Sueño, era lo único que sentía mientras volvíamos a casa por la mañana. Al final ninguno de nosotros consiguió dormir nada, ya que pasamos toda la noche hablando, escuchando música y contando anécdotas.
Llegamos a casa a eso de las nueve de la mañana. Mamá y papá no estaban. Nos habían dicho en la llamada del día anterior que probablemente saldrían temprano para hacer algunas compras al centro, así que, cuando Ian aparcó en la puerta de casa, Nelly y yo decidimos que sería buena idea invitarles a desayunar con nosotras.
—¿Qué queréis comer? —preguntó Nelly—. Para las tostadas hay mermelada de fresa, mora o melocotón. También mantequilla o crema de cacahuete —dijo a la vez que sacaba las cosas—. Y si no queréis tostadas, hay cruasanes rellenos de chocolate, bollos de crema, magdalenas, pastel de queso, dulce de leche...
—Creo que me he perdido... —dijo Ian.
—Yo creo que, lo mejor será sacarlo todo y ya cada uno que decida que quiere comer.
—Sí, mejor. —Nelly asintió.
Terminamos de sacar todos lo que Nelly había mencionado y colocamos cada cosa sobre la gran isla de la cocina. Alrededor de esta, se encontraban las sillas donde después nos sentamos a desayunar.
—¡Esperad! —exclamó Nelly antes de sacar la tostadora—. Se me olvidaba lo más importante. —Levantó la tostadora mostrándosela a todos y dijo—: Os presentó a Rebecca.
La historia de nuestra tostadora era un tanto extraña. Cuando Nelly y yo éramos pequeñas, le pegamos en la parte de arriba una especie de orejas de oso panda hechas de papel. Y como la marca se llamaba «Revenna», nosotras en nuestra inocencia le decíamos Rebecca. Y aunque ya habíamos crecido, la seguíamos llamando así por la costumbre. Mientras la tostadora siguiera funcionando, eso no cambiaría.
—¿Rebecca? —Se rio Erin—. ¿Le habéis puesto nombre?
—Es una tontería de la infancia —advertí.
—Pues menuda tontería más tierna. —Axel empezó a acariciar las orejas de oso de la tostadora.
—Es lo más parecido que hemos tenido a una mascota... —Nelly suspiró dramáticamente, mirando la tostadora.
—Siempre hemos querido un perrito, pero nuestros padres nunca han estado del todo de acuerdo con tener mascotas en casa.
—Es una pena —habló Erin—. Nosotros de pequeños teníamos un hámster cada uno. Se llamaban Dora, Hipo y Venus.
—Yo me acuerdo de ellos. Dora siempre intentaba morderme. —Ian puso los ojos en blanco un segundo—. Esa hámster me odiaba.
—No te odiaba, sólo quería jugar. —Erin la justificó.
—Sí, sí te odiaba. —Axel se rio y mordió un bollo de crema—. Hipo era el mejor de los tres —le susurró a Ian y este asintió.
—No pienso discutir por eso —aclaró Erin—. Volviendo al tema, tal vez algún día consigáis convencer a vuestros padres, y en caso de no conseguirlo nunca, cuando os independicéis podéis adoptar algún animalito.
—Tienes razón. Cuando me vaya a vivir con Chase, pensamos adoptar tres perros y tres gatos. —Nelly tenía bastante claros algunos puntos sobre su futuro desde hacía tiempo—. Por cierto, se me olvidaba. ¿Queréis tomar café o Nesquik?
Durante el resto del desayuno, no paramos de hacer planes y especialmente se nos ocurrió que sería buena idea hacer fiesta de pijamas en casa esa misma noche. Pero ese plan no había por donde cogerlo. Fue tan improvisado que, teniendo en cuenta a nuestros padres, hacía aguas por todas partes.
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HOPEFULLY [COMPLETA Y EDITADA] ✓
RomantikSamantha Watson siempre tuvo muy claro lo que quería. Estudiar psicología en la Universidad de Atlanta, tener a sus amigos de siempre y mantener su vida tranquila. ¿Pero, que pasará, cuando toda esa tranquilidad desaparezca? Antes de comenzar su pr...