33. La hoguera.

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IAN.

Estaba oscuro y, la luz de los faroles estaba empezando a desvanecerse, así que a cada rato que pasaba, sentía cada vez más la oscuridad sobre nosotros. Así que, al final, no nos quedó más remedio, que encender las linternas de los teléfonos. Bueno, en este caso, del mío, ya que Ax no usaba el suyo en estos días, con tal de «desconectar».

—¡Tío Nick! —grité, con forme Axel y yo, recorríamos el sendero—. ¡Tía Wanda!

Una vez más, sin obtener respuesta alguna.

—¡Papá! —Gritó Ax, casi ahogándose—. ¡Mamá! —Se paró y apoyó sus manos sobre sus rodillas para recoger aire—. ¿Dónde se habrán metido, Ian? —preguntó, sin levantar la cabeza y con su respiración entre cortada. Llevábamos cerca de media hora recorriendo los alrededores del monte.

—No lo sé, Ax... —murmuré, acercándome a él—. ¿Estás bien?

—Estoy bien. —Se recompuso—. Sólo un poco sediento...

Mi teléfono comenzó a sonar, llamando la atención de ambos, que no dudamos ni un segundo en contestar. Puse el móvil en manos libres, para que los dos pudiéramos escuchar, en caso de tener noticias sobre los tíos Nick y Wanda. Y, efectivamente, así era.

—¿Ian? —Papá preguntó, cuando descolgué el teléfono.

—Papá, cuéntanos. ¿Hay noticias? 

—Tu madre me ha llamado para decirme que tus tíos han vuelto a la casa del monte. No han encontrado nada y se habían perdido, pero han encontrado la forma de regresar sanos y salvos.

—¡Joder, gracias! —exclamó Axel, elevando las manos en señal de alegría.

Yo suspiré de alivio y sentí como mis hombros se relajaban de una tensión que no había notado hasta entonces. 

—Que bien, menos mal.

—Estoy volviendo con Liam a la casa del monte. Ya he avisado a Eric y Erin y están también de vuelta. ¿Podrías avisar tú a las chicas?

—Claro, papá. Cuelgo y las aviso. Ahora nos vemos.

—Hasta ahora —dijo él, antes de colgar el teléfono.

—Así que todo se ha quedado en un susto. —Suspiró Axel, aliviado.

—Eso parece —contesté antes de llamar a Sam.

—Por lo que veo, las cosas están bien con ella. Se te ha pasado la paranoia por mi estupidez del otro día. —Río nervioso, pero lo ignoré, llevándome el dedo índice a la boca, para mandarle a callar, en lo que el teléfono pitaba indicando que estaba procesando la llamada. Pero nada, por segunda vez esa noche y aunque de un modo completamente diferente, no obtuvimos respuesta.

«El teléfono móvil al que llama, está apagado o fuera de cobertura, por favor, deje un mensaje después de la señal».

—¿Es en serio? —dije, frustrado.

—Prueba a llamar a Nelly —aconsejó Ax—, tal vez Sam se haya quedado sin batería.

—¿Y si se han perdido? —Mi cabeza empezó a dibujar los peores escenarios de un momento a otro—. Ellas no conocen el monte como nosotros.

—En ese caso, deberíamos de ir a buscarlas, pero para eso primero tenemos que saber que están bien. ¿Quieres llamar ya? —dijo, impaciente.

—Sí que tienes ganas de escuchar la voz de Nelly, ¿eh? —dije, metiéndome con él, haciendo que rodara los ojos y suspirara indignado, cruzando los brazos sobre su pecho. Pero le hice caso a Ax y busqué a Nelly. En seguida me apareció su contacto como: «La cómplice» y noté que me había olvidado por completo que la había agregado así. Me reí de esa tontería y le di a llamar. Por suerte, ella cogió el teléfono al momento.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora