50. ERROR [Lorenzo/Gabo]

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¿Ya dije que me gusta escribir kidfics? uwu

Oh, ¿qué haría yo sin el Garenzo?

Aquí, Martina y Gabo son hermanos y Álamo Seco es una ciudad/provincia.

La entrada de Gabriel Moreti

Habrá amores que durarán todo una vida o un corto o largo periodo de tiempo. Uno cree que una promesa de amor o un matrimonio traen siempre consigo la felicidad, que es fácil. Pronto, Lorenzo se daría cuenta que todo aquello que la gente solía ignorar al crecer, se convertía en dolor no permanente.

Era un día soleado. Lorenzo salió temprano del trabajo y debió suponerlo. Tan cliché, típico de una novela pero mucho menos probable en "la vida real". Lorenzo abrió la puerta, y, confuso al no ver a Delfina en la sala (donde acostumbraba a sentarse cuando llegaba del trabajo) continuó observando alrededor de la casa.

—Calma, que desesperado— Lorenzo escuchó la voz de Delfina que provenía de su habitación. Creyó ("Qué estúpido", Lorenzo pensaría luego) que Delfina hablaba con su hermano.

—¿Puedes culparme, uh?

No, no se trataba de una llamada telefónica. La voz gruesa traspasó la puerta. Esa voz era conocida. Lorenzo abrió la puerta con fuerza innecesaria, y la misma golpeó la pared.

Recordó lo difícil que fue escoger el anillo, las palabras y el momento. El momento perfecto. Su corazón se contraía cuando pensaba en pedir la mano de Delfina. Y algunas veces, el miedo lo empequeñecía. Ella podría negarse. Por supuesto, Lorenzo rogaba que no fuese así. Cuando lo hizo, cuando de sus labios brotó la pregunta en un sábado por la noche acurrucados en el sillón y Delfina lo miró a los ojos y asintió con una sonrisa plasmada en su cara, Lorenzo quiso llorar de felicidad. Porque la amaba. Todo de ella incluso las cosas que ella misma no gustaba de sí. Cada día, anhelaba verla y estar junto a ella. Compartir la monotonía de la vida a su lado. 

Se suponía que no debió de haber sido así. ¿Cuál había sido su error?

En su cabeza, se repetían los movimientos entre una persona a la que amaba y los de un desconocido, porque eran eso después de verlos en su cama. La persona que tenía toda su confianza.

—Lorenzo, no es...

No escuchó el final de esa oración. ¿No es lo que crees? ¿Era eso lo que Delfina quería decir cuando claramente vio a ese tipo tocarla como Lorenzo lo hacía? Retrocedió y salió de ese lugar. No era más su hogar. No más la base de la familia que soñaba. Jamás iba a suceder.

Encendió el auto y manejó lejos de los ojos amorosos que no eran para él. A pesar de que sus manos temblaban, Lorenzo mantuvo su agarre en el volante, o hubiese terminado estampado. Sin vida. Y tal vez, ya que lo pensaba, no sería una desgracia. Delfina y ese mediocre podrían continuar su amorío sin él en medio. No podía ni derramar una sola lágrima.

"Íbamos a casarnos. ¿Por qué?"

Siguió por la carretera por tiempo indeterminado. Su única parada fue cerca de una construcción abandonada donde se quitó el anillo con resentimiento y lo aventó. No quería regresar y ver la cara de Delfina. ¿Qué podría cambiar de cualquier forma? Las cosas no regresarían a como eran antes. No podía perdonarla. No lo quería, pese a que la amaba.

Cuando paró en el estacionamiento de un bar, el cielo apenas si oscurecía y el azúl desaparecía lento. El aire nocturno hizo que su cuerpo tiritara. No le importó y se metió al bar semivacío. La camarera le dirigió una sonrisa la cual Lorenzo ignoró. Se sentó en el taburete y pidió una cerveza.

—Bien, una cerveza en camino— El bartender cogió un vaso y lo llenó del líquido ámbar. Lorenzo agradeció con la cabeza y sorbió. La cerveza fría bajó a su estómago vacío. El bartender lo miró de reojo mientras servía otra bebida al hombre viejo sentado en el otro lado del local.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora