155. Lorenzo/Gabo

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*No puse las palabras porque son cuatro y no iban a caber.

Brillantes y hermosas piedras preciosas adornaban el anillo. Eran diminutas, pero visibles en conjunto. Era una banda que a simple vista era sencilla, pero cuando Lorenzo se la colocó con una suavidad increíble, la banda obtuvo otro significado de mayor peso. Gabo no podía dejar de verla, porque todo parecía una ilusión que muy pronto iba a desvanecerse. El anillo le quedó a la perfección, así que Lorenzo debió de encontrar una manera de tomar la medida de su dedo. Gabo repitió el procedimiento, y puso la banda en el anillo de Lorenzo. Sus dedos temblaban, y sentía su estómago lleno de revoloteos.

-Ahora si, ya somos un matrimonio hecho y derecho.

Gabo quiso diferir, pero lo dejó pasar. Se estaban dando una oportunidad, podrían tener éxito. Sonrió.

-Sobre la casa, ¿qué has pensado?- Lorenzo lo llevó de la mano al sillón.

-De hecho, nada. ¿No podemos vivir aquí?

-Bueno, ¿no crees que será genial tener un lugar solo para los dos, sin que los demás estén de gorrones? Luego de un partido fuera, ¿no te gustaría regresar a nuestra casa luego de un partido? Un lugar que sea de los dos.

Gabo rodó los ojos, cayendo en la trampa de Lorenzo. Eso jamás iba a cambiar.

-Que sea una pequeña.

-Eh, sobre eso. Ya hice algunas citas, así que terminemos de desayunar pronto. Nos esperan a las 11:30.

-No creo que tarde mucho en terminar mi desayuno gourmet- Gabo se rió, levantando una cucharada de cereal.

-Debemos de ir por comida también- Lorenzo alzó las cejas.

En su alacena, solo había cajas de cereal de diferentes marcas, y especias que eran inservibles sin alguna clase de proteína.

-Cuando dijiste que ibas a preparar el desayuno, de verdad imaginé todo, pero no un plato de cereal.

Lorenzo alzó los hombros y le regaló una sonrisa de lado.

-Tal vez, cuando el refri esté lleno y pueda comprar vino blanco, puede que te sorprenda.

Lorenzo le guiñó el ojo. Comió una cucharada de cereal. Podría imaginarse a la perfección que esto pasaría todos los días por el resto de su vida. Antes, eso le daría miedo, y pensaría en ello por mucho tiempo. Pero, las cosas podrían ser diferentes, es lo que su intuición decía y Gabo confiaba en su intuición como si fuese una ciencia exacta. Su carrera estaba basada en ella, por lo que no era extraño.

-Oh, vaya. ¿Ahora sos un chef?

-Es posible- Lorenzo sonrió- ¿Recuerdas cuando me rompí la pierna?

Gabo dijo que sí. Casi se terminaba el cereal, pero seguiría teniendo un hueco en su estómago.

-Pues, tomé clases de cocina.

-Ah, ¿de verdad?- Gabo unió las cejas. Lorenzo jamás le había mencionado su gusto por la cocina, pero Gabo lo sospechaba.

Lorenzo asintió. Estaba apenado. Gabo había visto las revistas de cocina y los recetarios. Lorenzo decía siempre la misma excusa: Mi mamá los olvidó cuando estuvo de visita. Gabo había llegado a la conclusión de que a Lorenzo le gustaba la cocina, y pensaba que iban a burlarse de él, lo que no estaba muy lejos de la realidad, al menos entre sus compañeros de equipo. Pero ahora, Lorenzo había confiado en él, y eso lo puso aún más feliz. La cocina de Lorenzo siempre tenía especias y utensilios que Gabo no sabía que existían.

-¿Por eso no querías que viniera a verte por las mañanas?

-Sí y no.

-¿Qué clase de respuesta es esa? ¿Querés confundirme?- Gabo alzó su ceja.

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