Las palabras del destino eran el nombre completo de la persona escrito como un tatuaje en la piel. El asunto le parecía insulso. Martín solo quería terminar la carrera y seguir su vida, no le importaba lo más mínimo conocer a la persona con su nombre.
El primer trabajo de Martín, justo después de graduarse, fue en un hospital general. Duró un mes allí, ya que le ofrecieron formar parte del equipo de psiquiatras en el CAPS, y aceptó.
Allí, le sucedió lo que el 50% de la población deseaba con ansias. Conoció a Julián Vidal, y su otro yo, Luciano.
El trauma de Julián era fatídico, algo de lo que, probablemente, jamás se recuperaría, y si lo hacía, no sería fácil, ni mucho menos pronto. Desde que vio el expediente de los pacientes de Isabel, la psiquiatra a la que sustituiría, y Martín leyó el nombre, lo supo. Supo que era él. Por esa exacta razón, Martín puso más tinta en su brazo, alrededor del nombre sin cubrirlo. No tenía porqué, el destino estaba escrito profundo en su alma. Martín lo sabía, Julián lo sabía e incluso Luciano lo sabía, pero no podían. Aún no.
Tres años de terapia conversacional. Tres años de conocer a Julián y dos y medio a Luciano, la otra personalidad del rubio. Julián fue de sus primeros pacientes al graduarse. En resúmen, tenían historia.
Julián llegó por depresión, y eso era nada más la punta de la problemática situación del chico rubio. Sin contar la autolesión y ataques de ansiedad.
Conoció a Luciano primero. Y él era lo que se llamaba un pesimista, al que no le agradaba Julián. Ellos eran diferentes, y las facciones cambiaban, Luciano no sonreía y hablaba lo justo, respondía las preguntas y nada más. Luciano salía cuando Julián decidía qué era buena idea no tomar los medicamentos o, simplemente, cuando su cerebro no cooperaba.
Entonces, conoció a Julián. Él entró en crisis. Las enfermeras trataron de ayudarlo pero, empeoraron la situación.
—¡Decile que se calle! ¡No quiero escucharlo! ¡No quiero!
Llevaban tres sesiones. Martín fue llamado. Si lo veía, podía reconocerlo y tranquilizarse. Julián se rascaba el cuello y las uñas quedaron marcadas pese a que Julián cortaba sus uñas habitualmente, para evitar lesiones. En cuanto escuchó a Martín, Julián cerró los ojos, su ataque perdió fuerza en cuanto Martín le habló y tocó su hombro. Julián lloró mientras Martín le limpiaba los rasguños en el cuello. No fue necesario darle un tranquilizante, pero Martín lo llevó a casa después. Julián se perdía a veces ya que no recordaba dónde vivía o cómo llegar a su hogar.
Se tocó el relieve del nombre en su piel. Julián Vidal. Suspiró. Pensó en él, y luego, en Luciano.
Los martes, el muchacho rubio se sentaba en la silla. Ya reconocía los patrones, y por ende, supo que hablaría con Julián.
Rumbo al final, ocho minutos antes de que terminaran, Julián le hizo una pregunta.
—¿Voy a estar bien algún día?
Martín no contestó. Se quitó los anteojos y miró a Julián directo a los ojos verdes, que eran puros, y sostuvo la mirada. Colocó la libreta sobre el escritorio, la libreta que contenía las observaciones de la mejora en Julián, y todas aquellas ocasiones en las que Julián retrocedía. Si decía que sí, sería una mentira, y si decía que no, sería una mentira también, y si decía tal vez, le daría esperanza y ese derecho mejor se lo reservaba. Ante la falta de respuesta verbal, Julián entendió y él sonrió.
—Nos vemos el siguiente martes, Julián. Cuídate.
Martín confiaba en su calidad de doctor para ayudar a Julián, pero sobre todo, confiaba en Julián para ayudarse a sí mismo.
Una vez, Luciano entró, ojeras prominentes bajo sus ojos y los antebrazos arañados. Su madre le dijo que se opuso a tomar los ansiolíticos y los antidepresivos. Martín sintió el deseo salir de su corazón y tocar los antebrazos de Julián y sanarlo. No podía. Aún no. Vio su nombre en la muñeca, limpio, sin rasguños.
—Lo odio. No sirve para nada. Espero que se muera— Luciano dijo. A mitad de la hora, él se quedó dormido y despertó siendo Julián.
Días así eran los que Martín detestaba. Odiaba el sentimiento de inseguridad cuando su teléfono vibraba. Odiaba que un día, podría enterarse de que Julián había ido más allá de arañazos
Martín registró el pie de Julián, al parecer Luciano no estaba presente ese día, moviéndose frenéticamente. Julián sacó un lápiz a la mitad de su tamaño original y la libreta de dibujo desgastada. El estudiante de arte solía dibujar cuando Julián estaba en cubierta. En un inicio, él hacía garabatos. Los cuatro meses posteriores, era Julián, ya que Luciano no había aparecido. Martín no estaba seguro de sí Luciano estaba desapareciendo.
—Sos vos— Julián le mostró la hoja. Era lo habitual. Durante la sesión, Julián trazaba sus facciones. La primera vez, le pareció halagador, y luego, Julián le escribió confesiones en su diario a propósito, porque sabía que él las leería. A veces, los párrafos en el diario estaban tachados, no era por Julián, sino por Luciano. Lo que ya casi no sucedía.
Martín evitaba el tema. Julián le hablaba y le decía que podrían salir, él ya había hecho planes. Martín no, él convertía su corazón en acero. Julián todavía no estaba preparado.
—Tenés que saber que sos mi luz antes que otra cosa, Martín.
"Mi luz en la terrible oscuridad. Mi Luz. Mi luz. Mi luz…" Sí, leyó la página.
Martín suspiró. La hora de la sesión finalizó. Julián guardó el cuaderno en su bolsa de mensajero y Martín pudo ver las marcas rojizas que se alzaban por sobre la piel. No eran marcas nuevas, y Martín respiró, agradecido. Habían cicatrices, bastantes para contarlas. Las cicatrices no estaban solo en los antebrazos de Julián, se extendían por otras zonas de piel. Eran marcas hechas por las propias uñas de Julián cuando no tenía el control.
—Hasta el próximo martes— Julián se despidió, sonriente.
Se quitó las gafas y se talló los ojos hasta ver figuras. El cansancio trepó a su cabeza. La desesperación ganaba terreno cada vez más.
Un día, llegaría a casa y Julián estaría allí. Un día, Martín lo presentaría a sus padres y Martín conocería a los padres de Julián como Martín y no como el psiquiatra. Un día, vería a Julián pintando en su lugar favorito. Un día, probaría a Julián.
Un día, Julián sería solo Julián.
Gracias por leer ^^
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Historias cortas y otras no tan cortas
FanfictionDrabbles/oneshots de diferentes parejas.