102. INDEPENDIENTE + PROYECTO [Julián/Martín]

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* se supone que iba a ser algo corto pero mi cerebro dijo :NO: , es muy crack, también

Me inspiré porque Martín dijo que estaba acostumbrado a que le pegaran.

Le hubiese encantado escupir el líquido sobre el rostro de su padre. Y en cambio, ganarse una mirada asesina y el desprecio que desde niño le había sido mostrado. 

La mochila con el escudo de los escorpiones, cayó al suelo. La botella de agua rodó lejos de sus pertenencias. Su papá nunca había alzado la mano con el fin de propinar un golpe, pero Martín lo hizo enojar con la intención de que lo dejara en paz, como muchos otros días, e irse al entrenamiento. Ese día, Martín supuso que ambos habían pasado del punto medio. Nunca quiso venir de la naturaleza de un criminal. ¿Qué estaba pensando su madre? La respuesta siempre sería un misterio. Porque ella murió dando a luz. Ya era un milagro que Martín hubiera sobrevivido.

—No quiero un hijo cobarde— el señor Martín Mejía dijo— No necesito uno.

—El sentimiento es mutuo, papá— Martín contestó. Era una lástima tener el mismo nombre que el hombre al que, desafortunadamente, debía llamar papá, pero, había sido la voluntad de su difunta progenitora. Le daba asco el solo hecho de usar el dinero proveniente de drogas y otros sucios negocios para su educación y vida, pero siendo un menor de edad, no tenía otra salida. Y conseguir trabajo no le era posible, su apellido era tan alabado como malquerido. En muchas ocasiones, había llegado a casa con la cara ensangrentada porque algunos de sus compañeros no toleraban la idea de que su papá era un narcotraficante. Y él no era como él. No iba a ser como él, no iba a terminar con la mayoría de dedos mutilados o una herida de bala que dejaría consecuencias para siempre. Iba a ser un jugador, sin importar qué.

—Me estoy cansando de usted, Martín. Ese cerebro podría hacer grandes cosas. Borrar a Pablo Escobar de la historia.

Martín cruzó los brazos. No iba a quedar marcado su nombre en la historia por pasar cocaína al extranjero. Ni muerto.

—Vaya, mire lo que es la vida, porque yo también me estoy cansando de usted.

Así fue como su maleta quedó en el suelo. Sus lentes sufrieron daños, y el plástico se hundió en su piel, sacando sangre y un quejido de dolor. El golpe no le dolió. No sintió nada. La discusión se volvió agresiva. Incluso los Minions tenían puesta las manos en las armas. 

Y fue así como terminó en Buenos Aires, con una beca y durmiendo en un lugar de mala muerte, porque era lo único que podía pagarse por el momento. Su papá fue serio cuando dijo que Martín no iba a recibir ni un solo peso más, y Martín tampoco quería ese dinero.

Pero, Martín estaría bien, porque nunca en su vida se había sentido tan libre como en ese momento.

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—Ya le dije, Martín, no puede hacerlo solo. Consiga a un compañero.

Martín aceptó, y ni siquiera siguió pidiendo una oportunidad de hacerlo solo. Su fuerte nunca había sido el trabajo en equipo, nada más en la cancha era capaz de hacerlo y le había costado demasiado, pero estaba muy agradecido con Francisco.

—¡Martín! Yo puedo hacerlo con vos— Julián, el rubio al que Martín veía como un bicho molesto, apareció frente a él. 

Julián lo veía de una forma que Martín no comprendía. Además de Valentino, Lorenzo y Ezequiel, Julián era de los pocos que se relacionaba con él. Y no estaba seguro de contar al capitán, pues había estado a punto de ser expulsado por pelearse con él. Su relación no era cordial, pero al menos el capitán era honesto con él.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora