195. PISCINA [Lorenzo/Gabo]

101 9 21
                                    

*ya basta de escribir Chestappen, ahora tocó Garenzo xdd

Con las manos unidas, observaron el atardecer. Gabo había tenido grandes avances. Aún estaba temeroso de meterse a la zona más profunda, pero aún tenían varios días. Además, Gabo le daba un beso en cada oportunidad que tenía. Lorenzo por su parte, aún seguía descubriendo lo que Gabo causaba en él.

Sentados en la arena, Gabo tenía su cabeza sobre el hombro de Lorenzo. La noche ya había llegado, pero aún no querían volver. Sus teléfonos estaban en el auto, y debían de tener múltiples mensajes, pero Lorenzo lo tranquilizó al decirle que él le había avisado a sus papás.

—¿Lo sabías?— Gabo se refería a su crush, y Lorenzo asintió. La oscuridad de la noche cubrió su sonrojo.

—Eras muy obvio— Lorenzo le sonrió. Sus manos seguían unidas, y la sensación de la piel de Gabo sobre la suya, le gustaba. Su cabello había quedado tieso debido a la sal del océano. 

Siempre entendió por qué su hermana estaba enamorada de Gabo. Debía de ser una combinación de su físico y de su forma de ser.

—Ya, pero, te apuesto a que no sabes desde cuándo.

—No. Dímelo— Lorenzo estaba interesado. No podía imaginar cuándo empezó.

—Días antes de que Zoé me invitara, te vi en un centro comercial. Estabas con Martina. Pensé que eras un modelo. Tu presencia se sentía como fuera de este mundo— Gabo dijo, viendo a los ojos de Lorenzo y fue el turno de él de sonrojarse —Pensé que era una señal cuando supe que eras el hermano de Zoé. También pensé: es el universo diciéndome que es para mí— Gabo alzó los hombros y su mirada soñadora llegó a Lorenzo como un rayo.

No era partidario del destino, pero la duda se asentó en Lorenzo. 

—De verdad estás enamorado de mí, ¿no?

Gabo escondió su rostro en el cuello del más alto, y murmuró un sí, mismo que viajó al corazón de Lorenzo y lo puso a latir como una máquina descontrolada.

Regresaron para la hora de la cena. Francisco ya los había disculpado de la comida, pues a él le gustaba que todos sus hijos estuvieran reunidos. A la cena no podían faltar. Fue por eso que, sentado junto a Gabo y con sus manos unidas bajo el largo mantel, Lorenzo se sintió un traidor al ver la mirada de Zoé. “Ella no lo sabe”, Lorenzo se repitió a sí mismo.

—Aquí no, Gabo.

—Tenemos que decirle.

Lorenzo asintió. Lo sabía. Pero quería atrasarlo. No quería arruinar las vacaciones familiares.

—¿De qué están hablando?— Zoé se había acercado sigilosamente, ella se había levantado por más comida, ya que el hotel ofrecía buffet.

Gabo se golpeó la mano al quitar su mano de la de Lorenzo, e hizo una mueca de dolor.

—¿Estás bien?— Zoé envolvió su mano en la de Gabo.

—Zoé, regresa a tu lugar. Gabo está bien— Lorenzo le quitó la mano. Jamás le había gustado compartir, y cuando su cerebro se empecinaba en ver algún objeto como suyo, como ya veía a Gabo, aunque obviamente él no era un objeto, Lorenzo detestaba que otras personas osaran poner sus manos sobre lo que le pertenecía.

Zoé lo miró con una cara de poco amigos, pero no le importó. Mantener en secreto lo que había surgido entre ellos, sería difícil, porque Zoé y él se parecían en ciertos aspectos.

Gabo le puso el dedo sobre su ceño fruncido. Zoé los observó. 

—Relájate.

Lorenzo asintió, relajando sus facciones. La cena continuó normalmente, aunque Zoé no apartó su mirada.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora