estar allí, Gabo recorrió el IAD. De sus manos, el vapor emanaba, y eso sucedía al encontrarse nervioso y emocionado. Gabo controló sus emociones, y el vapor se dispersó.

Entró al salón, y lo primero que llamó su atención fue el chico sentado en la esquina con el rostro contorsionado por el enojo. Vio la pluma quemarse. El agua comenzó a juntarse en la punta de sus dedos, pero Gabo no le permitió salir. El agua quería apagar el fuego. 

La profesora lo dejó elegir el asiento, y Gabo escogió uno de los que estaban al fondo, el más cercano al chico de fuego. Supuso que su mirada era obvia, ya que el chico le correspondió la mirada y dijo:

—¿Qué me ves, imbécil?

No pudo controlar el agua, y esta viajó en hilos delgados, convirtiéndose en vapor al entrar en contacto con el fuego. Gabo le sonrió, y la respuesta del chico fue el dedo alzado. Gabo envolvió otro hilo de agua alrededor del dedo alzado. No debió hacerlo. El chico de fuego se levantó y en un abrir y cerrar de ojos, las llamas estaban en su cuerpo. Pero, no sufriría daños, porque cada flama que tocaba su piel, se evaporaba, haciendo un ruido similar al de un chisporroteo. Eso sí, su ropa no sufrió el mismo destino. 

—Lorenzo Guevara y Gabriel Moreti, afuera.

Ni siquiera supo cómo fue que terminaron en la oficina de Isabel. En Gabo nació la terquedad de velar por los ojos llenos de tantos sentimientos. Era su primer día, y Gabo ya había dejado una huella no exactamente digna.

Las llamas seguían vivas, por lo que Gabo tomó la mano sin permiso, Lorenzo quiso soltarse y luchó, pero al final, se dejó hacer. Las cejas fruncidas se fueron relajando.

—Siempre que lo necesites, podés tomar mi mano.

*Gracias por leer 😃😊

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